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El Precio de tu 167

El Precio de tu 167

Capítulo 167 

La mansión se alzaba como una fortaleza de lujo, cada rincón vigilado por guardaespaldas cuidadosamente seleccionados. Aprendiendo de experiencias pasadas donde Lydia había logrado escabullirse, Dante había contratado específicamente a dos mujeres como guardaespaldas personales para ella. Las seguían como sombras silenciosas, sin darle un momento de privacidad, sus ojos atentos registrando cada movimiento

Quizás por su experiencia previa como prisionera, o tal vez por una nueva determinación interior, Lydia se adaptó a esta vigilancia con una serenidad sorprendente. Sus días transcurrían en una rutina aparentemente tranquila, dedicando horas a cuidar las flores del jardín con una paciencia que ocultaba sus verdaderas intenciones

Había llegado a comprender profundamente la naturaleza de Dante: un hombre cuyo orgullo y obstinación formaban una coraza impenetrable. Era de esos que, una vez tomada una decisión, la mantenían con la rigidez del acero. Si él no daba el primer paso para liberarla, siempre la vería como una posesión más en su colección

Esta vez era diferente. Los eventos recientes le habían enseñado que la huida simple no era la solución. Para romper verdaderamente estas cadenas invisibles, necesitaba enfrentarse a Dante directamente. Ya había elaborado dos planes meticulosos, y la certeza de su eventual libertad la llenaba de una calma calculada. Se repetía como un mantra interno: tranquila, serena, no te desesperes, mantén la calma, ¡mantén la calma

Mientras tanto, Dante manejaba sus conflictos emocionales de la única manera que conocía: evitándolos. Compartían el mismo espacio pero existían en universos paralelos, aunque él nunca dejaba de observarla. Como ahora, desde la ventana del segundo piso, su mirada seguía cada movimiento de Lydia en el jardín, donde su piel parecía brillar bajo el sol como porcelana 

fina

La belleza de Lydia era innegable. Lo había notado desde aquel primer encuentro, aunque entonces no le había dado la importancia que merecía. Sus ojos se oscurecieron con una emoción profunda mientras recordaba sus propios errores

Cuando Lydia se declaró por primera vez, a sus dieciocho años, él la había ignorado con la indiferencia de quien está acostumbrado a recibir atención no deseada. Los siguientes dos años fueron una demostración constante de devoción por parte de ella: comidas calientes esperándolo cada noche, regalos cuidadosamente seleccionados en fechas especiales, pequeños gestos que, sin que él lo notara entonces, transformaron su fría mansión en un verdadero hogar

Con desprecio hacia mismo, Dante reconocía ahora que era incapaz de amar, aunque ansiaba desesperadamente ser amado. El amor de Lydia se había convertido en su posesión más preciada, algo de lo que secretamente se jactaba. Durante esos dos años posteriores a su confesión, se había permitido disfrutar de esa comodidad emocional, encontrando por primera vez el deseo de regresar a casa

A los veinte años de ella, finalmente cedió e iniciaron una relación formal. Sin embargo, la 

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Capitulo 167 

dinámica entre ellos permaneció prácticamente igual: ella, temerosa de exigir más, y él, manteniendo su distancia emocional como un muro invisible

El incidente de la droga marcó un punto de inflexión, aunque no de la manera que él había creído. Durante años, Dante había asumido que Lydia era la responsable, y sorprendentemente, no le había molestado. Consideraba que necesitaban ese empujón en su relación, y el resultado le había parecido satisfactorio. Nunca cuestionó su suposición hasta que la verdad 

salió a la luz recientemente

Durante todo ese tiempo, Lydia continuó amándolo con una intensidad que se había vuelto legendaria en su círculo social. Dante, en su frialdad calculadora, simplemente se había dejado querer, disfrutando del sentimiento sin reciprocidad real. No contemplaba un futuro con ella; su racionalidad helada le decía que esta relación era temporal, algo que terminaría eventualmente con una generosa compensación económica

No podía negar que el origen humilde de Lydia siempre había sido un obstáculo en su mente. El título de señora Márquez requería, según su visión elitista, un pedigrí que ella no poseía

El verdadero cambio llegó de manera inesperada, cuando Lydia, sin dudarlo un segundo, se interpuso entre él y una puñalada mortal. Durante los días interminables que pasó inconsciente en el hospital, mientras los médicos advertían sobre la posibilidad de que nunca despertara, Dante experimentó por primera vez un pánico genuino. La idea de perderla para siempre había agrietado su coraza de hielo, revelando una verdad que no podía seguir negando: no quería un futuro sin Lydia en él

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