Capítulo 21
Capítulo 21
Luis entró a la habitación y comenzó a cuestionar:
Gabriel, levántate! ¿Por qué te atreviste a deshacer…?
Las palabras se quedaron atoradas en su garganta cuando vio a Selena en la cama. Se quedó paralizado, incapaz de procesar lo que veia.
Selena, sorprendida por el grito, abrió lentamente los ojos y también se quedó en shock, sin comprender dónde se encontraba
Donia entró en ese momento y exclamó:
-Selena! ¿Por qué estás durmiendo en la cama de tu hermano?
Selena se quedó inmovil.
¿Hermano? ¿Gabriel?
¿No la odiaba él? ¿Por qué la habría traido a su habitación?
En los tres años con la familia Romero, Carla podía entrar libremente a su dormitorio, pero a ella nunca se le permitió dar un paso adentro.
Luis y Donia tenían el rostro muy serio, buscando con la mirada a Gabriel, pero no había rastro de él en la habitación.
Luis, con el rostro sombrio, le preguntó a Selena:
-¿Dónde está tu hermano?
Selena lo miró friamente y no respondió.
Con calma, se bajo de la cama y comenzó a caminar hacia la puerta, cojeando.
Luis y Donia bloqueaban la puerta, impidiendo su salida.
Al ver que no tenían intención de moverse, Selena frunció ligeramente el ceño.
-Por favor, déjenme pasar.
Luis estaba furioso por el cese de la cooperación entre el Grupo Flores y el Grupo Romero. La actitud indiferente de Selena, como si fuera una extraña, lo enfureció aún más.
-Soy tu padre. ¿Ese es el trato que le das a un adulto? No tienes ni un poco de educación, no sé quién te ha consentido
tanto.
Donia intentó mediar:
-Romero, ¿por qué te pones tan rudo con tu hija? Habla con calma.
Luis resopló con desdén:
-Entonces pregúntale por qué no está durmiendo en su habitación y qué hace en la de su hermano.
-Tienes más de veinte años, ya no eres una niña. ¿Qué haces corriendo a la cama de tu hermano en plena noche, el primer día que regresas?
-La regaño por su bien. ¿Por qué no regaño a Carla? Porque Carla no haría algo tan inapropiado. ¿Quién sabe con qué intenciones está aquí? Quizás…
-Basta, basta -lo interrumpió Donia rápidamente.
Aunque no lo dijo, cualquiera podría adivinar lo que iba a insinuar.
El corazón de Selena se contrajo de dolor.
Sabía que los Romero no la querían, pero nunca pensó que su imagen ante su propio padre pudiera ser tan despectiva.
Gabriel era su hermano de sangre, ¿qué intenciones podría tener?
Aquellos que dicen cosas tan viles son los verdaderamente sucios.
Ocultó su dolor y, al levantar la vista, su expresión era ya indiferente.
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Sapitulo 2
-¿Ya terminaron? Si es así, por favor déjenme pasar, quiero salir.
Luis se quedó inmóvil, su pecho subía y bajaba de rabia, y su mirada se volvió aún más gélida.
La preocupación en el rostro de Donia aumentó.
-Selena, ¿por qué eres tan terca? Dile a tu padre, ¿dónde está tu hermano?
-No lo sé–dijo, intentando pasar entre los dos.
De repente, una mano fría la agarró del brazo y la lanzó hacia atrás con fuerza.
Selena cayó al suelo, su pierna herida se torció de nuevo y el dolor le impidió levantarse.
Donia exclamó:
-Romero, ¡estás loco!
-Hoy no sales de aqui hasta que hables claro.
A pesar del dolor, Selena levantó la mirada y se encontró con la mirada feroz de Luis. Sus ojos mostraban malicia, no era la mirada de un padre hacia su hija, sino la de un cazador hacia su presa.
Odiaba esa mirada y no podía evitar querer escapar.
Apoyándose en el suelo con ambas manos, se levantó lentamente, aparentando calma.
-No tengo idea de dónde está el señor Romero. En lugar de preguntarme a mí, mejor llámalo por teléfono.