Capítulo 52
No era necesario responder. Lydia lo sabía, y aun asi, Dante insistia. La pantalla de su celular se iluminó nuevamente con otra videollamada, como si él se negara a aceptar esta nueva realidad donde ella ya no estaba a su disposición. Con un gesto que mezclaba hastio y determinación, Lydia no solo rechazó la llamada, sino que procedió a bloquearlo, sus dedos moviéndose con la firmeza de quien cierra una puerta para siempre
En el invernadero, la máscara de control de Dante se agrieto. Su rostro, habitualmente impasible, se contorsionó en una mueca de furia mientras contemplaba el mensaje automático en su pantalla: “No es posible realizar esta llamada“. Su aura hostil parecía hacer vibrar los cristales del invernadero, como si la estructura misma temiera su ira.
“¿Por qué no respondes los mensajes ni las llamadas?”
La respuesta fue contundente: un signo de exclamación rojo. ¡Bloqueado! La palabra resono en su mente como una bofetada.
Como si el destino quisiera burlarse de él, Roberto le envio un video en ese momento. Las imágenes eran como sal en la herida: Lydia mirando su teléfono sonar, su rostro mostrando una irritación que nunca se había atrevido a expresar frente a él. La vio ignorar deliberadamente la llamada, sus delicadas facciones tensas con un desdén que le resultaba insoportable. Y luego, el gesto final: apagar el teléfono, como quien apaga una molesta luz
¿Irritación? ¿Se atrevía a mostrar desprecio porque él interrumpia su cita con otro hombre?
“Lydia, esto te lo buscaste!”
“Bang!”
El celular voló de su mano como un proyectil estrellandose contra el cristal templado del invernadero El impacto fue brutal el dispositivo se fragmentó en mil pedazos, y un trozo afilado rozó su frente, dejando una linea carmesi. Pero Dante no sentia el dolor fisico, la furia que to consumia por dentro era más intensa que cualquier henda superficial. Era un tornado de emociones que amenazaba con arrasar todo a su paso, incontrolable, devastador.
Mientras tanto, en un universo paralelo de paz y normalidad, Lydia guardaba su celular apagado en el bolso, sintiendo como el mundo se volvia instantáneamente más tranquilo. La ausencia de Dante en su vida digital era como quitar un peso de sus hombros. Reflexiona con cierta monia que probablemente habian pasado años desde la última vez que el se habia molestado en hacerle una videollamada. Su repenting interes solo servia para confirmar que habla tomado la decision correcta
Guzman, testigo silencioso de toda la escena con el telefono, mantuvo un discreto silencio que Lydia agradeció profundamente. Su consideración, esa capacidad de respetar sus espacios sin exigir explicaciones era porno un balsamo para su alma La sensibilidad de Guzmán la hacia sentir respetada valorada como persona y og como posesión.
Con el teléfono apagado y el mundo de Dante temporalmente silenciado, la cena fluyó con una
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Capitulo 52
calidez natural. Las horas se deslizaron como agua entre sus dedos, y cuando se dieron cuenta, el reloj marcaba más de las nueve.
Guzmán, aunque visiblemente reacio a que la noche terminara, mantuvo la compostura que lo caracterizaba. “Te llevo“, ofreció con esa gentileza suya que nunca pretendía impresionar.
“Entonces, te agradezco, Guzmán.” La respuesta de Lydia fue suave, agradecida.
“Es lo menos que puedo hacer, me has invitado a una gran cena, llevarte a casa es mi responsabilidad.” No era una frase ensayada; en sus labios, sonaba a verdad simple y llana.
Una sonrisa genuina se desplegó en el rostro de Lydia, tan natural como el amanecer.
Al llegar a su casa, Lydia se detuvo en la puerta, su mano levantada en un gesto de despedida que contenía más promesas que palabras. “Envíame un mensaje cuando llegues a casa, Guzmán, para que esté tranquila.”
“Entonces tendrás que encender tu celular“, bromeó él, con ese humor gentil que la hacía sentir ligera.
La risa de Lydia sonó cristalina en la noche. “Lo encenderé al llegar a casa.”
Permaneció en la entrada, observando cómo el auto de Guzmán se alejaba hasta perderse en la oscuridad. Solo cuando las luces traseras se desvanecieron completamente, se giró hacia la puerta, sacando su celular.
Fue entonces cuando todo cambió.
Una mano grande surgió de la penumbra del interior, arrebatándole el teléfono con violencia. El movimiento fue tan repentino que apenas pudo registrarlo antes de ver su celular describir un arco perfecto en el aire, para terminar hundiéndose en el estanque de la entrada con un chapoteo burlón.
Lydia abrió los ojos, la incredulidad dando paso rápidamente a la furia. Su mirada se clavó en la figura que emergía de las sombras, reconociendo esa silueta que alguna vez le había parecido protectora y ahora solo resultaba amenazante.
“Dante, ¿estás loco?”
La pregunta resonó en el aire nocturno como una declaración de guerra.
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