Capítulo 3
La semana pasó volando.
El avión privado de Dante aterrizó en Nueva Castilla, donde ya lo esperaba un Maybach negro reluciente. Mientras se acomodaba en el asiento de piel, consultó su Rolex: la hora perfecta para cenar.-
“Gustavo, márcale a Lydia. Vamos a Tavola Dorata.”
Su asistente, siempre impecable en su traje oscuro, asintió con esa formalidad que lo caracterizaba.
“Como usted diga, señor.”
El tono de llamada resonó en el aire acondicionado del auto. Una, dos, tres veces… solo silencio.
Gustavo frunció el ceño, la preocupación arrugando su frente. “Señor, la señorita Aranda no contesta.”
Dante apretó los labios, sus dedos jugando distraídamente con una caja de joyería. Dentro descansaba un collar de diamantes en forma de sol que había encontrado en una subasta en Seattle. Las piedras preciosas destellaban como gotas de luz congelada.
Al verlo, había pensado inmediatamente en Lydia. Ella era así: radiante, cálida, un pequeño sol en su vida ordenada.
Lo del compromiso había sido un error, lo admitía. Debía una disculpa.
Pero este silencio… esta rebeldía… La molestia comenzó a burbujear en su interior. Odiaba cuando Lydia se ponía en este plan, cuando jugaba a la digna. ¿No entendía lo ocupado que estaba? No tenía tiempo para andar tras ella como quinceañero enamorado.
Con un movimiento brusco, cerró la caja.
“A la villa.”
“Como ordene, señor.”
El auto se deslizó hasta detenerse frente a la mansión. Dante bajó, su rostro una máscara de hielo.
La villa bullía con la actividad usual de la servidumbre, pero solo Josefina permanecía dentro, ocupada en la cocina.
“¿Y Lydia?” preguntó Dante mientras se quitaba el abrigo.
La preocupación ensombreció el rostro maternal de Josefina.
“Ay, señor… La señorita no ha regresado desde aquella vez. Le he marcado mil veces, pero nomás no contesta. Me da pendiente que vaya a hacer una locura…”
1/3
13:34
De toda la servidumbre, Josefina era quien más quería a Lydia. La cancelación del compromiso la tenía con el Jesús en la boca, temiendo que la muchacha pudiera hacer algo impulsivo.
Dante frunció el ceño, pero su voz no perdió firmeza.
“No lo hará.”
Lydia era pura luz, siempre con una sonrisa lista y el ánimo por las nubes. Alguien así no se rendiría tan fácil.
Seguro estaba ardida por lo del compromiso, nada más.
Con un suspiro, sacó su celular y tecleó:
“Regresa. Te armo un compromiso el doble de grande.”
El mensaje se envió… y rebotó con un signo de exclamación rojo.
¡Lo había bloqueado!
Una risa incrédula escapó de sus labios. Lydia había hecho sus dramas antes, pero ¿bloquearlo? Esta sí era nueva.
¿Tanto coraje traía?
Pero no sentía urgencia, solo diversión. Era obvio que Lydia lo adoraba. Todo esto no era más que un berrinche elaborado.
“Gustavo,” llamó a su asistente. “Localízame a Lydia.”
Para alguien con el poder de Dante en Nueva Castilla, encontrar a una persona era pan comido. Todo dejaba rastro: vuelos, cámaras, registros.
No tardó nada en tener respuesta.
“Señor, la señorita voló a San Gregorio. Está en su casa de antes.”
Gustavo le mostró los registros del vuelo y las imágenes de las cámaras de seguridad.
Dante soltó un bufido entre divertido y exasperado.
“¿Neta? ¿Tanto drama?”
¿Regresó hasta su pueblito?
“Gustavo, ve por ella.”
Este berrinche se había salido de control. Mejor mandar a su mano derecha personalmente.
“Como ordene, señor.”
Mientras tanto en San Gregorio, Lydia había pasado una semana en paz absoluta.
El jardincito de su casa, abandonado por tanto tiempo, estaba más seco que el desierto de
233
13-34
Capitulo 3