Capítulo 6
Lydia sonrió para sus adentros. Contactarla sería imposible, había arrojado su celular a un foso al abandonar Nueva Castilla. El nuevo, comprado con una tarjeta SIM anónima, era su pequeño acto de rebeldía. Ni siquiera Dante, con todo su poder y recursos, podría rastrearla. Aunque
claro, pensó con amargura: tampoco es que él vaya a molestarse en buscarme.
…
Gustavo se arrastró hasta su auto, su cuerpo protestando con cada movimiento. Con manos temblorosas, marcó el número de Dante.
“Señor, la señorita Aranda no quiere regresar.”
El silencio al otro lado de la línea fue tan denso que podría cortarse con un cuchillo.
“Señor,” aventuró Gustavo con cautela, “si la señorita Aranda no quiere volver, tal vez deberíamos…”
“¡Gustavo!” La voz de Dante cortó el aire como un látigo helado.
El asistente se quedó paralizado.
“Encuentra una manera,” ordenó Dante, su tono gélido y autoritario. “Tráela de vuelta. Puedes suplicarle.”
Tras decir eso, colgó el teléfono.
Gustavo se quedó sentado en el auto, pálido, apretando fuertemente el celular en su mano. Cumpliría la orden de Dante, cueste lo que cueste. Por un lado, Dante pagaba bien. Por otro lado, necesitaba permanecer cerca de Dante para conseguir información sobre Inés.
Respiró hondo y se dijo a sí mismo: “¡Aguanta, Gustavo Galarza!”
Lydia escuchó nuevamente el sonido de la puerta, pensando que esta vez sí era el repartidor. Pero al abrir, se encontró con el rostro amoratado de Gustavo, arruinando su buen humor
instantáneamente.
“¿Todavía no te has largado?”
Gustavo, tragándose su orgullo, realizó una profunda reverencia. “Señorita Aranda, me disculpo por mi comportamiento anterior. El señor Márquez realmente se preocupa por usted. La espera en Nueva Castilla, por favor, regrese conmigo.”
Lydia observó con asombro la flexibilidad del hombre. El poder del dinero, pensó con ironía. Y por supuesto, su adoración por Inés.
La sorprendió que Dante hubiera ordenado a Gustavo humillarse así. ¿Tanto le dolía perderla? Qué lástima que fuera demasiado tarde. Su relación siempre había sido desequilibrada, ella llorando, haciendo berrinches, incluso huyendo para llamar su atención. Como aquella vez que pasó un mes sola en un hotel, esperando una llamada que nunca llegó. Al final, regresó por su cuenta, humillada y derrotada.
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Capitulo 6
Ahora que finalmente había soltado esa relación, ¿por qué Dante insistía en perseguirla? No lo entendía, y francamente, ya no quería entenderlo.
Cerró la puerta en la cara de Gustavo, quien se plantó obstinadamente afuera. Como un perro guardián, pensó con fastidio. Conociendo la tenacidad del asistente principal de Dante, no se rendiría fácilmente. Pero tampoco duraría eternamente – solo tenía que aguantar unos días.
Con una mochila al hombro, se escabulló por la puerta trasera.
Después de un día entero sin señales de Lydia, Gustavo supo que algo andaba mal. Usando los recursos del Grupo Márquez, descubrió que ya había aterrizado en Puerto Solano.
¿Realmente había huido?
Un dolor punzante le atravesó las sienes. Tenía la inquietante sensación de que todo se estabal saliendo de control, avanzando hacia territorio desconocido…
