Capítulo 165
Dante Márquez sintió como si su puño hubiera golpeado un montón de algodón, una sensación de impotencia que odiaba. La penumbra de la habitación acentuaba la oscuridad en sus ojos, mientras un aire misterioso y sombrío emanaba de su figura recostada. Las sombras jugaban sobre su rostro, enfatizando el ceño fruncido que se había convertido en su expresión
permanente.
Con movimientos deliberadamente lentos, extrajo una caja y la colocó junto a la cama. El terciopelo negro parecía absorber la poca luz que entraba por la ventana. “¿Por qué lo
vendiste?”
Lydia observó el anillo, sus ojos velados por una sombra de arrepentimiento y amargura. El pensamiento la golpeó con la fuerza de una revelación tardía: podría haber manejado esto de manera diferente. Una simple transferencia a Silvia Yáñez, quien podría haber depositado el dinero en su cuenta en el extranjero, habría sido suficiente. La venta del anillo había sido un riesgo innecesario, una decisión impulsiva nacida de la rabia.
Su intuición, ese don que tanto la había ayudado, le susurraba una verdad incómoda: mientras el anillo hubiera permanecido en su poder, no solo habría evitado que Dante la encontrara, sino que también habría esquivado el atentado de la noche anterior.
El silencio de Lydia provocó que los ojos de Dante se estrecharan peligrosamente, oscureciéndose hasta parecer dos pozos sin fondo, como si quisieran arrastrar al mundo entero a sus profundidades. “¡Habla!” Su voz cortó el aire como un látigo, cargada de reproche y furia apenas contenida.
La rabia de Dante era comprensible desde su perspectiva distorsionada: ella había vendido su anillo de compromiso, un símbolo que él consideraba sagrado, aunque fuera una farsa.
Lydia sintió que la frustración acumulada durante años burbujeaba en su interior. No quería seguir este juego de preguntas sin sentido mientras él fingía inocencia y proyectaba su ira hacia ella. “Dante, ¿no te parece que eres un hipócrita?” Su voz temblaba con una mezcla de dolor y desprecio. “¿Hasta cuándo te mentirás a ti mismo? ¿Realmente no sabes por qué vendí el anillo?”
La genuina confusión en los ojos de Dante solo alimentó su indignación. “¿A qué te refieres?”
Una risa amarga escapó de los labios de Lydia mientras avanzaba para abrir la caja. Tomó el anillo y se lo deslizó en el dedo con un movimiento fluido. El diamante se balanceaba precariamente, demasiado grande para su dedo delgado, sostenido apenas por su propio peso. “Un anillo que no es de mi talla, no es demasiado pedir el querer venderlo, ¿verdad?”
Dante se recostó contra la almohada, su mirada una mezcla compleja de emociones mientras su garganta se secaba visiblemente. “No lo sabía, quizás quien lo hizo se equivocó de talla. Lo arreglaré.”
“¿Qué?” La sonrisa sarcástica en el rostro de Lydia se intensificó mientras le devolvía el anillo. “No te justifiques, Dante. Este anillo originalmente lo querías dar a Inés, ¿verdad? Solo que
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Capítulo 165
sentías que me debías algo, así que lo sacaste para apaciguarme.”
La verdad flotaba en el aire entre ellos: Dante nunca había tenido la intención de darle el anillo
permanentemente. Era un gesto vacío, un intento de calmarla temporalmente antes de reclamarlo para su verdadera dueña.
El ceño de Dante se profundizó, sus ojos llameando con ira renovada. “¿Qué estás diciendo? Este anillo lo mandé hacer para ti, ¿qué tiene que ver con Inés Monroy? ¿Por qué siempre tienes que traer a colación a Inés?”
Era el mismo patrón de siempre: la mención de Inés lo dejaba a la defensiva, repitiendo las mismas excusas gastadas sobre verla como una hermana. Lydia ya conocía el guion de
memoria.
Arqueando una ceja, lo miró con una mezcla de lástima y desprecio. “Hay un grabado dentro del anillo. Mira bien y luego dime, ¿este anillo fue realmente hecho para mí?”
Algo en su tono hizo que Dante se tensara, mientras la expresión burlona en el rostro de Lydia enviaba señales de alarma a través de su cuerpo. Con dedos que súbitamente parecían torpes, apretó el anillo en su mano y dirigió su mirada hacia el interior del soporte, donde las letras grabadas esperaban para destruir sus mentiras.
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