Capítulo 2
El amanecer apenas teñía el cielo cuando Dante regresó a la villa.
Se dejó caer pesadamente en el sofá, frotándose las sienes con dedos cansados. Su rostro, normalmente impecable, mostraba el desgaste de una noche sin descanso, la palidez
acentuada por las sombras bajo sus ojos.
“Lydia, ven y dame un masaje en la cabeza.”
Después de sus palabras, reinó el silencio por largo rato.
Antes, Lydia siempre corría a recibirlo como si fuera el sol después de la tormenta, sus ojos brillando mientras le preguntaba sobre su día, sus manos pequeñas ya listas para masajear la tensión de sus hombros.
Ahora, la villa se sentía inmensa y vacía, como una catedral abandonada.
Josefina Cruz, parada en el umbral de la cocina como quien no quiere la cosa, se removió incómoda antes de hablar: “La señorita Aranda no ha regresado desde ayer…”
Claro que Lydia estaba enojada por la cancelación del compromiso. Estaba haciendo uno de sus berrinches típicos.
Sacó su celular y abrió la conversación con ella. El mensaje de ruptura lo recibió como una bofetada inesperada.
Una risa seca escapó de sus labios. ¿Ruptura? ¿De verdad creía que podía dejarlo así como
así?
Se incorporó de un movimiento fluido, tomando su chaqueta del respaldo. Mientras marcaba a su secretario, su voz no delataba emoción alguna.
“Gustavo, necesito un vuelo a Nueva York ahorita mismo. Hay junta del proyecto MA1.”
La sirvienta Josefina, con esa compasión maternal que la caracterizaba, dio un paso tentativo hacia él. “Señor Márquez, la señorita Aranda no ha aparecido en toda la noche… ¿no le preocupa tantito?”
La pregunta implícita flotaba en el aire: ¿No piensa buscarla? ¿Consolarla? Cancelar un compromiso no era cualquier cosa, ¿qué mujer no se sentiría destrozada?
Dante captó el reproche velado en su voz. Sus labios se curvaron en una sonrisa fría.
“No tengo tiempo para andar consolando a nadie.”
Las palabras cayeron como hielo en el suelo mientras se marchaba.
La junta en Estados Unidos tomaría una semana. Tiempo suficiente para que Lydia entrara en
razón.
¿Acaso no siempre volvía a él?
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Capitulo 2
El vuelo a San Gregorio fue como un viaje en el tiempo para Lydia. Después de pasar la noche en el aeropuerto, tomó un taxi hacia su antiguo departamento de soltera.
La casita de dos pisos apareció frente a ella como un abrazo del pasado. Cada rincón guardaba memorias de una época más simple, más feliz. Era ese calorcito de hogar que nunca había encontrado en siete años de lujos en Nueva Castilla.
Estaba por entrar cuando la puerta vecina se abrió de golpe y una figura salió disparada.
“¡Valerio, carnal!” El grito salió de sus labios antes de pensarlo.
Valerio Nevado, quien iba con prisa evidente, se detuvo en seco al escuchar esa voz familiar. Al girarse y ver a Lydia, sus ojos se iluminaron con sorpresa.
“¿Lydia? ¿Neta eres tú?”
La sonrisa de Lydia fue genuina, la primera en días.
“Sí, Vale, ya regresé.”
Habían crecido juntos, Valerio siempre cuidándola como el hermano mayor que nunca tuvo. Pero los últimos años, mientras ella orbitaba alrededor de Dante en Nueva Castilla, apenas si habían mantenido contacto.
La sorpresa en el rostro de Valerio se transformó en urgencia mezclada con alegría.
“Lydia, necesito un favorzote.”
“¿Qué onda?”
“Cásate conmigo.”
Lydia retrocedió instintivamente, sus ojos abriéndose como platos.
¿Qué clase de favor era ese? Era una locura.
Valerio, consciente de lo absurdo de su petición, se apresuró a explicar, su voz quebrándose por la emoción.
“Julia Rodríguez… tuvo un problema en Ucrania. Dejó a su niño allá, y necesito ir por él, pero por las leyes de allá, tengo que estar casado para poder adoptarlo. No hay de otra.”
“Lydia, solo necesito que nos casemos en papel, y cuando regrese con el niño, nos divorciamos.”
Era una petición descabellada. El divorcio no era cosa ligera, dejaría una marca en su
expediente para siempre. Pero Valerio ya no podía pensar en consecuencias. Ucrania estaba
en guerra, y Julia… Julia ya no estaba. Tenía que salvar a ese niño.
El corazón de Lydia se estrujó.
“¿Qué pasó con Julia?” Su voz temblaba al preguntar.
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Capítulo 2
Siempre había estado en contacto con Julia. Cuando estalló la guerra, le había rogado que regresara. Pero sus mensajes quedaron sin respuesta.
Una lágrima rodó por la mejilla de Valerio.
“Se nos fue…”
Lydia se tambaleó, el mundo girando bajo sus pies.
Julia, quien la había cuidado de niña, siempre con una sonrisa y palabras de aliento. Julia, tan fuerte y tan dulce a la vez.
Y ahora su hijo estaba allá, en medio del peligro.
“Aguanta,” dijo Lydia con determinación. “Voy por mis papeles y nos vamos al Registro Civil.”
El matrimonio resultó ser algo tan sencillo. Un par de fotos, una declaración notarial, un sello, y ya estaba: el acta matrimonial en sus manos.
Algo tan simple, y ella había esperado siete años por Dante sin conseguirlo.
Hasta la fiesta de compromiso se había ido al caño apenas ayer.
La vida tenía cada ironía…
Pero bueno, era joven todavía. Nunca era tarde para cambiar el rumbo, ¿verdad? Toda la vida estaba por delante.
Valerio, con el acta en mano, le agradeció con un abrazo rápido antes de salir corriendo hacia el aeropuerto.
Cada segundo contaba. Cualquier retraso ponía al niño en más peligro.
Mientras veía a Valerio alejarse, Lydia juntó sus manos en una plegaria.
“Que regresen con bien, Vale y el chamaquito de Julia.”
Sin que ella lo notara, mientras pronunciaba estas palabras, un suave resplandor blanco la envolvió como una bendición.
