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Capítulo 5
Lydia apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos. El dolor que Gustavo había intentado provocar era como una daga retorciéndose en su pecho, pero esta vez era diferente. Ya no era la misma mujer que se dejaba pisotear, la que rogaba por migajas de atención.
La verdad la golpeó con una claridad demoledora: nunca había logrado calentar el corazón de Dante. Si él realmente la hubiera querido, jamás habría permitido que su asistente la tratara con semejante desprecio. Había sido ella misma quien se había colocado en esa posición de vulnerabilidad, permitiendo que el círculo de Dante la tratara como a una insignificancia.
Antes de amar a alguien más, debía aprender a amarse a sí misma.
Con una sonrisa tenue, señaló hacia el segundo piso. “Mira, ¿qué es eso?”
Cuando Gustavo alzó la vista, sus pupilas se contrajeron al identificar la cámara de seguridad. El color abandonó su rostro.
“¿Qué crees?” Lydia cruzó los brazos, una sonrisa sardónica bailando en sus labios. “Si envío tus pequeñas amenazas a Dante, o mejor aún, las subo a internet, ¿qué pasaría? No eres más que un perro faldero bien vestido, ¿quién te dio el derecho de hablarme así?”
La furia deformó las facciones de Gustavo. Esta no era la Lydia que conocía, la chica sumisa que agachaba la cabeza ante cualquier insulto.
“Te lo diré una sola vez,” continuó ella, su voz firme como acero. “Lo mío con Dante terminó. No quiero saber nada de ti ni de nadie cercano a él. Vete ahora y fingiré que nunca viniste. De lo contrario, todos conocerán tu verdadera cara.”
Gustavo hervía de rabia, pero el miedo a que su comportamiento se hiciera público, especialmente que llegara a oídos de Dante, pesaba más que su orgullo. Después de todo, insultar a la ex prometida de su jefe equivalía a faltarle el respeto al mismo Dante.
“Mejor asegúrate de cumplir tu palabra,” escupió entre dientes, lanzando una última mirada venenosa a la cámara. “Deberías saber tu lugar; jamás podrás compararte con la señorita Monroy. ¡No eres digna de Dante!”
“¡Lárgate, imbécil!”
La mención de Inés le revolvió el estómago. Era cierto, nunca había estado a la altura de Inés. ¿Por qué otra razón Dante la habría abandonado repetidamente?
Mientras Gustavo se daba la vuelta para marcharse, Lydia no pudo contener una sonrisa maliciosa. “¡Ten cuidado de no caer de cara!”
Como si sus palabras hubieran sido una profecía, el corpulento asistente tropezó y se desplomó de manera aparatosa, aterrizando directamente sobre su rostro. Cuando se incorporó, su nariz estaba magullada y su cara comenzaba a hincharse.
“¡Bruja!” masculló, cojeando al alejarse.
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Capitulo 5
Los ojos de Lydia se abrieron con asombro. Su don “El Susurro del Infortunio“, esa extraña habilidad para predecir desgracias que había tenido desde niña, había regresado. La misma que Dante tanto había despreciado, obligándola a reprimirla hasta que desapareció.
¡Quién iba a pensar que ahora había vuelto!
De hecho, había tenido un presentimiento estos últimos días.
Usar a Gustavo como prueba había sido un mero experimento. Y había resultado cierto.
Originalmente, lo peor que le habría pasado a Gustavo era caerse. Pero su mala voluntad hacia Lydia había intensificado el resultado.
¡Con la nariz magullada, la cara hinchada y una pierna lesionada!
Lydia escupió hacia su silueta desapareciendo.
“¡Bien merecido!” murmuró, escupiendo en su dirección antes de regresar a su jardín.
Su tranquila vida de jardinería la esperaba, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía completamente ella misma.
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