Capítulo 33
Capítulo 33
Selena despertó una vez más en la habitación de Gabriel
Al abrir los ojos, vio a Beatriz sentada al lado de la cama, con un hisopo en la mano, aplicando unguento en su rostro hinchado con una expresión llena de dolor.
Al ver que despertaba, Beatriz rápidamente le preguntó con preocupación:
-Señorita, siente alguna otra molestia?
Selena miró fijamente sus labios moviéndose, mientras las lágrimas caían silenciosamente.
Beatriz, desesperada, tenía los ojos enrojecidos.
-¿Qué pasa, señorita? ¿Te hice daño?
Selena no podía escuchar bien lo que Beatriz decía.
La bofetada de Luis habia empeorado aún más la audición de su ya débil oído derecho, solo podía percibir sonidos muy leves.
Sin embargo, sabia leer los labios y entendió lo que Beatriz decía.
Antes de entrar en prisión, no sabia leer labios.
Ahora, la razón por la que lo había aprendido era porque, al perder la audición en el oído izquierdo, a menudo no podía escuchar las órdenes que le daban, lo que resultaba en castigos más severos.
Para recibir menos golpes, se forzó a aprender a leer los labios, y aunque no pudiera escuchar, podía entender lo que querían decirle.
Selena reprimió la amargura y se obligó a esbozar una sonrisa.
-Beatriz, estoy bien, solo que… tengo mucha hambre.
Recordando los eventos desagradables de la mañana, Beatriz sintió indignación por Selena en su corazón.
La señorita es tan amable y comprensiva, ¿por qué el señor y la señora no pueden verlo?
-¿Qué quiere comer la señorita?
-Sopa de cebolla.
-Está bien, la haré enseguida.
Selena asintió, se incorporó y se recostó en el cabecero, mirando sin expresión por la ventana.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando la puerta se abrió de nuevo.
Selena pensó que era Beatriz, pero descubrió que era Donia.
Donia encontró la mirada distante de Selena, sintió un dolor en el pecho, pero no se retiró, sino que se sentó al lado de la
cama.
-Selena, mamá te ha hecho una sopa de cebolla, pruébala.
Quiso alimentarla personalmente, pero Selena se apartó.
a
-Yo puedo hacerlo sola. -Selena extendió la mano para tomar los utensilios.
Bajó la mirada hacia el tazón de sopa de cebolla; los fideos blancos estaban bien definidos, el caldo claro tenía una capa de cebollín verde, y había un huevo pochado.
Sin demasiados condimentos, pero con un aroma delicioso.
Selena tomó un poco de fideos con los palillos y los masticó lentamente, el sabor familiar llenó su boca, haciendo que su cuerpo se sintiera cálido.
-¿Cómo está la sopa que hizo mamá? -Donia la miraba con expectativa.
El movimiento de Selena al comer se detuvo.
-¿La hiciste tú?
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-Sí, ni siquiera Carla ha comido una sopa hecha por mi, tú eres la primera.
Parecia que con esas palabras, Donia quería expresar el cariño que sentía por Selena, su hija biológica.
Sin embargo, Selena no se sintió conmovida, al contrario, soltó una sonrisa irónica y continuó comiendo sin decir nada.
Donia probablemente no sabía el significado especial que tenía la sopa de cebolla para ella.
Una simple sopa de cebolla le había calentado todo un invierno.
A pesar de que habían pasado muchos años, todavia recordaba claramente la primera vez que Beatriz le hizo sopa de cebolla, fue en el invierno de su primer año de preparatoria.
En una noche oscura, ella regresó a casa en bicicleta, enfrentándose al viento y la nieve.
Toda la mansión estaba en penumbras, nadie le había dejado una luz encendida.
Los Romero ya habían comido y bebido hasta saciarse y se habían ido a dormir temprano, mientras que ella temblaba de frio, solo podía comer los alimentos que ya estaban fríos para saciar su hambre.
Esa noche, su estómago comenzó a revolverse hasta que vomitó todo lo que había comido, aliviando un poco el malestar.
Beatriz, al levantarse por la noche, descubrió que estaba enferma, la cuidó y le preparó una sopa de cebolla caliente.
Desde ese día, Beatriz siempre le dejaba una luz encendida por la noche, esperaba a que regresara de la escuela y le preparaba sopa de cebolla, pequeños tamales, avena de granos variados, alimentos que eran fáciles de digerir y buenos para el estómago.
Todos en la familia Romero sabían que Gabriel tenía problemas de estómago, pero nadie sabía que desde que regresó a la familia Romero, ella también había desarrollado una enfermedad estomacal.
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