Capítulo 123
“De acuerdo.” La respuesta de Dante surgió casi sin vacilación, su voz firme contrastando con la palidez persistente de su rostro.
Lydia lo observó con una mirada penetrante que parecía ver más allá de su aparente determinación. Asintió lentamente, como quien registra una promesa que sabe será incumplida, antes de volverse hacia Mateo. “Tú eres mi testigo, él aceptó.” Las palabras flotaron en el aire como una sentencia anticipada.
“¡Soy testigo!” confirmó Mateo, su voz mezclando esperanza y preocupación. Luego, dirigiéndose a Dante, enfatizó: “Esto es lo que aceptaste, tres días, solo tres días.”
En la mente de Mateo, la tarea parecía simple, casi trivial. Tres días – apenas un parpadeo en el gran esquema de las cosas. El hecho de que Lydia ofreciera esta oportunidad sugería que aún quedaban rescoldos de amor bajo las cenizas de la desilusión.
“Bien,” Lydia se incorporó con gracia felina, “descansa bien, yo también estoy cansada, me voy a mi cuarto.” Su voz llevaba un tono de finalidad que hacía eco en la habitación.
Mateo se apresuró a acompañarla. Al llegar a la puerta, confesó con voz baja: “Realmente te admiro, aún así le das una oportunidad.” La culpa pesaba en su voz – se sentía como un cómplice empujando a Lydia hacia un desastre anunciado. Dante era evidentemente un caso perdido, y él estaba participando en esta farsa.
Los ojos de Lydia brillaron con malicia mientras le guiñaba un ojo, su rostro hermoso iluminándose con un desafío provocador. “¿De verdad crees que le estoy dando una oportunidad?”
La sorpresa ensanchó los ojos de Mateo. “¿Lo estás engañando?”
“No lo estoy engañando, respondió Lydia, su voz suave pero firme.
“¿Entonces qué quieres decir?” La confusión era evidente en su rostro. ¿No era este período de prueba precisamente una oportunidad?
Un suspiro profundo escapó de los labios de Lydia, cargado con el peso de años de decepciones “Mateo, piensas demasiado bien de Dante. Según lo que yo sé, él no podra hacerlo
Tres días – un lapso insignificante para cualquier persona normal, pero un desafio imposible para alguien como Dante Lydia sabia que ni siquiera ese breve periodo podria mantenerlo alejado de sus patrones destructivos. Cuando el plazo expirara, ella se marcharia, dejando que Dante contemplara claramente la verdad que siempre habla estado frente a sus ojos, su inconformidad era apenas una mascara para ocultar que su verdadero amor, la única persona especial en su corazón, siempre habia sido ines
Las palabras de Lydia resonaron en la habitación, ignorando la expresión atónita de Mateo mientras se retiraba a su cuarto. Su conversación, mantenida deliberadamente junto a la puerta, había llegado claramente a los oidos de Dante.
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Capitulo 123
Un sabor agridulce y doloroso se instaló en su pecho mientras procesaba lo escuchado. La falta de fe de Lydia en su capacidad para mantener su palabra por apenas tres días le
resultaba incomprensible.
Mateo regresó para cambiar el agua, su rostro reflejando frustración. “Escuchaste todo, ¿verdad? No hagas tonterías en estos tres días, ¡solo son tres días! Si ni siquiera puedes aguantar tres días, entonces Lydia tiene toda la razón en dejarte.”
Una sombra oscura cruzó la mirada de Dante, como nubes presagiando tormenta.
La mañana siguiente trajo cambios superficiales pero notables. Dante había reinstalado a Josefina, un gesto que Lydia observó sin comentar. Compartieron el desayuno en un silencio cargado de significado antes de que cada uno partiera a sus obligaciones – Dante al trabajo, Lydia a la escuela.
Por la noche, finalmente pudieron disfrutar de aquella cena pendiente con el bistec que había quedado sin consumir la última vez. La velada transcurría con aparente normalidad hasta que el teléfono de Dante interrumpió la quietud. El nombre en la pantalla – [Inés]– brillaba como una advertencia.
Dante cortó la llamada sin vacilar y procedió a bloquear el número. La risa suave de Lydia rompió el silencio tenso.
“¿De qué te ríes?” La pregunta de Dante llevaba un tono defensivo.
Los ojos de Lydia brillaron con una mezcla de diversión y desprecio mientras lo miraba. “Lo estás haciendo muy bien, estoy feliz.” Pero tras esas palabras de aliento se ocultaba un juicio
más severo.
En su mente, Lydia contemplaba la cobardía inherente en las acciones de Dante. ¿Se atrevería siquiera a contestar una llamada? Bastaba imaginar a Inés al otro lado de la línea, su voz quebrada por el llanto, jugando el papel de víctima que tan bien dominaba, para saber que Dante sucumbiría instantáneamente.
Era evidente que él mismo reconocía su debilidad – por eso optaba por el camino fácil de la evasión, bloqueando llamadas en lugar de enfrentar la situación. Lydia había sobreestimado sus capacidades, esperando que mostrara algo de valentía. En lugar de eso, huía como un cobarde.
La ironía era que su estrategia de evitación solo empeoraría las cosas. Inés, con su naturaleza obsesiva y persistente, necesitaba ser manejada con tacto. Si Dante hubiera tenido el valor de contestar y calmarla con palabras apropiadas, quizás habría evitado que se transformara en la criatura extremista y desquiciada en que se estaba convirtiendo.
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