Capítulo 268
-No es necesario.
-Pero…
-No hay peros, haz lo que te digo cortó André con severidad, su voz convertida en una muralla infranqueable-. Ella tiene que cuidar a Thiago y no tiene tiempo para esas reuniones aburridas.
Iván contuvo un suspiro mientras su mente calculaba el valor de aquella oportunidad perdida. El reconocimiento de Elwood representaba el anhelo más profundo para cualquier músico con
ambiciones.
-Recomienda a Araceli a Elwood -añadió André con tono indiferente.
Iván parpadeo desconcertado, su voz revelando un atisbo de preocupación.
-He oído que Elwood tiene un temperamento muy particular. Está buscando específicamente a la señorita Ibáñez, recomendarle a otra persona podría molestarlo…
Un silencio pesado se instaló en la línea mientras André consideraba la situación.
-Agenda una cita con Elwood. Hablaré con él personalmente.
-Entiendo -respondió Iván, guardando para sí mismo la frustración que le provocaba aquel desperdicio de talento.
Al ver que André finalizaba la llamada, Fabián decidió no insistir más en el tema anterior, comprendiendo que el momento había pasado.
La risa cristalina de Daniela inundó la sala de estar en casa de Sabrina, resonando entre las paredes como un torrente incontenible.
-¡No puedo creerlo! ¿De verdad Araceli y ese Fabián se tomaron esa porquería hecha con agua de pies y cucarachas?
Sabrina, evocando la escena en su memoria, no pudo contener la sonrisa que se dibujó en sus labios mientras asentía con satisfacción.
-La próxima vez que prepare algo así, tendré que pensar en ingredientes más interesantes -comentó Daniela, sus ojos brillando con malicia traviesa antes de retomar la seriedad-. Oye, ¿no estaba ya confirmada tu presentación benéfica con Marcelo? ¿Por qué la pospusieron tan repentinamente?
Sabrina frunció el ceño, la confusión atravesando su rostro como una sombra fugaz.
-Hernán dijo que estoy en medio del divorcio con André y que debería resolver mis asuntos personales primero.
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Capítulo 268
-¿Crees que Hernán teme que André haga algo para sabotearlo? -preguntó Daniela perpleja-. Se me hace exagerado, solo es una presentación benéfica.
-Tal vez está preocupado por Fabián después de lo que pasó la última vez -respondió Sabrina encogiéndose de hombros, restándole importancia al asunto-. No quiere problemas
innecesarios.
Daniela asintió levemente, la comprensión iluminando su mirada.
-Es cierto, Fabián es como un perro rabioso sin sentido común. Mejor mantenernos lejos de él -reflexionó antes de cambiar abruptamente de tema-. Por cierto, ¿te acuerdas de Elwood?
La expresión de Sabrina se transformó sutilmente, una mezcla de reconocimiento y nostalgia atravesando su mirada.
-¿Elwood de Inglaterra?
-Sí, el maestro de tu mamá -confirmó Daniela con seriedad-. Hay noticias que dicen que estuvo en Colombia hace poco.
Elwood, veterano de sesenta y cinco años, representaba una leyenda viviente en el firmamento musical internacional. Durante su juventud había sido un prodigio irrepetible, dotado de una habilidad sobrenatural para dominar cualquier instrumento y reproducir piezas complejas tras escucharlas una sola vez. A los cincuenta, tras múltiples colapsos por agotamiento, se retiró de los escenarios pero no del mundo musical. Su legado continuó a través de la búsqueda y formación de nuevos talentos, aceptando apenas una docena de discípulos en toda su vida, todos convertidos posteriormente en figuras estelares. Su único criterio de selección: un talento musical extraordinario. Celeste Ibáñez, madre de Sabrina, había sido una de sus privilegiadas discípulas.
Daniela observó a su amiga con expresión dubitativa.
-Hace cinco años, Elwood te envió esa invitación. Pero estabas embarazada de Thiago y planeabas casarte, así que la rechazaste -recordó con suavidad-. Creo que quería evaluarte para tomarte como discípula.
-Ahora que está en Colombia, ¿no deberíamos intentar contactarlo? -sugirió-. Tu mamá fue su discípula; con esa conexión, podría aceptarte.
Un suspiro profundo escapó de sus labios mientras su mirada se tornaba contemplativa.
-Los Carvalho siempre te atacan por tus estudios y tu trabajo, pero si hubieras aceptado su invitación entonces, ya serías alguien importante en la industria -reflexionó Daniela con cierta melancolía. ¿De qué sirve casarse con una familia rica cuando nosotras mismas ya tenemos
dinero?
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