Capítulo 12 

Jordana era muy consciente de sí misma. 

Aunque no era la “mercancía usada” que Álvaro había mencionado, ya que durante esos tres años, ellos solo compartieron el título de esposos, sin ninguna de las realidades que eso conllevaba. 

Pero ella no se consideraba excepcional, al menos no lo suficiente como para que un hombre tan destacado como Lorenzo se enamorara a primera vista. Entre la multitud de mujeres excepcionales que lo rodeaban a un hombre de su calibre, Jordana pasaría desapercibida. 

Sin embargo, Lorenzo habló en serio, “La verdad es que me enamoré de ti a primera vista. Además, ya no soy ningún joven, y mis familiares no dejan de presionar para que me case. Si estás de acuerdo, mañana mismo puedo llevar a mis padres a tu casa para hablar de matrimonio.” 

Jordana no era una gran creyente del amor a primera vista y también pensaba que, las palabras de los hombres no siempre debían tomarse en serio. 

En su opinión, Lorenzo estaba apurado por casarse debido a la presión familiar. Aunque no podía descifrar por qué la había elegido como su compañera para casarse, estaba segura de que él estaba seriamente comprometido y no lo decía a la ligera. 

Aunque, no se podía negar que se sentía emocionada, ya que él era un hombre sobresaliente y a diferencia de los hijos de familias acomodadas que Jordana conocía, llenos de escándalos, él siempre había sido un modelo de virtud. 

Además, provenía de la familia Galván, una familia con una excelente reputación y tradiciones. En Aguamar, todos conocían a la familia Galván, un linaje centenario con principios sólidos. Cada miembro de esa familia destacaba por su excelencia, siendo Lorenzo uno de los más sobresalientes, sin mencionar que era extremadamente guapo y de gran estatura, cualidades que asegurarían una buena herencia genética para sus futuros hijos. Considerando todos los aspectos de manera racional, sin involucrar los sentimientos, casarse con Lorenzo era, sin duda, la mejor opción. 

Sin embargo, lo que más influyó fue el comentario de Álvaro, “¿crees que después de romper conmigo, algún otro hombre querría casarse contigo?” 

Eso despertó la competitividad de Jordana, ya que era una persona con un fuerte espíritu rebelde y competitivo. ¿Álvaro estaba tan seguro de que no podría vivir sin él? 

Pues le demostraría que incluso después de su ruptura, podría encontrar a un hombre cien veces mejor que él. 

Además, su dedicación podría ser para cualquiera, no solo estaba reservada para él. Si él no estuvo a la altura, podría retirar su afecto en cualquier momento, siendo ella quién tomaba las decisiones. 

Después de pensarlo bien, Jordana bajó la mirada y dijo: “Estoy dispuesta a casarme contigo. 

14:57 

Pero podemos saltarnos el paso de pedir la mano. Mañana te llevaré a conocer a mi abuelo, luego podemos ir directamente al registro civil para formalizar el matrimonio.”” 

Después de su fallida relación con Álvaro, Jordana sentía que el amor no era algo esencial. Sin comida, uno puede morir de hambre, pero sin amor, se puede vivir, como ella en ese momento. 

En cuanto a pedir la mano, dado que había decidido distanciarse de su familia, Jordana prefería no involucrarse demasiado con ellos. 

Inicialmente, tanto ella como Petrona estaban registradas bajo el apellido Rubín, perteneciente a su madre, Verónica. Después, Verónica había cambiado su apellido y el de Petrona a Soler, dejando solo a Jordana con el apellido Rubín. Así que, para el matrimonio, no necesitaba involucrar a la familia Soler, con quienes no tenía una relación oficial. 

Sin embargo, sería una buena oportunidad para llevar a Lorenzo para que Hugo Rubín lo conociera, y de paso pedirle a Santiago Galván los documentos para el registro del 

matrimonio. 

Floridalia. 

Todos los empleados de la Mansión Luna Azul se movían con cautela, como caminando sobre hielo delgado. 

La razón era simple; ese día, el temperamento de Álvaro era tan volátil como una erupción volcánica, aún más intimidante que de costumbre. 

Incluso él se dio cuenta de su propio estado anormal. Aunque, durante esos tres años en que sus piernas estuvieron paralizadas, su temperamento era igualmente violento, nunca como ese día, que se encendía con la menor chispa. 

Se acurrucó en el sofá, con la mirada clavada en el celular. Si la pantalla del celular se apagaba, él la encendía; se iluminaba y luego se oscurecía. 

Ese ciclo se repitió durante casi toda la noche, pero Jordana todavía no había llamado para pedir una reconciliación. 

Antes, bastaba con que él elevase un poco la voz para que ella se acercase, intentando complacerlo de todas las maneras posibles. Pero ahora, durante todo el día, Jordana no le había hecho ni una llamada, ni enviado un solo mensaje. 

Álvaro observaba su celular con una mirada perdida por momentos. Luego, se levantó y subió al segundo piso. Al abrir la puerta del cuarto de Jordana, encontró todo en orden y limpio. 

Ella había llevado consigo todas sus pertenencias, sin dejar nada atrás. Sin embargo, los regalos que él le había hecho estaban colocados en lugares visibles, ordenados 

meticulosamente. 

Con un sonido seco, “ipaf!“, lleno de frustración, el hombre arrojó a un lado la estatuilla de cristal que le había regalado a Jordana. 

El ruido alarmó a Lucía, quien al entrar en la habitación se encontró con el desorden y a Álvaro en el centro de la escena. 

“¡Señor, calmese!” Lucía logró detenerlo a tiempo. 

Aunque Lucía había visto crecer a Álvaro desde pequeño, al encontrarse de repente con sus ojos enrojecidos por la ira, no pudo evitar sentir un escalofrío. Esa fue la primera vez que Lucía se dio cuenta de que, quizás, Álvaro no era tan indiferente hacia Jordana como siempre pretendía.