Capítulo 335
Raquel sentía todo su cuerpo adolorido, como si sus huesos estuvieran a punto de romperse, y además, sentía un frío intenso.
El
agua helada del mar golpeaba su rostro constantemente, lo que la hizo estremecerse profundamente, despertándola por completo. Abrió los ojos lentamente.
No estaba muerta.
En el yate había explosivos, y cuando estaba a punto de estallar, ella y Carlos se lanzaron al mar. El agua helada y cortante del océano se arremolinaba a su alrededor, y ella nadaba con
todas sus fuerzas.
Su pequeño cuerpo desató una increíble fuerza de supervivencia.
Finalmente, el mar la arrastró hasta la orilla.
Ya era de noche, y el lugar estaba desolado. Raquel luchó por levantarse. -¿Carlos? ¡Carlos!
Lo había empujado al mar. ¿Dónde estaba ahora?
Raquel miró a su alrededor. -Carlos, ¿sigues vivo? Si lo estás, responde.
Pronto, Raquel se detuvo al ver a Carlos en la orilla.
Carlos también había sido arrastrado hasta allí.
Raquel corrió hacia él. —¡Carlos! ¡Carlos, despierta!
Carlos estaba inconsciente, su pierna derecha estaba herida y sangraba profusamente.
La sangre ya había teñido el suelo de rojo.
Raquel revisó su herida con expresión seria. La lesión de Carlos era profunda, si no se atendía pronto, perdería la pierna.
Raquel no era una santa. Si no fuera porque Carlos la había llevado al mar, no habrían estado en esa situación. Él y Ana eran cómplices.
En ese momento, realmente quería dejarlo allí, que se las arreglara solo.
Pero Raquel sabía que Carlos no era una mala persona, así que solo podía intentar salvarlo.
Sin embargo, ese lugar estaba deshabitado, no había ni una sombra.
Raquel gritó con todas sus fuerzas. -¡¿Hay alguien?! ¡Ayuda! ¡Socorro!
En ese momento, un haz de luz de una linterna se proyectó hacia ella, y realmente aparecieron
Capitulo 335
dos hombres.
El hombre al frente gritó. -¿Quién anda ahí?
Raquel se llenó de esperanza. -Somos turistas que caímos al agua, mi compañero está herido, ¿podrían ayudarnos?
Los dos hombres se acercaron. Estaban en Santa Rosa, un pueblo costero. El hombre al frente era Raúl, el hijo del alcalde, y el que venía detrás era su hermano Saúl.
Raúl fijó su mirada en el rostro de Raquel, y cuando vio su hermoso y delicado rostro, sus ojos
brillaron.
La mirada de Raúl hizo que Raquel se sintiera incómoda, pero, bajo esas circunstancias, no tenía más opción que bajar la cabeza. Solo pudo decir. -Hola, ¿podrían ayudarnos?
Raúl asintió rápidamente. -Claro, estaremos encantados de ayudarles. Vengan con nosotros, les llevaré a mi casa y llamaré al médico del pueblo para que lo vea.
Raquel agradeció sinceramente. -Gracias, realmente se los agradezco mucho.
…
Raúl y Saúl llevaron a Carlos, que seguía inconsciente, a una pequeña casa y lo pusieron en una cama. Pronto llegó el médico del pueblo y comenzó a examinar la herida en la pierna de Carlos.
Carlos se despertó entre fuertes dolores y miró a su alrededor, pálido. -¿Dónde estamos?
Raquel se acercó. -Carlos, ya despertaste. El mar nos arrastró hasta la orilla. Raúl nos ayudó.
La mirada de Raúl no dejaba de posarse en Raquel. -Raquel, ¿qué relación tienes con él?
Raquel respondió rápidamente. —Soy su cuñada.
Carlos la miró fijamente. -¡Qué descarada! ¿Quién dijo que eres mi cuñada?
Raúl, sorprendido, exclamó. -Raquel, ¿te has casado?