Capítulo 148
Una sensación abrumadora de derrota invadió a Álvaro, haciendo que su espíritu colapsara por completo.
Tras un breve momento de aturdimiento, llegó la ira.
“¡Jordana!”
Con los ojos enrojecidos, Álvaro avanzó unos pasos, dispuesto a agarrar la mano de Jordana.
Era como si a un niño le hubieran arrebatado su juguete favorito y lo único que quería era recuperarlo.
Lorenzo reaccionó rápidamente y colocó a Jordana, aún aturdida, detrás de él.
Álvaro intentó alcanzarla, pero no logró su objetivo.
Jordana, por su parte, también volvió en sí después del mareo causado por el beso.
La expresión de furia descontrolada en el rostro de Álvaro le provocó un temor de manera
instintiva.
Durante esos tres años, Álvaro solía estar en ese mismo estado de ira y agresividad.
En aquellos momentos, cualquier objeto que tuviera a mano terminaba lanzado directamente contra alguien. Incluso una vez golpeó con tanta fuerza a un criado que este tuvo que ser ingresado en la UCI con una conmoción cerebral.
Ella misma había sido víctima de su ira en una ocasión, lastimándose el pie, y tardó meses en
recuperarse.
Esa era la razón por la cual los sirvientes preferían no atender a Álvaro a solas.
Después de todo, nadie quería enfrentarse a esa tempestad.
En realidad, Jordana había anticipado que Álvaro persistiera en su comportamiento.
Había notado que él era una persona obsesiva, que solo creía en su propia visión de las cosas, desoyendo las de los demás.
Probablemente, incluso si tuviera el certificado de matrimonio frente a él, seguiría insistiendo en que era falso.
La idea de que Álvaro continuaría con esta persecución le causaba un dolor de cabeza a Jordana,
¿Necesitaría realmente enviarle una invitación de boda cuando ella y Lorenzo se casaran para librarse de él?
La expresión de Lorenzo era fría.
El beso que le había dado a Jordana momento antes no era por impulso, sino con la intención
de que Álvaro lo viera y se diera por vencido.
Pero ahora, lejos de retirarse, este se mostraba aún más obstinado, hasta el punto de que Lorenzo podía notar el temor en la mirada de Jordana.
Él sabía lo mucho que Jordana había sufrido y soportado durante esos tres años en la Mansión Luna Azul.
Había querido defender a Jordana desde hacía tiempo, y hoy parecía ser la oportunidad perfecta.
Se acercó rápidamente, agarró el cuello de la camisa de Álvaro y, sin dudarlo, le dio un puñetazo en la cara.
El golpe fue tan fuerte que Álvaro vio estrellas, sintiendo su nariz calentarse por el líquido que comenzaba a fluir, y al tocarse, su mano quedó cubierta de sangre.
Álvaro, furioso y avergonzado, devolvió el golpe a Lorenzo.
Pero el hombre junto a Jordana, aunque parecía débil y delicado, resultó ser sorprendentemente ágil.
Álvaro, que apenas estaba lanzando el brazo, vio cómo su golpe era interceptado con facilidad.
Con un simple empujón, el hombre hizo que Álvaro retrocediera tambaleándose varios pasos, incapaz de mantener el equilibrio. Finalmente, terminó cayendo de espaldas al suelo, cubierto de polvo, en un estado lamentable y humillante.
Noemí, que había seguido la escena, primero se quedó boquiabierta y luego miró a Álvaro con desprecio.
¡Qué debilucho!
Al darse cuenta de que no podía superar a Lorenzo, Álvaro se quedó sentado en el suelo, despojado de su arrogancia habitual, con una mirada perdida
“Vámonos.”
Dijo Jordana, agarrando el brazo de Lorenzo.
Su intención al marcharse no era comparecerse de Álvaro, sino el deseo de evitar que Lorenzo empeorara la situación y atrajera a la policía.
Aunque aquello podía considerarse en defensa propia, estaban en Floridalia, no en Aguamar. Allí, la familia Zelaya tenía mucho poder y no eran precisamente conocida por su bondad.
Además, un escándalo así podría dañar la reputación de Lorenzo.
Cuando Lorenzo miró hacia Álvaro, su expresión era tan fría como la del mismo diablo, con un
frío extremo en sus ojos.
Sin embargo, cuando gíró la cabeza, su mirada se posó en el rostro de Jordana y su expresión cambió por completo. Él recuperó de inmediato esa apariencia de caballero amable y
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distinguido, con una expresión apacible que destilaba cierto encanto.
“De acuerdo.”
Ambos continuaron su camino sin mirar atrás y rápidamente se alejaron del lugar.
Así fue como Jordana se marchó.
Álvaro, con una expresión algo aturdida, observó su figura hasta que desapareció entre la multitud, desapareciendo por completo de su vista.
Antes, con solo un leve gemido de dolor, Jordana corría angustiada a buscar un médico para revisarlo. La preocupación en su rostro era evidente y no se disipaba con facilidad.
Hoy, sin embargo, Jordana se dio la vuelta y se fue sin siquiera detener su mirada en él por más de un segundo.
Incluso se podía notar la preocupación en su rostro, pero ya no era por él, sino por ese otro
hombre.
Fue como si algo dentro de él se hubiera derrumbado por completo, dejándolo completamente
vacío.
La rabia que ardía en su pecho se desvaneció, barrida por el frío viento, dejando únicamente un sabor amargo.
Álvaro podía ver claramente que Jordana ya no tenía ningún apego hacia él, dejándolo solo con un profundo temor.
El temor de ser abandonado.
Recordó las últimas veces que intentó hablar bien con Jordana, pero siempre terminaba perdiendo el control de su temperamento.
Incluso él mismo se despreciaba después de esos episodios, ¿cómo podría esperar que a Jordana le siguiera gustando?
Y luego, recordó el momento en que ellos se besaron apasionadamente.
Fue ese hombre quien tomó la iniciativa de besar a Jordana, con la clara intención de marcar
su territorio.
Pero Jordana probablemente no estaba dispuesta a ello; su naturaleza era tan dócil que seguramente no tuvo más remedio que aceptar.
Si solo pudiera sincerarse con Jordana, ella siempre regresaría a su lado.
Después de todo, incluso con la compañía de un gato o un perro durante tres años generaban afecto, mucho más entre él y Jordana, que habían compartido alegrías y penas durante tanto tiempo.
Mientras tanto, detrás de él.
Noemí echó un vistazo a Álvaro, sin atreverse a acercarse, sino que optó por girar
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sigilosamente sobre sus talones y marcharse con pasos apresurados.
Álvaro tenia un temperamento paranoico, irritable y tendencias violentas.
Ella había presenciado el estado de furia en el que Álvaro podía entrar; sabía lo aterrador que podía llegar a ser Nadie en su sano juicio se arriesgaría a enfrentarlo e ese momento sin sufrir las consecuencias.
En aquel entonces, se fue a Oricalco sin mirar atrás, precisamente para evitar enfrentarse a esa tormenta incontrolable.
Después de todo, ella no era la madre de Álvaro, ¿por qué debería tolerar su pésimo
comportamiento como si fuera su obligación?
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