Capítulo 42
En realidad, en la casa Díaz, Raquel ya había sospechado que la foto la había enviado Ana.
Justo antes, en la habitación del hospital, había estado preguntando suavemente a Ana, buscando que fuera ella quien confesara la verdad directamente a Alberto.
Alberto colgó el celular y levantó la vista para mirar a Raquel.
Raquel, con la mirada fría, curvó sus labios rojos en una sonrisa sarcástica: -Presidente Alberto, creo que te voy a decepcionar, esa foto no la envié yo, fue Ana quien la envió.
Alberto frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada.
Raquel salió rápidamente.
Sin embargo, al pasar junto a él, Alberto extendió la mano y la agarró del brazo con fuerza.
Raquel, por reflejo, lo apartó bruscamente, sin querer tener ningún contacto físico con él.
-Después de que te fuiste, la abuela se alteró mucho y se desmayó. En su sueño, seguía llamando tu nombre. Tal vez deberías ir a verla cuando tengas tiempo.
Con esas palabras, Raquel se fue.
En ese momento, Francisco se acercó y susurró: -Presidente Alberto, parece que la señora Raquel te malinterpretó. En realidad, no creíste las palabras de Ana, ya que estuviste fuera de la habitación, no te fuiste. Incluso si la señora Raquel no te hubiera llamado, habrías escuchado
toda la conversación.
Un hombre tan perspicaz como Alberto no podría haber creído fácilmente a ninguna de las partes. Él se mantuvo completamente en silencio durante todo el tiempo. En realidad, había salido de la habitación a propósito, dándole a Raquel y Ana la oportunidad de estar solas, porque quería ver quién estaba mintiendo.
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No se esperaba que Raquel llegara a la misma conclusión que él. Ella había inducido a Ana con gran astucia, sin que se notara, y le había sacado la verdad. Realmente era muy inteligente.
Lo que Ana pensaba que era una lección para Raquel, en realidad era una lección para ella
misma.
Francisco observó en la dirección en que Raquel había desaparecido y comentó: -Presidente Alberto, creo que la señora Raquel no es tan sencilla como parece ser una chica del campo.
Al principio, Alberto había subestimado a Raquel, considerándola solo una bella sin mucha sustancia, una especie de adorno. Pero esta situación había logrado que la viera con otros ojos.
Una chica del campo, tranquila y calculadora, ¿qué otras facetas tendrá?
Capitulo 42
Alberto se dio la vuelta: -Volvamos a la casa Díaz.
Francisco comentó:
Presidente Alberto, en cuanto la señorita Ana no pueda encontrarlo,
seguro te llamará.
Un segundo después, Francisco se quedó en silencio, al ver la expresión fría y severa de
Alberto.
La señorita Ana, aprovechándose del cariño del presidente Alberto, realmente se había pasado de la raya. Esta vez había tocado el límite del presidente Alberto.
Probablemente, Alberto estaría enojado durante mucho tiempo, mientras que la señorita Ana ni siquiera lo sabía, y seguía tan feliz como siempre.
Raquel regresó a casa Díaz y doña Isabel ya se había despertado.
Raquel extendió los brazos para abrazar a doña Isabel con ternura: -Abuela, me asustaste mucho cuando te desmayaste antes.
Doña Isabel, con cariño, le dio unas palmaditas en la espalda: -Raquelita, no te preocupes, no me voy a ir tan pronto. ¡Me da miedo morir y que esa Ana te haga daño!
Raquel, con los ojos ligeramente rojos, sintió un nudo en el estómago. En realidad, ahora ya no había nadie que pudiera hacerle daño.
Pero, al sentirse abrazada por su abuela, Raquel de repente sintió una sensación de vulnerabilidad. Nunca había experimentado el amor, y ahora, al sentirlo, se dio cuenta de que ser amada podía hacerla sentir frágil y sensible. Con los ojos llenos de lágrimas, abrazó con fuerza a doña Isabel.
En ese momento, una voz sorprendida de Pablo se escuchó:
Alberto había regresado.
¡Señor Alberto, ya volvió!
Alberto miró a Raquel, quien, abrazando a su abuela de manera tierna, le pareció como una niña pequeña, como si aún no hubiera crecido.
Raquel rápidamente soltó a doña Isabel y se levantó: -Abuela, voy a descansar en mi habitación.
