Capítulo 311
Carlos se quedó perplejo. -Raquel, ¿cómo sabes que a mi diosa no le gustan las rosas rojas?
Doña Sara intervino: -Carlos, no escuches las tonterías de Raquel. A mí me parece que está celosa de que esa chica prodigiosa haya captado tu atención y quiere arruinarlo todo.
Carlos la amenazó: -Raquel, será mejor que no arruines mis planes. ¡Estoy decidido a conquistar a mi diosa!
Raquel no pudo evitar reír. Con los labios curvados en una sonrisa, miró a Carlos: -Entonces,
te deseo suerte.
Carlos bufó con desdén.
Ana no quería que toda la atención se centrara en la chica prodigiosa, así que siguió burlándose de Raquel: -Alberto, Raquel también vino a esta Cumbre del Foro Académico, pero no tiene
invitación.
Alberto miró a Raquel y le preguntó en voz baja: -¿No tienes invitación?
Raquel negó con la cabeza. -No.
Alberto esbozó una leve sonrisa en sus labios delgados. -Parece que ese gran novio tuyo no es tan impresionante después de todo. Ni siquiera fue capaz de conseguirte una invitación.
Raquel se quedó callada por un momento.
Este tipo parecía tener una obsesión con su novio. Todo el tiempo hablando de “su novio“, como si lo conociera mejor que ella misma.
Camila miró a Alberto: -Presidente Alberto, Raquelita y yo no tenemos invitación. ¿Nos deja pasar?
La mirada de Alberto se posó en el pequeño y perfecto rostro de Raquel. -¿Quieres que lo haga?
¿Quería que él la llevara adentro?
Raquel negó con la cabeza. -No es necesario.
Camila, algo nerviosa, le hizo señas a Raquel y le susurró: -Raquelita, no tenemos invitación. ¿ No querías entrar? No te preocupes, el presidente Alberto puede hacerlo.
Raquel sonrió con tranquilidad. -Camila, no necesitamos que el presidente Alberto nos lleve.
Ana y Rosa miraron a Raquel con desdén. —Raquel, no seas terca. Si el presidente Alberto no las lleva, ¿cómo piensan entrar?
Capitulo 311
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-Eso, Raquel. A ver si te atreves a entrar ahora mismo.
Todos estaban atentos, esperando verla quedar en ridículo.
Raquel enderezó su espalda esbelta con elegancia. Tomó de la mano a Camila. —Camila, vamos.
Raquel dio media vuelta y avanzó con paso firme junto a Camila.
Elena soltó una risa burlona. -Raquel, la entrada es por aquí.
Doña Sara pensó que Raquel era una vergüenza para la familia Pérez. Ni siquiera sabía dónde
estaba la entrada.
Pero Raquel no se detuvo ni se giró. La entrada estaba a la izquierda, pero ella se dirigió hacia… el pasillo VIP.
Hsss!
Alguien soltó un jadeo de asombro. El rostro de doña Sara cambió al instante. -¿Raquel está entrando por el pasillo VIP?
¡Raquel realmente entró por el pasillo VIP!
Ana y Rosa dieron un paso adelante al mismo tiempo, las dos observándola con incredulidad.
Ese pasillo estaba reservado para personas del nivel de Alberto. Ellas, con suerte, podían entrar con invitación. ¿Con qué derecho entraba Raquel por ahí?
-Alberto, ¿cómo es posible que Raquel esté usando el pasillo VIP? -preguntó Ana, completamente desconcertada.
Alberto, rodeado por asistentes, dirigió su fría mirada hacia Raquel. Vio cómo Raquel, junto a Camila, se acercaba al acceso VIP. Enseguida, varios empleados con gafetes azules colgando del cuello se apresuraron a recibirla con una actitud sumamente respetuosa. -Señorita Raquel, la estábamos esperando. Por aquí, por favor.
El perfil de Raquel era sereno y etéreo. Asintió levemente con la cabeza y, guiada por el personal, ingresó.
Su figura delgada desapareció rápidamente de la vista.
Los ojos helados de Alberto se entrecerraron lentamente.
Ana intentó seguir hablando con él, pero Alberto ya había dado un paso decidido y también entró por el pasillo VIP.
Todos los presentes se miraron entre sí, atónitos. -¿Qué está pasando? ¿Cómo es que Raquel entró por el pasillo VIP?
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-Y no solo eso, parece que quienes la recibieron son altos directivos de esta Cumbre del Foro Académico.
Doña Sara y María estaban completamente sorprendidas. En ese momento, Elena intervino: Esa Raquel dejó de estudiar a los dieciséis años. Siempre ha sido astuta y manipuladora. No dejemos que nos intimide.
—Sí, seguro está tramando algo. Entremos de una vez a desenmascararla.
