Capítulo 86
El color abandonó los rostros de Gustavo y sus secuaces al escuchar la voz de Dante. El instinto de huida llegó demasiado tarde, los mercenarios emergieron de las sombras como depredadores, sometiéndolos con eficiencia brutal.
Dante se precipitó al borde del precipicio, sus ojos escudriñando las aguas turbulentas a través del equipo de visión nocturna. El arroyo de montaña rugía debajo como una bestia hambrienta, pero no había señal de Lydia. La imagen de su salto, tan decidido como todos sus actos de rebeldía anteriores, se grabó en su mente como hierro al rojo vivo.
El arrepentimiento lo desgarraba por dentro. Las palabras de Lydia resonaban en su cabeza como campanas fúnebres: “¡No quiero hacerlo!” Pero él, en su arrogancia, la había empujado a esto. Sus promesas de protección se habían convertido en las cadenas que la arrastraron al abismo.
Tarde o temprano habría atrapado a Gustavo, el pensamiento lo torturaba. El sufrimiento de Inés habría sido temporal. ¿Por qué había arriesgado a Lydia? ¿Por qué?
La tormenta en sus ojos se intensificó, las venas de su frente palpitando con furia contenida. Jaime Macías, el líder mercenario, se acercó para recibir instrucciones, pero-
¡SPLASH!
El sonido del cuerpo de Dante cortando el agua congeló la sangre de Jaime. “¡MALDITA SEA!” rugió, corriendo al borde. “¡Se volvió completamente loco!”
Los mercenarios observaban atónitos. El siempre calculador Dante Márquez, saltando a una muerte probable por una mujer. Era inimaginable.
“¡¿Qué están esperando, idiotas?!” La voz de Jaime cortó el aire como un látigo. “¡BÚSQUENLOS! ¡¿Cómo demonios le explicamos esto a Patricio si no los encontramos?!”
El impacto con el agua fue como chocar con cemento. Lydia luchaba desesperadamente contra la corriente, su pierna herida protestando con cada movimiento. Logró romper la superficie, jadeando por aire, pero el río la arrastraba como una muñeca de trapo.
El agua helada se infiltraba en sus pulmones con cada respiración entrecortada. Sus dedos buscaban frenéticamente algo a qué aferrarse en la oscuridad líquida, pero solo encontraban el vacío.
Sentía cómo la vida se le escapaba junto con sus fuerzas. Veintitrés años, pensó con amarga ironía. Siete años desperdiciados con Dante. Los mejores años de mi vida…
Los remordimientos flotaban en su mente como hojas en la corriente. Debería haberse amado más, perseguido sus propios sueños en lugar de orbitar eternamente alrededor de Dante.
Dante, pensó mientras se hundía, si hay otra vida, por favor… déjame en paz. Amarte ha sido agotador…
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Capítulo 86
La oscuridad la envolvía cuando sintió una mano fuerte agarrándola, tirando de ella hacia la superficie. Sus ojos se abrieron vagamente, encontrándose con el rostro desesperado de
Dante.
“¡LYDIA!” Su voz sonaba distante, como a través de un túnel. “ESTOY AQUI! ¡LYDIA!”
Una sonrisa débil curvó sus labios. Qué apropiado, pensó con ironía, que incluso en mis últimos momentos, mi mente conjure su imagen.
Entre la consciencia y la inconsciencia, sentía cómo Dante luchaba contra la corriente, arrastrándola hacia la orilla. Sus manos golpeaban suavemente su rostro, su expresión una máscara de preocupación y determinación.
“Lydia, despierta. Por favor, despierta.”
“Dante…” Su voz era apenas un susurro. “Eres como un fantasma que se niega a dejarme ir…”
La luz de la luna se filtraba a través de las copas de los árboles, iluminando la escena como un cuadro surrealista: dos figuras empapadas al borde de un río turbulento, una luchando por mantener a la otra en el mundo de los vivos, mientras la noche los envolvía como un manto
silencioso.