Capítulo 56
“¡Qué alivio!“, respondió Lydia con una sonrisa forzada, las palabras saliendo automáticamente para apaciguar al hombre que se había convertido en su carcelero. No había nada que preguntar sobre la noche anterior; había sido una imposición, una violación de su voluntad que ninguna pretensión de ternura podría justificar.
Dante soltó una risita satisfecha. “Entonces, continuamos esta noche.”
El cuerpo de Lydia se tensó involuntariamente. ¡Ni pensarlo! La noche anterior había sido un descuido, una sorpresa brutal de ver cómo el altivo e inalcanzable Dante podía descender a tales niveles de bajeza. ¿Y ahora pretendía continuar?
El sonido del celular de Dante cortó el aire como una navaja, salvándola momentáneamente.
“Ah, ya veo, iré enseguida“, respondió él a la llamada. “Que el subdirector se encargue del viaje de negocios, no tengo tiempo.” Una pausa. “Ah, intentaré hacer espacio este mes. ¿Qué asunto importante es ese…?”
Sus ojos se posaron en Lydia con una ternura que le provocó náuseas. “Voy a comprometerme.” La mano de Lydia se tensó sobre la cuchara, pero mantuvo su rostro impasible, una máscara de indiferencia perfeccionada por años de práctica.
Dante depositó un beso en su mejilla. “Tengo asuntos de la empresa que atender, te recogeré por la noche para ir a cenar.”
Cuando Lydia intentó hablar, él la interrumpió con autoridad: “No te permito rechazar.”
Sus puños se apretaron bajo la mesa. “Está bien.”
La sonrisa en el rostro perfecto de Dante se profundizó. “Buena chica.”
Se levantó entonces, su figura esbelta y distinguida como la de un dios griego, una belleza que antes la había cegado, impidiéndole ver la locura que acechaba en su interior.
Solo después de que Dante se marchó, Lydia pudo respirar profundamente. Josefina apareció entonces, con preocupación maternal en sus ojos.
“Señorita Lydia, el señor Márquez… ¿no te golpeó anoche, verdad?”
Una risa amarga escapó de los labios de Lydia. “Josefina, puedes estar tranquila. Aunque Dante se enoje, nunca perdería la clase hasta el punto de golpear a una mujer.”
No, sus métodos eran más sutiles, más crueles.
Al encender su nuevo celular, encontró todas las aplicaciones ya instaladas por Dante, otro recordatorio de su control obsesivo. Apenas conectó WhatsApp, una cascada de notificaciones inundó la pantalla.
Los mensajes de Guzmán destacaban por su dulce consideración:
Capítulo 56
“Llegué a casa.” (23:00) “¿Ya te dormiste?” (23:10) “Buenos sueños, buenas noches.” (23:15)
La educación, cortesía y respeto emanaban de cada palabra, un contraste brutal con la locura depredadora de Dante. ¿Cómo pudo haberse enamorado alguna vez de alguien tan diferente?
Refugiandose en un rincón, escribió a Guzmán: “He decidido sobre el asunto de estudiar en el extranjero. Iré.”
La respuesta fue instantánea: “¿Te molestó anoche?”
El corazón de Lydia se encogió al ver la perspicacia de Guzmán. Desde la noche anterior, él había estado esperando su mensaje, y ahora, a la una de la tarde, su primera comunicación era esta decisión repentina. Antes había mostrado solo incomodidad ante las propuestas de estudiar fuera, pero algo había cambiado. Guzmán lo percibía, como siempre percibía cada
matiz de su estado de ánimo.
La diferencia era demoledora: Guzmán notaba cada cambio en su humor después de meses de amistad, mientras Dante no había conseguido entenderla en siete años de relación. Qué desperdicio de sinceridad y devoción.
“¡Quiero irme a estudiar en el extranjero!“, escribió con desesperación apenas contenida. “Por favor, Guzmán, ayúdame con el trámite. Cuanto antes, mejor.”
Guzmán no preguntó por qué. No necesitaba hacerlo. Su simple “Está bien” contenía más comprensión y apoyo que todas las falsas ternuras de Dante.
En ese momento, Lydia supo que había encontrado su vía de escape. El estudio en el extranjero ya no era solo una oportunidad académica; era su boleto hacia la libertad, lejos de la locura de Dante y su control asfixiante. Solo necesitaba aguantar un poco más, mantener la fachada de sumisión mientras los planes se concretaban. La libertad estaba al alcance de su mano, y esta vez, no dejaría que nada ni nadie se la arrebatara.