Capítulo 82
Los pensamientos de Gustavo se retorcían como serpientes en su mente mientras observaba a Inés. Antes, Lydia había sido prescindible para Dante, una figura que podía ignorar a voluntad. Ahora… ahora tenía que morir.
Una sonrisa sutil curvó sus labios. “No te preocupes, te lo aseguro.”
En el fondo de su mente distorsionada, Gustavo saboreaba una ironía macabra. Había poseído a Inés, la mujer de sus sueños, y ahora… si ella terminaba con Dante como tanto deseaba, ¿no significaba eso que el gran Dante Márquez tendría que conformarse con una mujer que él ya había mancillado? La idea le provocaba un placer perverso. El todopoderoso Dante, siempre tan altivo, reducido a recoger sus sobras.
Y Lydia… sus ojos brillaron con un destello depredador. Si Dante iba a tener a su mujer, ¿qué había de malo en que él tomara algo que le había pertenecido a Dante? Lydia era innegablemente hermosa. Una compensación más que adecuada, pensó, relamiéndose mentalmente.
Por supuesto, cumpliría su promesa a Inés, Lydia desaparecería para siempre. Pero antes… antes se permitiría un poco de diversión.
El reloj marcaba las ocho en punto cuando los faros del auto de Dante iluminaron el punto de encuentro. La noche había extendido su manto sobre la ciudad, convirtiendo las sombras en cómplices silenciosos.
[Ya estamos aquí.] El mensaje de Dante brilló en la pantalla.
La llamada de Gustavo fue inmediata. “Baja del coche con Lydia.”
Dante emergió del vehículo con Lydia en brazos, seguido por Rafael. La tensión en el aire era palpable, espesa como niebla venenosa.
“Entrégasela a Rafael,” ordenó Gustavo. “Que la ponga en su coche.”
Una risa amarga escapó de los labios de Lydia, su aliento cálido rozando el oído de Dante. “¿Estás seguro de que quieres entregarme a Rafael?” Sus palabras destilaban veneno. “Si fue capaz de atropellarme por Inés, ¿qué más estará dispuesto a hacer?”
“No te preocupes, estoy aqui. La voz de Dante intentaba ser tranquilizadora, pero sonaba hueca incluso para él mismo.
“¿Y de qué me sirve eso?” La risa de Lydia era puro desdén. “Mi situación actual es tu obra maestra. No estoy tranquila precisamente porque estás tú.”
Las palabras se clavaron como agujas en Dante, pero sabía que cualquier explicación sería inútil ahora. Con reluctancia visible, extendió los brazos hacia Rafael.
Lydia apartó la mano de Rafael como si su toque quemara. “Lo haré yo misma.” Su voz era
hielo puro mientras cojeaba hacia el auto. El golpe había sido calculado con precisión médica, suficiente para limitarla, pero no para incapacitarla completamente.
Rafael abrió la puerta trasera. La mirada que Lydia le lanzó podría haber congelado el infierno. “¡Eres despiadado!”
Un empujón brusco la introdujo en el vehículo. “¡Rafael!” La advertencia en la voz de Dante era clara como un cristal,
Entonces sucedió. Los ojos de Lydia encontraron los de Dante a través de la ventanilla, una sonrisa enigmática bailando en sus labios. Algo en esa expresión hizo que las alarmas sonaran en la mente de Dante.
El rugido del motor explotó en la noche. El auto retrocedió violentamente mientras una figura saltaba del asiento del conductor, llevándose el vehículo – y a Lydia – en una maniobra perfectamente coordinada,
La comprensión golpeó a Dante como un puñetazo al estómago. Su puño encontró la mandíbula de Rafael con fuerza brutal. “¡Bastardo!”
Todo había sido una trampa elaborada. El cómplice había estado escondido en el auto de Rafael desde el principio. Lydia lo había visto al ser empujada dentro, por eso esa última mirada, esa sonrisa cargada de burla, Mira, parecía decirle, este es el resultado de la confianza que me pediste. ¿Satisfecho?
Dante se lanzó hacia su auto, la adrenalina corriendo por sus venas como fuego líquido. Pero antes de que pudiera arrancar, un camión masivo emergió de la nada, bloqueando completamente la única vía de escape.
La trampa se habia cerrado perfectamente, dejándolo impotente mientras el auto que llevaba a Lydia desaparecía en la noche, tragado por la oscuridad como un fantasma en las sombras.
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Capítulo 83