Capítulo 103
Lydia terminó la llamada con un movimiento brusco de su dedo, su rostro una máscara de indiferencia estudiada. Sin perder un segundo, abrió la interfaz de su juego y se sumergió en el mundo virtual como si fuera su única realidad.
Dante permanecía a su lado, una estatua tallada en hielo y privilegio. Su postura emanaba esa elegancia natural que solo generaciones de poder pueden cultivar. Sus ojos, fríos como un lago en invierno, observaban cada movimiento de Lydia con la precisión de un depredador.
El teléfono volvió a vibrar, el número desconocido parpadeando en la pantalla como una advertencia. Lydia cortó la llamada con la misma indiferencia mecánica que antes.
“¿No piensas dar explicaciones?” La voz de Dante cortó el aire como terciopelo sobre acero.
¿Eh?” Lydia levantó la vista de su pantalla, genuinamente confundida. Sus ojos se encontraron con la mirada interrogante de Dante. “¿Explicar qué?”
Siempre explicando, pensó con amargura: Me he convertido en una máquina de justificaciones. ¡Y ni siquiera sé qué debo justificar ahora!
Dante señaló el teléfono con un gesto elegante pero imperioso. “La llamada.”
“¿Qué llama…?” La comprensión iluminó su rostro, seguida por una mueca de fastidio. “¿Te
refieres a lo del acta de matrimonio?”
La mirada de Dante se oscureció como un cielo antes de la tormenta. Su aparente calma apenas contenía un huracán de emociones.
Una risa burlona escapó de los labios de Lydia. “¿Nunca has recibido una llamada de estafa en tu vida privilegiada?”
La confusión transformó las facciones perfectas de Dante. “¿Estafa?”
Su expresión perpleja confirmaba lo obvio: el gran Dante Márquez nunca había sido objetivo de estafadores telefónicos. Qué injusticia, pensó Lydia con ironía mordaz. Parece que incluso los estafadores conocen su lugar en la jerarquía social.
Encontraba cierto consuelo perverso en esto; después de todo, una vida sin llamadas de estafa era una vida incompleta. Dante era así de incompleto.
“¿Alguien intentó estafarte usando un acta de matrimonio?” La voz de Dante mantenía una calma estudiada que ocultaba algo más profundo.
Ya irritada, especialmente porque la interrupción estaba arruinando su racha en el juego, Lydia explotó: “¡No sé, no me importa! ¡Deja de interrogarme! ¡Qué fastidio!”
Dante sintió la puñalada del desdén en cada palabra. ¿Todo este desprecio por una simple “llamada de estafa“?
Con la determinación característica de alguien acostumbrado a dominar cada aspecto de su vida, Dante se alejó con pasos medidos, dejando a Lydia absorta en su mundo virtual
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La verdad era que ella apenas recordaba el asunto de la licencia de matrimonio con Valerio Nevado. Entre la urgencia del momento y el caos de vivir bajo el mismo techo que Dante, ese detalle se había perdido en el torbellino de su vida…
Al salir de la habitación, Dante se encontró con Mateo Díaz. Con una mirada significativa hacia el cuarto de Lydia, preguntó: “¿Un café?”
Los ojos de Mateo brillaron con el destello inconfundible de un amante del chisme, especialmente si involucraba a Dante. Su sonrisa era amplia y genuina. “Por supuesto.”
Se instalaron en la cafetería frente al hospital, dos figuras que emanaban poder y distinción de maneras completamente diferentes: Dante, con su autoridad natural de depredador alfa, y Mateo, destilando la elegancia suave de un erudito.
“¿Qué sucede?” Mateo fue directo al grano.
¿Has recibido alguna vez una llamada de estafa?” La pregunta de Dante cayó como una piedra en un estanque tranquilo.
“Por supuesto.” Una sonrisa maliciosa bailó en los labios de Mateo. Esta no era la conversación que esperaba tener con el poderoso Dante Márquez. Al salir del hospital, había visto su última mirada hacia la habitación de Lydia y esperaba una consulta sobre asuntos del corazón.
El destino, como siempre, tenía otros planes.
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