Capítulo 271
Elwood, al escuchar lo de la educación secundaria, arqueó las cejas con genuina sorpresa, mientras su mano se tensaba ligeramente sobre el bastón. Sus ojos verdes, penetrantes como agujas, escudriñaron el rostro impasible de André.
-¿Sin carrera universitaria? Pero por lo que vi, tiene al menos quince años de experiencia con el violín. ¿Está seguro de que no estudió formalmente en ningún lado?
Si Sabrina comenzó a aprender violín a los cinco años, quince años de práctica significarían que a los veinte aún dominaba el instrumento con maestría. La música requiere talento innato, pero también exige disciplina férrea y formación especializada. El autoaprendizaje jamás podría producir ese nivel de ejecución, ese virtuosismo inconfundible. Además, su estilo abarcaba tantas influencias que resultaba imposible desarrollarlo sin exposición al mundo exterior, sin la guía de maestros diversos. Ni siquiera alguien de su calibre podría enseñarle a tocar así sin la influencia enriquecedora de otros ambientes musicales. La mujer del video, sin duda alguna, había recibido formación avanzada en algún momento de su vida.
Araceli, sentada al borde de su silla, observó cómo la conversación orbitaba incesantemente alrededor de Sabrina. Un destello de irritación cruzó su rostro mientras las palabras de Elwood reverberaban en el ambiente del restaurante.
-Es totalmente cierto, André es su esposo, no diría mentiras -intervino con un tono que intentaba sonar casual.
-Quizás el señor Carvalho no conoce tan bien a su esposa como cree -respondió Elwood con una sonrisa enigmática.
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Una sombra de inquietud se deslizó por el corazón de André como una corriente fría. Siempre había creído conocer a Sabrina en su totalidad, cada pliegue de su alma, cada secreto guardado. Pero su comportamiento reciente había sembrado la semilla de la duda en su interior. El descubrimiento del violín había sido solo el principio de un laberinto de incertidumbres que ahora se extendía ante él.
-Entiendo que en las familias como la suya prefieran que sus esposas mantengan un perfil bajo -continuó Elwood, atrayendo nuevamente la atención de André-. No hay problema si ella no quiere dar presentaciones públicas, pero si tiene tiempo disponible, podría asistir a uno de mis seminarios especializados.
Los ojos de Araceli se abrieron como platos, incapaz de disimular su asombro. Conocía perfectamente el ritual de selección de Elwood. Antes de ofrecer una invitación, el maestro evaluaba meticulosamente al candidato durante un período considerable. Sus criterios eran legendariamente estrictos, casi imposibles de satisfacer. A lo largo de décadas, había extendido invitaciones a centenares de músicos prometedores, pero solo quince o dieciséis habían logrado ser aceptados como sus discípulos. Araceli había supuesto que, incluso si Elwood mostraba interés en la interpretación de Sabrina, jamás la consideraría seriamente. Pero ahora, sus palabras sugerían que estaba dispuesto a aceptarla directamente como aprendiz, sin el riguroso proceso habitual.
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“¿Por qué ella? Una mujer que no ha tocado en cinco años… ¿cómo puede merecer tal privilegio?”
-André no es quien la detiene -dijo Araceli con una sonrisa tensa-. Es que está muy ocupada con los niños y realmente no tiene tiempo para nada más.
-Para ser sincera, la esposa de André trabajaba antes con el violín, pero desde que se casó y tuvo hijos, dejó todo para dedicarse a la casa.
-André le ha insistido muchas veces que retome su carrera, pero ella simplemente no quiere trabajar. No es que André no pueda mantenerla, es que no puede obligarla a hacer algo que no quiere…
-Además, lleva cinco años sin tocar ni una sola nota. El video que usted vio es de hace cinco
años…
Las insinuaciones de Araceli flotaron en el aire como dardos envenenados. Sin decirlo
abiertamente, sugería que Sabrina había utilizado el violín como un medio para atrapar a un
hombre adinerado.
Elwood frunció el ceño al escuchar estas palabras, y un velo de decepción cubrió su rostro
aristocrático.
-¿Cinco años sin tocar después de casarse?
El recuerdo de una antigua alumna atravesó su mente como un relámpago. Aquella jovencita, dotada de un talento extraordinario para el piano, había nacido en la miseria más absoluta.
Elwood, que siempre había valorado el talento por encima de cualquier circunstancia, la tomó
bajo su tutela. Le compró un piano de cola, financió su educación en las mejores instituciones del mundo, le abrió todas las puertas posibles. Estaba convencido de que, tras graduarse, deslumbraría al universo musical y dejaría una huella imborrable.
Sin embargo, para su consternación, la joven optó por contraer matrimonio apresuradamente. Elwood no tenía nada contra el matrimonio; entendía perfectamente que una mujer deseara formar un hogar. Lo que no podía perdonar era que hubiera abandonado su carrera instantáneamente, que hubiera quedado embarazada de inmediato y se hubiera transformado en una simple ama de casa. Cuando intentó persuadirla de que regresara al mundo de la música después del nacimiento de sus hijos, ella lo acusó amargamente de entrometerse en su vida y de ejercer una presión moral indebida.
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