Capítulo 161
Para Jordana, la aparición de Álvaro fue una gran sorpresa.
¿Cómo sabía Álvaro que su vuelo a Aguamar era hoy? Parecía que incluso había estado esperando aquí por mucho tiempo.
Sin querer, lanzó una mirada hacia Lorenzo, quien, como siempre, mantenía su compostura, sin mostrar asombro ni ninguna otra emoción.
Álvaro se acercó rápidamente a Jordana, con una mirada llena de anhelo.
“Jordana, no te vayas. ¿Podrías volver conmigo? Realmente te quiero demasiado.
Lo siento, no debería haberte herido de forma continua. Solo quería que me prestaras más
atención de esta manera.”
El hombre, siempre tan orgulloso, ahora lucía desaliñado, con ojeras profundas y un rostro visiblemente agotado.
Hablaba entre sollozos, suplicando, una imagen muy alejada de su habitual arrogancia.
La confesión de Álvaro tomó completamente por sorpresa a Jordana.
Durante esos tres años, Álvaro siempre se había mostrado muy despectivo hacia ella.
Siempre había pensado que él no sentía nada por ella, incluso que había algo de repulsión.
¿Quién hubiera imaginado que Álvaro solo buscaba llamar su atención y acercarse a ella de
esta manera?
Esa forma de querer era demasiado infantil, como un niño que no sabía hablar y solo podía expresarse llorando.
Jordana se quedó paralizada por un momento, y luego, sonriendo, le dijo a Álvaro: “Lo siento, pero no me gustas.”
Para Jordana, el amor no era causar daño sin restricciones ni imponer caprichosamente los deseos de uno a los demás.
Y el daño era precisamente eso, daño. Incluso si se hacía en nombre del amor, no merecía ser perdonado.
En comparación, ella prefería a Lorenzo.
Era un hombre maduro, estable, amable y considerado.
Siempre tenía una respuesta para todo, cada asunto tenía su solución.
Con estos pensamientos, Jordana giró su cabeza hacia Lorenzo,
Su sonrisa iluminó su rostro de repente, y abrazando el brazo de Lorenzo, habló con un tono alegre:
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“Ahora solo me gustas tú, mi esposo.”
Jordana era una mujer que se tomaba su tiempo para abrirse en las relaciones, pero nunca ocultaba sus sentimientos por las cosas que le gustaban.
Si algo le gustaba, lo decía; si no, también.
Sabía que estas palabras serían difíciles de aceptar para Álvaro.
Pero a ella no le importaba cómo se sentiría este al escucharlas; solo le importaban los sentimientos de Lorenzo.
Probablemente esta era la diferencia entre gustar y no gustar a una persona.
Cuando a uno le gustaba alguien, inconscientemente lo ponía por encima de todo lo demás, y los sentimientos de los demás eran secundarios.
“Esposo.”
A pesar del ruido en el aeropuerto, esta palabra llegó claramente a los oídos de Lorenzo.
Con el rostro impasible, sus largos y bellos dedos temblaron ligeramente.
Giró la cabeza hacia Jordana, justo cuando ella también lo estaba mirando.
Con la cabeza alzada y los ojos llenos de un cálido brillo, extendió su mano y agarró la de él con fuerza, entrelazando sus dedos.
Al ver a Jordana llamando a su hombre “esposo” con una voz suave, y a la pareja con los dedos entrelazados, llenos de amor y ternura, el corazón de Álvaro se partió en dos. Era como si varias cuchillas precisas le atravesaran el corazón en ese instante, cada una haciéndolo
sangrar.
Era como si le hubieran arrancado un pedazo del corazón, causándole un dolor que le impedía respirar.
La sensación de derrota lo abrumó y Álvaro se quedó rígido, como si estuviera atrapado en un frígido abismo.
Aunque volviera a confesar su amor o disculparse, ya no tenía sentido.
Jordana no quería decir nada más, y se giró para irse con Lorenzo.
Álvaro, sin poder evitarlo, apretó las manos, con las venas claramente marcadas sobre el
dorso.
El dolor era indescriptible, y Álvaro, casi sin pensar, no quería dejarla ir, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para retenerla.
Miró a Jordana con determinación en los ojos y con la voz ronca, dijo repentinamente:
“Jordana, no puedes irte, te salvé la vida hace tres años, me debes una vida.”
Incluso si ella no lo amaba, no importaba. Solo quería tenerla cerca, sin permitir que otro
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hombre la arrebatara.
Jordana se detuvo, giró la cabeza y miró a Álvaro con indiferencia.
“Álvaro, me salvaste hace tres años, pero yo también cuidé de ti durante tres años. Durante ese tiempo, también te salvé la vida, así que no te debo nada.”
Habló con una voz suave pero firme.
Parecía como si una bofetada hubiera golpeado con fuerza en la cara de Álvaro, dejando sust labios temblando, incapaz de pronunciar ni una sola palabra.
En su garganta, era como si estuviera atragantado con un puñado de arena, una sensación asfixiante que no podía ni escupir ni tragar.
Jordana tenía razón. Lo que ella le debía, en estos tres años, había sido totalmente saldado.