Capítulo 324
Al llegar junto a André, la jauría de periodistas se abalanzó sobre él, ansiosos por confirmar lo que más les intrigaba.
-Señor Carvalho, esta señorita Ibáñez acaba de decir que es su esposa. ¿La conoce?
André lanzó una mirada fugaz hacia Sabrina y con sus labios delgados pronunció apenas dos palabras.
-No mucho.
Los periodistas quedaron perplejos por un instante antes de estallar en carcajadas burlonas. Sus miradas hacia Sabrina se transformaron en puñales de sarcasmo, como si contemplaran a un payaso tropezando en medio de su actuación.
-Hablaba tan segura que pensé que de verdad era la esposa del presidente Carvalho, ¡pero todo era mentira!
-Qué atrevida es esta mujer, diciendo mentiras así frente a la estación de policía. ¿No tiene miedo de que mostremos su engaño y quede como una ridícula?
-Seguro es otra de esas chicas que quieren ser la esposa del presidente Carvalho. A lo mejor está esperando que la exhibamos para tener alguna conexión con él y hacerse notar.
-¡Da igual si la publicidad es mala o buena! ¿Se habrá vuelto loca por querer ser famosa, usando al presidente Carvalho?
-Con razón le cerraron la cuenta, ¡qué descaro el suyo!
Las miradas de la multitud acosaban a Sabrina como agujas venenosas, impregnadas de malicia y desprecio. Un periodista se acercó con un tono cargado de burla:
-Señorita Ibáñez, el señor Carvalho dice que no la conoce mucho. ¿Tiene algo que explicar?
-Yo tampoco lo conozco mucho.
-Si no conoce al señor Carvalho, ¿por qué dijo hace un momento que era su esposa? ¿Cambia de versión más rápido que voltear una página?
Sabrina observó fijamente al periodista.
-Hablaba del pasado, no del presente. Después del divorcio somos extraños, no hay razón para
conocernos.
-¡Jajajaja!
Los periodistas no pudieron contenerse y estallaron en carcajadas estridentes. Nadie daba crédito a las palabras de Sabrina. La opinión general era que esta mujer estaba desesperada por fama o por un hombre.
Fabián transmitía en vivo, enfocando deliberadamente hacia Sabrina. Durante estos días, bajo
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su meticulosa planificación, había orquestado una campaña de desprestigio contra ella. Cualquier comentario favorable era eliminado por sus subordinados. Y si alguien mencionaba la verdadera relación entre Sabrina y André, no necesitaba siquiera dar órdenes; otros se apresuraban a borrar esa información inmediatamente.
En el canal de transmisión de Fabián, los comentarios se convertían en un torrente de insultos hacia Sabrina. Algunos incluso recordaban el incidente del accidente de tráfico anterior, ignorando deliberadamente el giro posterior de los acontecimientos, perpetuando así la supuesta “historia oscura” de Sabrina.
Al contemplar las risas burlonas de la multitud, Sabrina comprendió que en esta situación, por más que intentara explicarse, no lograría aclarar nada. Solo conseguiría empeorar las cosas. Frunció levemente el ceño, decidiendo no seguir lidiando con esta gente.
Sin embargo, al intentar marcharse, su acción fue interpretada como una huida en derrota. Los periodistas, con maliciosa intención, bloquearon su camino formando un cerco humano con expresiones burlonas.
-Señorita Ibáñez, ¿a dónde va?
-Sí, todavía no ha aclarado nada, ¿ya se va?
Con voz gélida, Sabrina respondió:
-¿Pretenden violar la ley acorralándome en la entrada de la estación de policía?
Pero los periodistas no mostraron ni un ápice de temor.
-Señorita Ibáñez, eso no tiene sentido, ¿verdad? ¿Acaso no estaba usted también frente a la estación, fingiendo ser la esposa del señor Carvalho?
Aunque llegara la policía, simplemente repartirían la culpa entre todos. Formaban un muro impenetrable, encerrando a Sabrina sin posibilidad de escape.
En ese momento, sus ojos se encontraron con los de André, quien permanecía de pie fuera del tumulto. El hombre la observaba con una mirada que insinuaba una sonrisa, sus labios finos se movieron ligeramente, articulando en silencio una frase.
-Suplícame, y te salvaré.
