Capítulo 16
Ella apretaba con fuerza su pierna herida, su cuerpo encogido en un ovillo, su rostro pálido como el papel. Gotas de sudor frío brotaban de su frente mientras las lágrimas corrían sin control, como un río desbordado, y de su garganta solo salían gemidos de dolor, sin poder articular una sola palabra.
Al ver su sufrimiento, Gabriel sintió un dolor sordo que se extendía en su pecho y, con voz nerviosa, dijo:
-Solo te di una patada ligera. No te hagas la víctima.
Sin embargo, su voz tenía un leve temblor y sonaba insegura.
Beatriz, con el semblante horrorizado, se apresuró a agacharse.
-Señorita, señorita, ¿qué le pasa?
El dolor lacerante en su pierna la transportó de inmediato a tres años atrás, en su segundo año de prisión.
No podía recordar por qué la habían golpeado, pero lo que sí recordaba con claridad era aquel grupo levantando sus pesadas varas de madera y golpeando con brutalidad su pantorrilla.
Suplicaba llorando, pero seguían golpeándola frenéticamente, hasta romper seis varas tan gruesas como un brazo, y solo entonces se detuvieron.
La mujer que lideraba el grupo le agarró del cabello y le advirtió:
-No pienses en quejarte a los guardias. No temas decir que te metiste con la persona equivocada. Alguien pidió que te diéramos una lección.
La mirada de Selena comenzó a desvanecerse, su cuerpo temblaba violentamente y repetía una y otra vez:
-Me equivoqué, perdóname; me equivoqué, perdóname…
Esa voz estaba llena de miedo y desesperación, como el lamento de un animal herido y desamparado.
Beatriz ya estaba cubierta de lágrimas, desesperada, preguntó:
-Señorita, ¿qué le sucede?
-Duele, me duele tanto.
Esas cuatro palabras fueron como agujas de acero en el corazón de Gabriel.
-No usé fuerza, ¿cómo es que duele?
Beatriz ignoró a Gabriel y, con cuidado, levantó el pantalón de Selena.
De inmediato, el impactante espectáculo apareció ante sus ojos.
La pantorrilla de Selena estaba gravemente deformada, el hueso que antes era recto ahora se torcía en un ángulo extraño, la piel cubierta de cicatrices nuevas y viejas, algunas heridas aún no habían sanado por completo y estaban hinchadas, mientras otras ya habían cicatrizado, dejando marcas feas.
Toda la pierna, torturada por el dolor prolongado, tenía músculos algo atrofiados, parecía delgada y frágil como una rama seca, en comparación con una pierna normal.
La mirada de Gabriel se clavó en la pierna de Selena, que era un espectáculo doloroso de ver.
Su cuerpo se quedó inmóvil, como si un hechizo lo hubiera paralizado, su mente recibió un golpe demoledor, sumiéndolo en un aturdimiento instantáneo.
-¿Cómo pudo pasar esto? Cuando ingresó a prisión estaba bien, ¿cómo es que en solo cinco años…?
Murmuró para sí mismo, como si de pronto algo le hubiera cruzado la mente, quedándose sin palabras.
Ese era un lugar de reclusión, un sitio para criminales, ¿cómo podría una Selena de dieciocho años encontrar buenos
momentos allí?
Su corazón se rompía en mil pedazos, sus ojos se llenaban de lágrimas.
Apretó los dientes, luchando contra el dolor interno, y en un impulso recogió a Selena en sus brazos, corriendo con desesperación hacia la villa.
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pitulo 16
Sus pasos eran apresurados y torpes, pero al llegar a la sala se dio cuenta de que no sabía en qué habitación vivia Selena.
Durante todos esos años, se dio cuenta de lo poco que habla cuidado a su hermana.
Gabriel cerro los ojos por un momento.
-Beatriz, ¿dónde está la habitación de Selena?
-Señor, por aqui. -Beatriz se apresuro a guiarlo.
Gabriel la siguió de cerca, pero cuanto más avanzaba, más se fruncia su ceño.
Nunca habia sabido que en la casa existiera una habitación tan apartada.
Cuando Beatriz abrió la puerta del cuarto de trastos, lo que Gabriel vio fue una habitación estrecha, oscura, húmeda, llena de cachivaches y sin ventanas.
Sus pupilas se dilataron, su mirada llena de asombro.
-¿Selena vive aquí?
Capítulo 17
Capítulo 17