Capítulo 168
La propuesta de matrimonio llegó cuando Lydia despertó en el hospital. La transformación en el pensamiento de Dante había sido tan drástica como inesperada. Sus antiguas. preocupaciones sobre el linaje adecuado para una señora Márquez se habían desvanecido como niebla bajo el sol matutino.
¿Acaso su posición no le permitía elevar a quien quisiera a ese título? El momento en que Lydia se interpuso entre él y aquel cuchillo había cristalizado una verdad innegable: nadie en este mundo lo amaría más que ella. Tener a alguien que lo amara con tal intensidad era un tesoro, y si esa persona iba a ser su esposa, mejor aún.
Sin embargo, la actitud de Dante hacia Lydia siempre había sido transparente en su egoísmo. Anhelaba su amor, lo exigía intenso e incondicional, completo y eterno. Pero él… él se reconocía incapaz de amar, sin voluntad para invertir tiempo en aprender a hacerlo. Codiciaba el afecto de Lydia mientras se negaba a corresponderlo, una dinámica desequilibrada que nunca le había preocupado realmente.
Era perfectamente consciente de lo que Lydia soportaba: las miradas gélidas, los desprecios velados, el desdén de la alta sociedad. Pero en su mente, eso no era su problema.
Lydia era una adulta; si no podía manejar ese mínimo nivel de hostilidad, ¿no era eso una muestra de su propia incompetencia? La futura señora Márquez necesitaría enfrentar tormentas mucho peores. Si no podía superar estos pequeños obstáculos, ¿qué haría cuando llegaran los verdaderos desafíos?
Los conflictos constantes con respecto a Inés lo exasperaban particularmente. Las preguntas de Lydia sobre por qué elegía a Inés sobre ella tenían respuestas que le parecían obvias: Inés estaba enferma, era la hermana de Leopoldo Monroy, sus atenciones hacia ella eran meramente superficiales. ¿Por qué Lydia no podía entender que solo veía a Inés como una hermana?
La persistencia de Lydia en este tema lo agotaba. Le había dado explicaciones, respuestas que consideraba suficientes, ¿por qué seguía insistiendo? La dulzura y atención que tanto había apreciado en ella parecían desvanecerse, reemplazadas por una versión que no reconocía ni deseaba enfrentar.
Su solución había sido simple: frialdad, distancia, indiferencia. Había asumido que el amor de Lydia eventualmente la haría ceder, volver a ser quien él quería que fuera.
Jamás imaginó que llegaría el día en que Lydia se negaría a seguir ese patrón. No era que no quisiera “darse cuenta“; afirmaba que ya lo había hecho, y quería marcharse. Para Dante, esto era inaceptable. No podía concebir una versión de Lydia que ya no lo amara, que deseara alejarse de él.
El sonido del teléfono de Lydia cortó el hilo de sus pensamientos. Ella miró la pantalla, y sus ojos se iluminaron con una sonrisa que Dante no recordaba haber visto en mucho tiempo. Era
Fabio Guzmán.
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Capítulo 168
“Fabio, ¿ya terminaste?” La calidez en su voz era innegable.
“Acabo de terminar.” La urgencia en la voz de Fabio era palpable incluso a través del teléfono. “Virginia Romero me envió un mensaje diciendo que la casa se incendió. ¿Estás bien? ¿Qué pasó, cómo se incendió?”
La respuesta de Lydia fue suave, tranquilizadora: “Ya estoy bien, parece que fue un cortocircuito. Salí anoche. Pero la casa se quemó por completo.”
“No importa, podemos comprar otra casa, lo importante es que estés bien. ¿Dónde estás ahora? ¡Voy a buscarte!”
Lydia permaneció en silencio un momento, sus dedos jugando con un pétalo de rosa hasta marchitarlo. “Fabio, Dante está aquí, él me salvó anoche, estoy con él ahora.”
El pétalo marchito cayó al suelo, como una metáfora silenciosa de las esperanzas que se desvanecían en el aire.
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