Capítulo 6
La ceremonia de marcación comenzó en serio.
Marcus estaba de pie ante el altar ceremonial, pero su mente no dejaba de repasar nuestra última llamada. Algo en mi tono había inquietado a su lobo, una inquietud que se intensificaba con cada momento.
Se volvió hacia su Beta con urgencia, interrumpiendo los preparativos del ritual.
“Encuentra a Sarah. No me deja emparejarme con otra sin causar problemas“.
Al terminar los brindis ceremoniales, Marcus condujo à Rachel entre la multitud de simpatizantes.
El Beta regresó corriendo, el rostro ceniciento.
“¡Alfa!“, jadeó, luchando por recuperar el aliento. “¡Ha habido un ataque en la frontera norteña! Sarah… tomó un coche para abandonar el territorio de la manada. Un grupo de salvajes le tendió una emboscada en el cruce”.
Sus siguientes palabras fueron como piedras: “La patrulla encontró los restos. No hay supervivientes. Los salvajes…“. Él tragó saliva con dificultad. “…no dejaron nada que encontrar
La ceremonia quedó en silencio. La alegría desapareció del rostro de Marcus tan rápido que fue como si alguien le hubiera desconectado la energía, dejándolo pálido como un fantasma.
Su copa ceremonial se hizo añicos en el suelo.
Olvidando el orgullo de la manada y la ceremonia, agarró el collar de su Beta con manos temblorosas. Sus ojos brillaban con una mezcla de furia y miedo puro que hizo que el Beta se
estremeciera.
“¿Qué dijiste?“, gruñó, dejando caer los colmillos involuntariamente. “¡Dilo otra vez! ¿DÓNDE ESTÁ SARAH?“.
Rachel dio un paso adelante, intentando calmarlo. Su voz tenía ese tono tranquilizador que había perfeccionado durante años de reuniones secretas.
“Marcus, por favor“, murmuró ella, tocándole el brazo, “Todos están mirando. Los ancianos de la manada están aquí. Podemos hablar de este… desafortunado incidente más tarde“.
“¿Marcus? Me estás asustando…“.
Su tono preocupado, antes tan efectivo para manipularlo, ahora le irritaba los nervios como garras en la piedra. Por primera vez en su vida, el Alfa no pudo mantener su fachada
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Capitulo 6
cuidadosamente forjada.
Apartó la mano de Rachel con tanta fuerza que la hizo tropezar.
Arrastrando a su Beta a un rincón privado, exigió respuestas, con la voz desencajada por una emoción que no pudo controlar.
“¿Qué le pasó a Sarah? ¡Se suponía que debía esperar a salvo en la casa de la manada! Hablamos esta mañana, jella me lo prometió! ¡Dijo que esperaría!“.
Todo su cuerpo temblaba con emociones que no comprendía.
No podía comprender por qué el destino de ella lo afectaba tan profundamente cuando había pasado años planeando reemplazarla.
Pero enterarse de su muerte había destrozado su mundo cuidadosamente construido como
vidrio.
El Beta abrió informes en su teléfono con manos temblorosas. “Definitivamente tomó la ruta norteña, Alfa. Lo he confirmado con las patrullas fronterizas. La casa de la manada estaba vacía; todos estaban aquí ayudando con la ceremonia. No había nadie para protegerla de los salvajes…“.
Dudó antes de continuar: “Las cámaras fronterizas la captaron yéndose hace dos noches, la noche que te fuiste con Rachel. Ella estaba sola, Alfa. Completamente sola“.
Marcus aflojó el collar de su Beta, y perdió toda fuerza al instante.
Por primera vez en su vida, el poderoso Alfa se sintió completamente impotente.
Apenas podía sostenerse bajo el peso de la comprensión.
“No”, susurró ella con la voz quebrada. “Dijo que esperaría. Nos deseó… no, nos deseó felicidad a Rachel y a mí…“.
Su voz era tan débil que el Beta tuvo que esforzarse para oírla, incluso con sus sentidos de lobo.
Vacilante, el Beta expresó lo que todos pensaban: “Alfa… ¿acaso ella descubrió tus planes? ¿ Sobre Rachel, sobre Oliver? En su estado… quemada, con su loba envenenada… no abandonaría la protección de la manada a menos que…“.
Marcus, lo interrumpió violentamente, reacio a afrontar la verdad que le asomaba a la cara.
“¡No! ¡Imposible! Sarah no lo haría… si lo supiera, me habría confrontado. ¡Así es! Pero ella no dijo nada. No envió mensajes. No dio señales…“.
Su voz se elevó con una negación desesperada.
“Le expliqué todo sobre la ceremonia. ¡Ella lo entendió! ¡Lo aceptó!“.
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“No se iría así como así. ¡Lo prohíbo! ¡Es mía!“.
Sus siguientes palabras cargaban con toda la fuerza de su poder Alfa: “¡Encuéntrala! ¡Registra cada centímetro de nuestros territorios! ¡Cada cueva, cada hueco, cada sombra!“.
“Viva o…“. Su voz se quebró antes de estabilizarse con una determinación severa. “¡O muerta, la abrazaré una última vez!“.
Las últimas palabras surgieron como un rugido Alfa primario que sacudió los cimientos de la casa de la manada.
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