Capítulo 80
El resentimiento y la indignación en los ojos de Petrona eran evidentes para Jordana. Ella sabía mejor que nadie que Petrona solo había cedido a la presión y que su disculpa no era sincera. Con una ceja levantada, Jordana la miró fijamente mientras hablaba con claridad.
“No te perdono.”
El rostro de Petrona cambió drásticamente. Verónica e Ignacio, que estaban cerca, también mostraron una gran incomodidad en sus expresiones. Si no fuera porque Raquel también estaba presente y por respeto a ella, ya habrían estallado en protestas. Máximo, que había permanecido en silencio y observando desde el margen, mostró una expresión de pánico. Su tono era suplicante.
“Jordana, por favor, perdona a Petrona. Ella ya se dio cuenta de su error. Dale otra oportunidad.” Esas palabras, aunque en apariencia eran en defensa de Petrona, en realidad reflejaban más los propios sentimientos de Máximo. Jordana miró hacia Máximo. En su memoria, Máximo siempre había sido estricto y serio, nunca mostraba emociones superfluas en su rostro. Desde que regresó a la familia Soler, aunque Ignacio y Verónica la habían acogido en su casa, en realidad no se habían preocupado mucho por ella. La mayor parte del tiempo, era Máximo, su hermano mayor, quien asumía el papel de padre estricto.
Nunca había recibido su aprobación o elogio frente a Máximo. Siempre encontraba algún motivo para reprenderla, lleno de sermones sin fin. Si se cansaba de estudiar y quería relajarse un poco, Máximo le decía que el éxito viene del esfuerzo y la diversión lleva al fracaso, criticándola por no ser ambiciosa. Si buscaba superarse, tomando clases de pintura con Benicio y dedicando tiempo diario en el estudio para practicar, Máximo le decía que los estudios eran lo más importante y que todo lo demás era secundario, instándola a priorizar y
concentrarse en sus estudios.
Cuando finalmente se enfocaba en sus estudios y obtenía noventa y nueve puntos en un examen, Máximo la criticaba por perder ese último punto. Cuando Petrona se dedicaba a jugar y divertirse, Máximo la elogiaba por saber equilibrar el trabajo y el ocio. Si Petrona tomaba clases de equitación o golf, Máximo decía que era bueno que las chicas desarrollaran intereses, ya que eso les daba habilidades especiales. Si Petrona obtenía noventa y nueve puntos en un examen, Máximo la felicitaba por su esfuerzo y hasta le acariciaba la cabeza, animándola a esforzarse para ser la primera la próxima vez.
Recordando todo esto, Jordana se dio cuenta de que no era que ella no lo hacía bien, sino que Máximo pensaba que ella no era lo suficientemente buena. Y ahora, Máximo, quien siempre la había considerado insuficiente, mostraba un rostro lleno de pánico y desorden, muy lejos de su habitual seriedad. Incluso se podía ver un claro sentimiento de culpa en sus ojos.
Jordana encontró la situación irónicamente amarga. Cuando ella buscaba su aprobación, la despreciaban. Y ahora que ella había cortado lazos con ellos, parecían sentir culpa hacia ella. Pero la compasión tardía es menos valiosa que la maleza, y la culpa tardía es aún más
Capitulo 80
despreciada que un perro.
Jordana solo miró a Máximo por un momento antes de desviar la mirada y dijo con indiferencia:
“¿Por qué debería perdonarla solo porque ella me hizo pasar un mal rato y dice ‘lo siento‘ con tanta facilidad? ¿Debo perdonarla solo por eso?”
“Incluso si me dijera ‘lo siento‘ mil veces, ino la perdonaré!”
“El daño ya está hecho. Esperar salirse con la suya con un simple ‘lo siento‘ es imposible.”
Máximo parecía tener algo atascado en la garganta, incapaz de articular palabra. Jordana, con una leve sonrisa en sus labios, pronunció las palabras más definitivas y frías. Con una voz distante y desapegada, como si solo estuviera hablando con alguien sin ninguna relación con ella,
En ese momento, Máximo, con los ojos enrojecidos, sintió una tristeza profunda en su corazón: Había perdido por completo a esa Jordana que solía aferrarse a él para pedirle mimos y que, incluso siendo muy joven, le hablaba de grandes sueños. Aunque intentara volver atrás, ya no podía encontrarla. Roque, sintiéndose igualmente conmovido, miró instintivamente hacia Jordana,
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