Capítulo 109
El video brillaba en la pantalla de Inés como un puñal, el destello del diamante hiriendo sus ojos tanto como su corazón. Un grito de rabia pura escapó de su garganta mientras arrasaba con todo lo que había sobre la mesita de noche, el estruendo de objetos rompiéndose, resonando por la habitación hospitalaria como una sinfonía de su furia.
Su rostro, normalmente una máscara de delicada fragilidad se había transformado en una mueca grotesca de odio y desesperación.
Mateo, quien pasaba por allí después de su ronda, se detuvo al escuchar el caos. Al abrir la puerta, se encontró con una escena que parecía salida de una película de terror: fragmentos de porcelana y cristal esparcidos por el suelo, e Inés en el centro del caos, sus ojos brillando con una locura apenas contenida.
Su ceño se frunció con irritación profesional. “Inés, esto es un hospital, no tu sala de berrinches privada. Mantén un mínimo de decoro.”
A diferencia de Rafael, que la mimaba sin límites, o de Dante, que cedía a sus caprichos, Mateo no tenía paciencia para sus dramas. Como amigo común de todos los involucrados, había desarrollado una antipatía particular hacia ella.
¿Quién podría respetar a una amante sin dignidad?, pensaba mientras observaba el desastre. Para él, Inés era exactamente eso: una mujer sin escrúpulos. Todo el mundo sabía que Dante y Lydia eran pareja, que ella era su prometida. Cualquier persona con un mínimo de moral se habría mantenido alejada.
¡Y no solo no se alejó, sino que saboteó su fiesta de compromiso! La indignación profesional de Mateo crecía con cada nuevo berrinche. Sí, Dante tenía su parte de culpa por alimentar ese comportamiento, pero la forma en que Inés actuaba como si tuviera derechos legítimos sobre él era simplemente repugnante.
¿Acaso olvidaba que su posición especial se basaba en la muerte de su propio hermano? Y ni siquiera mostraba remordimiento cuando montaba sus escenas.
Como médico, su desprecio era aún mayor. La había visto atormentar al personal de enfermería con sus exigencias y caprichos – el tipo de paciente que todo profesional de la
salud temía.
Cuando Inés lo vio, se arrastró hacia él como una náufraga hacia su salvación, empujando el teléfono en su cara. “¿Dante no le propuso a Lydia, verdad? Este anillo, Lydia lo compró para provocarme, ¿cierto?”
En el video, Lydia brillaba con un triunfo casi teatral, su voz rebosante de una felicidad exagerada que rozaba lo cómico.
Una sonrisa involuntaria curvó los labios de Mateo. Así que Dante siguió mi consejo… y con
qué rapidez.
Por supuesto, entendía perfectamente por qué Lydia había enviado el video a Inés. Era un
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karma perfectamente ejecutado – después de años de provocaciones por parte de Inés, el bumerán finalmente regresaba. La exageración era obvia – Dante “arrodillado y llorando” era tan probable como la nieve en el desierto – pero ¿importaba realmente?
No, decidió Mateo. No importaba en absoluto.
Le devolvió el teléfono a Inés con calculada indiferencia. “Lydia y Dante son prometidos. Es perfectamente natural que él le proponga matrimonio.” Hizo una pausa dramática. “Además, ese anillo no es algo que Lydia pudiera comprar. Es el Pure Love, el símbolo ancestral de la señora Márquez. Es único en el mundo.”
No sentía simpatía por Inés, pero tampoco mentía. Ese anillo representaba más que un simple compromiso – era el símbolo tangible de la futura matriarca de los Márquez. Si Dante se lo había entregado a Lydia, sus intenciones eran inequívocas.
La verdad golpeó a Inés con más fuerza que cualquier provocación.
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