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La Falsa Muerte 34

La Falsa Muerte 34

Capítulo 34 

La emoción brilló en los ojos de Araceli, que parecían dos luceros a punto de desbordarse de alegría, cuando de pronto su mirada se posó en Esmeralda, quieta en un rincón de la habitación

-¡Uy! ¡Tía! exclamó la pequeña, saltando como un colibrí emocionado

Con pasitos rápidos y llenos de vida, corrió hacia la cocina, dejando tras de un eco de risas 

cristalinas

Sandra se quedó petrificada, como si el tiempo se hubiera detenido para ella. ¿Qué había dicho la señorita Araceli? ¿Tía? Esa palabra resonó en su mente como un tambor inesperado. No era posible. ¿Acaso esa joven, a quien había tratado con tanto desprecio, no era la simple cuidadora que imaginaba, sino alguien de la familia

Un escalofrío le recorrió la espalda, y diminutas perlas de sudor se formaron en su frente. Maldita sea, pensó, había hablado de más, y frente a la persona equivocada. Si los Santana llegaban a enterarse de sus comentarios imprudentes, las consecuencias serían implacables

Con el corazón en un puño, Sandra avanzó temblorosa hacia la cocina. Allí encontró a Esmeralda, acuclillada frente a Araceli, charlando con una calma que desarmaba. No había rastro de arrogancia en su postura, solo una ternura serena que contrastaba con el torbellino interno de Sandra. Forzando una sonrisa torpe, se atrevió a preguntar

-¿Entonces usted esla tía de la señorita Araceli

Esmeralda apenas le dedicó una mirada fugaz, curvando los labios en una sonrisa sutil, como si la pregunta no mereciera más que un gesto

Araceli, ajena al torbellino de los adultos, rebosaba entusiasmo. Con las mejillas encendidas, empezó a relatar

-Tía, espera, te cuento: hoy en el kinder había un niño súper gracioso. ¡Trajo una corona de flores blanca

Se tapó la boca con su manita regordeta, sofocando una carcajada que escapó como un gorjeo

-La abuela dice que era una corona de funeral -añadió, entre risitas

Esmeralda, contagiada por la chispa de la pequeña, dejó que una sonrisa cálida se dibujara en su rostro, arrugando ligeramente los ojos. Una corona de flores blanca, claro, de esas que cuelgan en las despedidas eternas. Se despojó de los guantes con un movimiento suave y acarició la cabecita de Araceli, preguntando con voz tranquila

-¿De veras? ¿Y cómo se llama ese niño

-¡Pablo! -respondió Araceli, casi cantando el nombre

Esmeralda se detuvo, como si una corriente invisible la hubiera atravesado

16:51 

Capitulo 

La pequeña, haciendo un mohín con los labios, continuó

-Tía, déjame decirte, ese Pablo es un pesado. ¡Dijo que soy una ladrona y que eso lo hizo su 

mamá

-¡Hum! -bufó, cruzándose de brazos-. Le dije que esto lo hice contigo, tía, y que no soy ninguna ladrona

Esmeralda se quedó inmóvil, atrapada en un remolino de pensamientos. No podía ser. ¿Su Pablo, su propio hijo, en la misma clase que Araceli? Abrió la boca, dudando un instante antes de responder

-Quizásolo estaba apurado y se le escapó una tontería

Araceli negó con la cabeza, frunciendo el ceño como si el asunto fuera de vida o muerte

-No, tía, Pablo siempre es así. ¡Un fastidio! Se lleva nuestras cosas todo el tiempo

-¿Todo el tiempo? -repitió Esmeralda, arqueando una ceja

No encajaba. Pablo había cambiado en los últimos meses; ella misma lo había corregido con firmeza. En casa, al menos, era un niño obediente

-Siempre anda diciendo que su papá es un gran jefe -siguió Araceli, con un puchero-. Se lleva nuestros juguetes. Es un fastidio, ¡no me cae bien

De pronto, un aroma tentador flotó desde la cocina, y los ojitos de la niña se iluminaron. Se puso de puntillas, olfateando el aire como un cachorrito curioso

-¡Qué rico huele, tía! ¿Qué hiciste de bueno

Sandra, ansiosa por recuperar terreno, intervino con rapidez

-Yuca con zanahoria

El rostro de Araceli se arrugó al instante, como si hubiera probado un limón. Ay, eso no le gustaba ni un poquito. ¿Y si lo intentaba y terminaba con náuseas? Pero si no comía, su tía se pondría triste

Esmeralda, captando el dilema en los gestos de la pequeña, soltó una risa suave, como un susurro de brisa

-No te preocupes, mi cielo. Si te gusta, prueba un poquito; si no, no pasa nada

-¡Sí, ! -asintió Araceli, aliviada, pensando que su tía era la mejor del mundo

Minutos después, el crepitar del fuego en la cocina se apagó. Esmeralda y Sandra, en un acuerdo tácito, llevaron los platos a la mesa, donde los colores cálidos de la comida invitaban 

a sentarse

-¡Tía, vamos a llamar al tío para que cene con nosotros! -propuso Araceli, saltando de 

emoción

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Status: Ongoing Type:
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