Capítulo 84
“¡Maldita desgraciada!” El hombre arrancó la máscara de su rostro, sus dedos temblando de rabia mientras marcaba el número de Gustavo. “¡Se escapó!”
La voz de Gustavo explotó a través del teléfono. “¡¿Cómo demonios se te escapó?! ¡Persiguela, idiota! ¡Tiene la pierna lastimada, no puede llegar lejos!”
“¡Está oscuro como boca de lobo, y se metió al bosque! ¿Cómo esperas que la encuentre?”
“¡Envíame tu ubicación!” La furia de Gustavo era palpable incluso a través del teléfono. “Voy para allá con refuerzos. Nos dividiremos para buscar. El dinero no será problema.”
En minutos, el rugido de motocicletas anunció la llegada de Gustavo y su grupo. Cuatro siluetas se recortaron contra la noche, sus sombras proyectándose como demonios sobre el suelo irregular.
Gustavo extrajo su teléfono, sus dedos danzando sobre la pantalla. “Rafael la dejó cojeando, no puede estar lejos. Cien mil extra para quien la encuentre, y aquí tienen un adelanto.” Cincuenta mil transferidos a cada uno, el dinero digital fluyendo como sangre en sus cuentas.
La codicia brilló en los ojos de los cazadores mientras se internaban en la oscuridad del bosque, sus luces cortando la negrura como cuchillos.
Casi simultáneamente, el rugido de motores más potentes anunció la llegada de Dante. Veinte mercenarios profesionales descendieron de vehículos blindados, sus equipos de visión nocturna convirtiendo la oscuridad en día verdoso.
“El dron los rastreó hasta aquí,” informó el líder mercenario. “Tu chica está en el bosque, perseguida por cuatro hostiles.”
El ceño de Dante se profundizó. “Entramos.”
La diferencia entre ambos grupos de búsqueda era como comparar lobos con perros callejeros. Los mercenarios se movían como sombras entrenadas, leyendo el terreno como un libro abierto. Uno a uno, los secuaces de Gustavo fueron cayendo, sus habilidades de ladrones de poca monta insignificantes contra profesionales de la muerte.
Mientras tanto, Lydia se arrastraba por el suelo montañoso, cada movimiento una batalla contra el dolor. Sus manos sangraban por los cortes de ramas y piedras, su vestido hecho jirones, pero el terror era un motor más poderoso que el dolor.
El bosque parecía infinito, una masa viviente de sombras y sonidos amenazantes. Cada crujido podía ser un depredador, cada susurro del viento podía ocultar pasos acercándose. Pero no podía detenerse – caer en manos de Gustavo sería peor que cualquier bestia salvaje.
Sus dedos se aferraban a raíces y rocas mientras seguía ascendiendo, ignorando el fuego en su pierna herida. El sudor y la tierra formaban una máscara sobre su rostro, mezclándose con lágrimas involuntarias de dolor y miedo.
Capitulo 84
“¡Gustavo, aquí hay huellas frescas!”
El grito heló la sangre en sus venas. La voz de Gustavo estaba demasiado cerca, su risa enfermiza rebotando entre los árboles. Lydia contuvo la respiración, su corazón latiendo tan fuerte que temía que la delatara.
Se aferró a una rama, impulsándose hacia arriba en silencio mortal. El suave murmullo del agua llegó a sus oídos, y de repente… nada. Su pie buscó apoyo y encontró el vacío.
La luz de la luna, emergiendo finalmente entre las nubes, reveló su situación con cruel claridad: había llegado a un precipicio. Detrás, las voces y luces de sus perseguidores se acercaban inexorablemente. Delante, solo el vacío y el sonido distante del agua.
Una sonrisa amarga curvó sus labios. Ni siquiera el destino está de mi lado, pensó mientras las pisadas se acercaban.
El haz de luz de un celular la encontró, iluminándola como un espectro acorralado. La sonrisa de Gustavo era la de un depredador saboreando su presa.
“Lydia,” su voz goteaba satisfacción enfermiza. “¿A dónde piensas correr ahora?”
La luz bailaba sobre su figura desaliñada, revelando la desesperación en sus ojos y la determinación en su postura. Entre el depredador y el vacío, Lydia se encontraba en el filo del destino, cada segundo pesando como una eternidad mientras decidía su próximo movimiento.