Capítulo 60
Rafael observaba a Lydia con atención clínica, notando algo diferente en ella, una nueva cualidad que no podía precisar pero que alteraba toda su presencia. Era como si bajo su aparente docilidad se ocultara una corriente subterránea de determinación.
Mientras tanto, en la entrada del restaurante, Dante sostenía una conversación que cambiaría el curso de la noche.
“Señor presidente.” La voz de Sergio sonaba clara a través del teléfono.
“Estos últimos años, siempre le pedí a Gustavo que le comprara regalos a Lydia durante las fiestas. Lydia dice que no ha recibido nada. Investiga a dónde fue a parar todo eso, el dinero.” La voz de Dante era hielo puro.
Al otro lado de la línea, Sergio contuvo el aliento. La gravedad de la situación era abrumadora. Los regalos que Dante destinaba a Lydia eran pequeñas fortunas, y si ninguno había llegado a su destino… La imagen del nerviosismo de Gustavo durante la llamada sobre la demanda
cobraba nuevo sentido.
“Entendido, señor presidente.”
Dante colgó, sus puños apretados revelando la tormenta interior que lo consumía. La traición de Gustavo era más profunda de lo imaginado. ¿Cuánto daño habría causado a su relación con Lydia? No era de extrañar que ella hubiera perdido toda expectativa en él.
Masajeándose las sienes, la culpa lo carcomía. Había delegado algo tan personal en su asistente, sin molestarse en verificar. Y ahora, el regalo que acababa de darle a Lydia permanecía sin abrir, como si ella ya no esperara nada significativo de su parte.
Con pasos pesados, se dirigió hacia la sala privada número ocho. La escena que encontró al abrir la puerta hizo que su ceño se frunciera instantáneamente: Inés y Rafael, sentados junto a Lydia, como actores en una obra que no había planeado.
“¿Cómo es que están aquí?”
Rafael extendió las manos en un gesto de falsa inocencia. “Inés estaba de mal humor, me pidió que la trajera a comer. Ya que antes traías a Inés aquí, entramos, y no esperábamos encontrarnos con Lydia, esto sí que es un encuentro muy afortunado.”
“Dante, ¡ven y siéntate!” La voz de Lydia sonaba extrañamente animada. “Comer es más divertido con más gente.”
Se sentó junto a Lydia en silencio, mientras Inés lo miraba con ojos cristalinos, al borde del Ilanto. “Dante, lo siento, entré sin permiso, no sabía que tenías una cita con Lydia, ¿podrías no enojarte conmigo, por favor?”
“No estoy enojado.” Su voz era un témpano, su rostro una máscara de indiferencia que contradecía sus palabras.
13:40
Capítulo 60
“Dante…” El susurro dolido de Inés flotó en el aire como una súplica.
Lydia observaba la escena con una fascinación apenas disimulada, como quien contempla un plan desarrollándose exactamente según lo previsto. El sonido repentino de la lluvia golpeando contra las ventanas pareció una señal del cielo, un telón de fondo perfecto para el drama que estaba por desatarse.
Incapaz de soportar más la frialdad de Dante, Inés se levantó abruptamente y corrió hacia la salida, las lágrimas mezclándose con la lluvia que la esperaba afuera.
“¡Inés, Inés!” El grito de Rafael resonó en la sala, antes de volverse hacia Dante con
desesperación. “Dante, Inés no puede mojarse por su condición, ¿vas a quedarte ahí parado viendo cómo se muere?”
El aire se congeló en la sala. La lluvia golpeaba con más fuerza contra los cristales, como un recordatorio persistente de que el tiempo se agotaba. Las miradas se cruzaron en un momento de tensión insoportable: Rafael desesperado, Dante imperturbable, y Lydia… Lydia observando todo con una calma que parecía fuera de lugar, como si cada momento de esta escena hubiera sido orquestado para su satisfacción.
La velada había avanzado, y la tormenta, tanto en el ambiente como en sus corazones, parecía estar a punto de estallar.