Capítulo 38
El aire fresco de la calle golpeó el rostro de Lydia apenas salió del edificio de AVE Global. No había dado ni tres pasos cuando su celular vibró en su bolso. Era Silvia.
“¿Qué pasó?” contestó, intentando mantener un tono ligero.
“¿Acabas de salir de AVE Global?” La voz de Silvia tenía ese filo particular que Lydia conocía tan bien, el que usaba cuando sabía algo jugoso.
Lydia se detuvo en seco. “¿Cómo…?”
“Por favor,” Silvia soltó una risa seca. “Tú y Dante siguen siendo el chisme del momento en Nueva Castilla, más después del fiasco de la fiesta de compromiso. La gente prácticamente les toma fotos hasta cuando respiran. En el momento que entraste con él a AVE Global, los grupos de WhatsApp del círculo explotaron.”
Lo que Silvia se guardó era aún más amargo: las apuestas. El entretenimiento favorito de la alta sociedad de Nueva Castilla había sido apostar sobre ellos. Primero, apostaron que después de la humillación en la fiesta, Lydia volvería arrastrándose a Dante. Cuando eso no sucedió, cambiaron las apuestas: ¿Cuánto tardarían en anunciar una nueva fecha para la fiesta de compromiso?
Seis meses. Llevaban seis meses especulando, y ahora esto, Dante llevando personalmente a Lydia a la empresa, el mismo lugar que siempre había sido territorio prohibido para ella. La noticia era como gasolina en el fuego de los chismes.
Lydia no necesitaba que Silvia lo dijera explícitamente. Podía imaginar perfectamente los mensajes circulando, las teorías, las apuestas renovadas. No era la primera vez que su vida personal se convertía en el espectáculo del momento.
Años atrás, esto la habría destrozado. Se habría empeñado en demostrarles a todos que estaban equivocados, que ella y Dante estaban destinados a ser felices juntos. Pero siete años de decepciones le habían enseñado que la terquedad frente a la duda colectiva solo llevaba a
más dolor.
“¿Cuánto apostaste esta vez?” preguntó con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
El sonido de un golpe resonó a través del teléfono, Silvia probablemente había azotado algo contra su escritorio. “¡lba a apostar que en tres días todo se acababa, pero ahora Dante anda con sus locuras y no te suelta!”
La frustración en su voz era palpable. Esta vez, Silvia había visto la determinación en su amiga, había estado segura de que por fin se liberaría de Dante.
“¿Qué está pasando con él?” continuó Silvia. “¿De verdad se enamoró ahora o qué?”
Lydia dejó escapar una risa que sonaba más a resignación que a diversión. “¿Sabes? Antes creía que me amaba. Ahora veo las cosas diferentes. Dante es puro sentido del deber, me
siente como una responsabilidad desde que me atravesé para recibir esa puñalada por él. Pero
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Capitulo 38
tranquila, lo conozco. Alguien tan orgulloso como él no va a aguantar mucho tiempo rebajándose. Con que lo ignore lo suficiente, se hartará y me ofrecerá dinero para que me vaya.”
Después de todo, pensó Lydia, el corazón de Dante era como una bóveda bancaria: frío, sellado y dedicado exclusivamente a su imperio empresarial. Nunca había tenido tiempo para consolarla, para estar verdaderamente con ella. Lo que veía ahora no era amor, era culpa. Y la culpa, como cualquier otra emoción en Dante, tenía fecha de caducidad.
Solo era cuestión de tiempo antes de que sus rechazos lo cansaran, antes de que su paciencia se agotara. Entonces, dejarla ir sería tan natural como cerrar un contrato más.
Sí, conocía a Dante. Lo conocía demasiado bien.
Apenas terminó la llamada con Silvia, su teléfono vibró de nuevo. Esta vez era una videollamada de WhatsApp, Dante. Lydia miró la pantalla con una mezcla de cansancio y determinación. El icono de su foto de perfil parpadeaba, esperando una respuesta que no llegaría.
¡lgnorar!
Una sonrisa irónica se dibujó en sus labios mientras dejaba que la llamada expirara. Si algo había aprendido en siete años, era precisamente eso: ignorar. Era hora de que el gran Dante Márquez, el hombre que siempre mantenía su distancia y dignidad, probara un poco de su propia medicina.
¿Cuánto tiempo podría mantener esta farsa de preocupación? ¿Cuánto tardaría en mostrar su verdadera cara?
Dante observó cómo la llamada se cortaba automáticamente. Su rostro, reflejado en la pantalla oscura del celular, no traicionaba emoción alguna. Entendía perfectamente lo que significaba ese silencio: Lydia no solo se negaba a contestar, estaba declarando la guerra.
Y por primera vez en su vida, Dante Márquez no estaba seguro de poder ganar esta batalla.
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