Capítulo 104
“¿Cómo funcionan exactamente estas estafas?” La voz de Dante cortaba el aire climatizado de la cafetería. “¿Cómo comienzan normalmente?”
Mateo se reclinó en su silla, sus dedos tamborileando pensativamente sobre la taza de café humeante. Las llamadas fraudulentas eran parte del paisaje cotidiano de su vida, aunque generalmente las cortaba sin pensarlo dos veces cuando veía números desconocidos.
“Oh, hay todo un catálogo de tácticas,” explicó, saboreando su papel de mentor en este extraño tema. “Familiares en accidentes que necesitan dinero urgente. Paquetes sospechosos con tu nombre. Cuentas bancarias comprometidas en el extranjero. Supuestas compras de armas bajo tu identidad…” Su voz adoptó un tono didáctico. “Los estafadores son bastante creativos.” La sombra que cruzó el rostro de Dante habría helado el café sobre la mesa. “¿Existen estafas relacionadas con actas de matrimonio?”
“¿Qué?” La sorpresa casi hace que Mateo derrame su bebida. “¡Eso es completamente nuevo! He oído de fraudes matrimoniales, pero ¿usar un acta de matrimonio como gancho? Jamás.”
La curiosidad profesional de Mateo se despertó como un gato ante un ratón. “Cuéntame más sobre esa llamada.”
“Alguien llamó diciendo que había encontrado un acta de matrimonio.” La voz de Dante mantenía una calma artificial que no engañaba a nadie.
Una risa escapó de los labios de Mateo. “Eso no suena a estafa en absoluto. Los estafadores no usan ese tipo de aproximación. A lo mejor alguien realmente encontró un documento perdido.”
El aire alrededor de Dante se congeló instantáneamente. La temperatura en la cafetería pareció descender varios grados.
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Mateo: ¿Por qué siento que estoy presenciando el preludio de un homicidio?
La imagen de Dante mirando hacia la habitación de Lydia antes de salir del hospital cobró nuevo significado. “Esta llamada… ¿la recibió Lydia?”
El silencio de Dante fue más elocuente que cualquier respuesta, mientras el hielo en sus ojos se solidificaba aún más.
Una risa nerviosa escapó de Mateo. “Espera, ¿realmente crees que…? ¿Lydia casada? ¿Contigo? ¿O hay algo que no me has contado sobre una boda secreta?”
La mirada gélida de Dante podría haber congelado el infierno. “Tú mismo dijiste que no existen estafas con actas de matrimonio.”
Mateo se acarició la barbilla, sus engranajes mentales girando a toda velocidad. De repente, sus ojos se iluminaron con la fuerza de una revelación divina. “¡Oh, ya entiendo!”
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Le dio unas palmaditas condescendientes en el hombro a Dante, una sonrisa conocedora bailando en sus labios. “Dante, eres más denso que el plomo. ¡Lydia te está mandando señales tan claras como un cartel de neón y no las captas!”
“¿Señales de qué?” Los ojos de Dante se estrecharon peligrosamente.
Mateo apenas contuvo un grito de frustración. “¡Matrimonio! ¡Está insinuando que quiere casarse contigo! Es tan obvio que duele.”
La máscara de hielo en el rostro de Dante se agrietó momentáneamente, reemplazada por una expresión de perplejidad casi infantil.
“¿Lydia quiere casarse conmigo?”
Mateo observaba la transformación con una mezcla de diversión y exasperación. Este hombre puede dirigir un imperio empresarial pero es un completo novato en asuntos del corazón.
“Analicémoslo paso a paso,” propuso Mateo, adoptando el tono que usaría para explicar una estrategia de negocios. “¿Recibió la llamada estando tú presente?”
“Sí.”
“¿La ignoró deliberadamente?”
“…Sí.”
“¿Ella misma la clasificó como estafa?”
“Sí.”
“¡Ahí lo tienes!” Mateo golpeó la mesa con entusiasmo triunfal. “¡Es una indirecta tan clara como el agua! Piénsalo: dos intentos fallidos de compromiso… debe estar frustrada. Te está diciendo: olvidémonos de las formalidades, ¡vamos directo al altar!”
El café se había enfriado, olvidado entre las teorías y especulaciones de dos hombres intentando descifrar el enigma eterno de la comunicación femenina.
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