Capítulo 28
Lydia enderezó los hombros, forzando una sonrisa tensa. “Guzmán, lamento haberte molestado a estas horas. Te compensaré con una comida otro día.” Sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su blusa. “Ya me voy, tú también deberías descansar. Te he causado demasiadas molestias hoy.”
La vergüenza teñía cada una de sus palabras. Guzmán asintió con su característica amabilidad.
“No es molestia alguna. Siempre puedes contar conmigo, sin importar la hora.” Su voz transmitía una calidez reconfortante. “Envíame un mensaje cuando llegues, para estar
tranquilo.”
“Claro, Guzmán. Nos vemos.”
“Hasta pronto.”
Lydia observó el Maybach de Dante con resignación. No deseaba subir, pero discutir a estas horas sería aún más agotador. La tensión que emanaba de Dante últimamente era algo que prefería evitar. “Si tengo que regresar con él, que así sea“, pensó, deslizándose en el asiento
trasero.
“Me voy primero, luego nos vemos,” se despidió de Silvia con un gesto rápido.
“Cuídate,” respondió su amiga.
El Maybach se alejó con elegancia por las calles nocturnas. El ambiente dentro del vehículo era tan denso que hasta el chofer parecía contener la respiración. Dante permanecía sentado con el ceño fruncido, mientras Lydia fingía absorción total en su teléfono, ignorando deliberadamente el mal humor que irradiaba su acompañante.
Al llegar a la villa, Lydia salió del auto sin una palabra y se dirigió directamente a su habitación. Justo cuando iba a cerrar la puerta, una mano fuerte la detuvo. Se giró para encontrar a Dante bloqueando la entrada, su figura imponente proyectando una sombra amenazante. La furia apenas contenida distorsionaba sus rasgos perfectos.
“¿Por qué no me llamaste?” Su voz sonaba peligrosamente controlada.
Lydia frunció el ceño, estudiándolo. Este Dante errático e insistente era una novedad desconcertante. El Dante que conocía jamás se habría rebajado a hacer preguntas tan… desesperadas.
“Estoy agotada. Quiero descansar.”
La mirada de Dante se intensificó, su voz descendiendo a un susurro amenazante. “¿Por qué?”
La obsesión en sus ojos, esa necesidad compulsiva de una respuesta encendió algo en Lydia. Dejó de forcejear con la puerta y lo enfrentó con una sonrisa cargada de ironía.
“¿Por qué? ¿Realmente quieres saber por qué? Muy bien, te lo mostraré.”
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Capitulo 28
Sacó su teléfono y, sin apartar la mirada de Dante, marcó a Gustavo. El tono de llamada resonó
en el silencio hasta cortarse. Sin inmutarse, volvió a intentarlo.
“Estoy en la estación de policía,” anunció cuando Gustavo contestó. “Dile a Dante que venga por
mí.”
La respuesta llegó cortante como el hielo. “¿Cómo te atreves a molestar al presidente Márquez con esto? ¡Arréglatelas sola! Está demasiado ocupado para tus problemas.”
El rostro perfecto de Dante se agrietó ante la respuesta de su asistente. La indignación atravesó sus facciones. “¿Cómo se atrevía Gustavo a tomar decisiones sin consultarle?”
“¿Por qué no me llamaste directamente?” insistió, su voz tensa.
Lydia arqueó una ceja. “Excelente pregunta.”
Con deliberada lentitud, marcó el número de Dante. El mensaje automático no tardó en llegar:
“Lo siento, la línea a la que está llamando está ocupada. Por favor, intente más tarde…”