Capítulo 130
Como si hubiera sido tocada por un cable eléctrico, Inés se incorporó de un salto en la cama. La realización de su error la golpeó como una ola helada, y sus ojos, desbordados de pánico, buscaron instintivamente los de Dante.
Lo que encontró fue una mirada vacía de toda emoción, un espejo helado que reflejaba nada. “¿Estabas fingiendo?” La pregunta flotó en el aire como una sentencia de muerte.
El corazón de Inés latía con tal fuerza que parecía querer escapar de su pecho. Mientras maldecía mentalmente a Mateo y toda su descendencia, sus dedos temblorosos intentaron alcanzar la mano de Dante. “No es eso, Dante, déjame explicarte.” Su voz temblaba como una hoja en medio de una tormenta.
Aunque Dante no retiró su mano, su mirada la atravesaba como si fuera transparente, como si intentara descubrir todos los engaños acumulados tras años de manipulación. El miedo se arrastraba por su espina dorsal como serpientes de hielo.
“Está bien, explícate.” La voz de Dante había adquirido una cualidad metálica, desprovista de cualquier calidez.
“Yo… yo…” Las palabras se atoraban en su garganta como espinas. ¿Cómo podría explicar lo inexplicable? ¿Negar la evidencia de su propia actuación? Las lágrimas, siempre su última defensa, comenzaron a caer estratégicamente mientras sus ojos suplicantes buscaban misericordia. “Dante, yo te quiero, solo te quiero a ti, no he hecho nada malo.”
La risa sarcástica de Mateo cortó el aire como un látigo. “Ser la otra no es tu culpa, fingir enfermedades no es tu culpa, causar problemas no es tu culpa, usar el nombre del amor para herir a otra mujer inocente, ¿cómo tienes el descaro de decir que no has hecho nada mal?”
“¡Se lo merece!” La explosión de Inés resonó en las paredes del hospital, su voz cargada de veneno acumulado. “¡Dante ni siquiera la quiere, la desprecia! Ella misma es una tonta, ¿no ve que Dante no le presta atención? Si no fuera porque ella lo chantajeó con una deuda de vida, ¿cómo iba Dante a comprometerse con ella? ¡Ni que fuera para tanto!”
“¡BASTA!” El rugido de Dante congeló el aire en la habitación. Sus ojos, normalmente fríos y controlados, ardían ahora con una intensidad aterradora. “¿Quién te dijo que no la quiero? ¿Quién lo dijo?”
“¿Hace falta que alguien lo diga?” La voz de Mateo destila ba desprecio. “Es obvio que no quieres a Lydia. Dante, me has decepcionado. Cuando Lydia dijo que no durarías tres días, no lo creí. Pero mira tus acciones, ¿cómo esperas que alguien crea que la quieres?”
“En una ocasión como la de hoy, ¿quién no notaría que lo que llevaba Inés era una imitación barata? ¡Le pediste a Lydia que se cambiara! Has menospreciado su dignidad, ¿cómo va alguien a pensar que la quieres?”
Aunque Mateo no había presenciado directamente el incidente, la mera imaginación de la escena le provocaba una desolación profunda por Lydia. Y aquí estaba Dante, todavía al lado
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Capitulo 130
de Inés, como si no hubiera aprendido nada.
“¡Te mereces perder a Lydia!” La sentencia final de Mateo cayó como un martillo de juez antes de que se retirara con el doctor Yang, incapaz de seguir contemplando la ceguera emocional de su primo.
El silencio que siguió en la habitación era tan denso que parecía tener peso propio. La mirada de Dante, ahora completamente helada, se posó sobre Inés como una lápida.
“Inés, me has manipulado a tu antojo, ¿eso te hace sentir bien?”
Entre lágrimas, Inés negaba frenéticamente con la cabeza. “No… no es así, Dante…”
La figura imponente de Dante se irguió en toda su altura, dirigiéndose hacia la puerta con pasos que resonaban como sentencias finales. “Inés, a partir de hoy, ya no me ocuparé de ti. De ahora en adelante, no quiero verte nunca más. De lo contrario, te aseguro que perderás el doble de lo que yo perdí.”
La amenaza flotó en el aire como veneno, marcando el fin definitivo de una era de
manipulación y engaños.