Capítulo 13
En aquel momento, en Aguamar, Jordana y Lorenzo estaban disfrutando de una cena juntos. Por coincidencia, todos los platillos eran de su agrado, lo que más sorprendió a Jordana no era solo que compartían gustos e intereses similares, sino que Lorenzo también tenía conocimientos sobre pintura, parecía que no había tema del que no pudiera hablar.
La vista del río desde la ventana era impresionante y el ambiente tan agradable que le hizo olvidar el paso del tiempo, aquella llamada desagradable que había recibido Jordana ya era cosa del pasado.
Luego de una cena satisfactoria, ya eran las diez de la noche. Se despidieron cortésmente y ella se levantó para irse.
Lorenzo, siempre caballeroso, se ofreció a llevarla a casa. “¿Te llevo?”
“No, gracias, vine en mi coche.” Rechazó Jordana con un gesto.
Otilia solía manejar un Ferrari para ir al trabajo, y tenía varios autos de lujo acumulando polvo en el garaje. Así que, para esa ocasión, Jordana había elegido manejar uno de sus Porsche.
Lorenzo asintió, “Entonces, hasta mañana.”
“Hasta mañana.” Repuso ella, dándose la vuelta y alejándose sin mirar atrás.
Aunque había aceptado casarse con él, por el momento, Jordana solo sentía admiración por él, sin ningún otro tipo de afecto. Si hubiera mirado atrás, habría visto en los ojos de Lorenzo una mirada intensa, llena de un amor imposible de ocultar.
Al regresar al amplio garaje del apartamento de doscientos metros cuadrados de Otilia, justo al apagar el coche, Jordana recibió un mensaje de WhatsApp de Álvaro: “Cuando te canses de hacer escenas, vuelve.”
¿Escenas? Jordana no pudo evitar sonreír con ironía. Hasta ese momento, Álvaro seguía pensando que ella estaba siendo irracional.
Tres años atrás, creía que el amor podía ganarse con esfuerzo. Ahora, tras chocar con un muro de realidad, había entendido que sin importar cuánto diera, si era a la persona equivocada, nunca sería suficiente.
Había dejado las cosas claras con Álvaro, y cualquier palabra más sería perder el tiempo, así que cerró la conversación y bloqueó su contacto en WhatsApp. Luego, procedió a bloquearlos, tanto a él como a Pamela en su teléfono. Decidida a casarse con Lorenzo, era natural cortar lazos con Álvaro y la familia Zelaya, con la intención de no volver a cruzarse con ellos en su
vida.
Después de hacer todo eso, esperaba sentirse triste, pero, para su sorpresa, se sintió aliviada. Finalmente, no tendría que lidiar con el temperamento asfixiante de Álvaro ni con las críticas y
cuestionamientos de su familia.
Luego, recordando que debía llevar a Lorenzo a conocer a su abuelo, llamó a Hugo. La verdad
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era que, debido a que Ignacio y Verónica estaban demasiado ocupados con sus negocios como para cuidar de ella, Jordana había crecido en el seno de la familia Rubín.
Solo se quedaba ocasionalmente en la casa de la familia Soler, pero nunca por mucho tiempo, pues podía sentir que Verónica no la apreciaba. Sin embargo, su abuelo siempre la había querido mucho. Aunque tanto ella como Otilia eran sus nietas, al haber crecido bajo su cuidado, Jordana siempre había sentido un cariño especial por parte de Hugo.
Después de varios timbres, Hugo finalmente contestó.
Al oír la voz familiar de su abuelo, la voz de Jordana se quebró involuntariamente, “Abuelo, Álvaro y yo hemos terminado.”
Había sido un largo día y aún no había tenido la oportunidad de contarle a Hugo.
“Eso me contó Otilia: Para ser honesto, desde hace tres años que no me gustaron Álvaro ni su familia, sentía que carecían de principios morales. No tener una boda ya fue bastante malo, pero ni siquiera te dieron un estatus mínimo. ¿Cómo podrías ser feliz viviendo en una familia así?
Sin embargo, tenía miedo de que no quisieras escuchar eso y por eso no lo mencioné, pero ahora que te has separado de él, puedo expresarme y siento que fue una buena decisión. No te sientas triste, esto se llama cortar pérdidas a tiempo.”
Hugo había querido decir esas palabras desde hace tiempo, y finalmente las expresó.
“Lo que pasó, pasó y hay que mirar hacia adelante. Eres excepcional y mereces algo mucho mejor. Ese mocoso de Álvaro ni siquiera es digno de ti.”
Hugo no la culpó por su ingenuidad de aquel entonces; en su tono solo había una profunda ternura hacia ella.
Los ojos de Jordana se llenaron de lágrimas involuntariamente.
Tres años atrás, era joven y temeraria, de hecho, no le importó que Álvaro estuviera paralítico, no pensó en su futuro y eligió el amor sin mirar atrás. En aquel entonces, Hugo tampoco la reprendió, solo le dijo que podía irse, pero que debía cuidarse.
Que si la familia Zelaya la trataba mal o si sufría alguna injusticia, debía regresar a Aguamar, donde la puerta de su casa siempre estaría abierta para ella.
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