Capítulo 591
-¿El carro se descompuso? -preguntó André.
Sabrina contestó por inercia, mientras seguía revisando el motor.
En ese momento, el viento y la lluvia arremetían con furia. Sabrina estaba totalmente empapada y su aspecto era de lo más desaliñado.
-Súbete a mi carro, te llevo de regreso -ofreció André.
-No hace falta, voy a llamar a una amiga para que venga por mí -rechazó Sabrina, intentando sonar despreocupada.
-De aquí al centro hay más de una hora de camino, y con la lluvia así, quien venga por acá se va a tardar casi dos horas -insistió André.
Miró el cielo, cargado de nubes oscuras.
-Hoy anochece temprano y esto es las afueras. No es seguro que te quedes aquí sola.
Sabrina no quería tener nada que ver con André, así que su respuesta fue evasiva.
-Voy a tener cuidado.
Al ver que ella no aceptaba, André de pronto abrió la puerta de su carro, tomó un paraguas negro y bajó.
Sabrina se quedó un poco sorprendida, mirándolo con cautela.
Pero André no le hizo nada extraño. Caminó hasta el motor y empezó a ayudarle a revisar el desperfecto.
El paraguas apenas los cubría del pecho hacia arriba.
André sostenía el paraguas con una mano y revisaba el motor con la otra, lo cual resultaba incómodo.
Sabrina quiso rechazar su ayuda, pero ya que André estaba allí, empapándose igual que ella, negarse otra vez le pareció exagerado.
Tomó el paraguas de las manos de André.
-Déjame, yo lo sostengo.
-Está bien -dijo él, entregándole el paraguas.
Las gotas de lluvia repiqueteaban sobre el paraguas -tac, tac, tac-.
El agua resbalaba por la cara bien definida de André y caía en hilos.
Después de revisar unos minutos, André señaló el motor.
-El motor tiene una falla. No va a encender, lo mejor es llevarlo a un taller.
9/2
Sabrina arrugó la frente.
-Déjame llevarte de regreso. Con este clima te vas a resfriar si te quedas sola aquí -dijo
André, y tras una pausa añadió-: Además, tienes que participar en la competencia y organizar el concierto. No es momento de enfermarte.
Sabrina pensó en ello y le dio la razón. Su agenda ya estaba saturada; enfermarse solo complicaría todo.
Asintió levemente.
-Entonces llévame hasta el centro, ahí espero a mi amiga.
André la miró con una expresión que mezclaba resignación y algo más profundo.
-Sabrina, tenemos a Thiago. No podemos fingir que no existimos el uno para el otro, ni poner límites tan rígidos. Siempre has pensado que te fallé. Si es así, deja que esto sea una forma de compensarte.
La voz de Sabrina sonó impasible.
-Señor Carvalho, usted es un empresario de primera. Todo lo que hace por mí tiene precio y se paga.
Los ojos de André se oscurecieron, pero no dijo nada más.
Sabrina le devolvió el paraguas y se dirigió al carro de André.
Abrió la puerta trasera y, para su sorpresa, vio que ya había gente dentro. No era solo uno; estaban Elwood en el asiento trasero y Araceli en el lugar del copiloto.
-Señorita Ibáñez, está lloviendo mucho, súbase rápido -le pidió Araceli.
Al verla entrar, ni Araceli ni Elwood se sorprendieron. Claramente, ya lo habían planeado.
Lennox Elwood le inclinó la cabeza a modo de saludo.
Sabrina se acomodó en el asiento trasero. El espacio era tan amplio que podían ir dos personas y todavía sobraba lugar.
Pasaron unos minutos y André también subió, completamente empapado.
Araceli, al verlo, le acercó una toalla limpia.
-Aquí tienes, André. No te vayas a resfriar -dijo, entregándole la toalla.