Capítulo 242
María soltó un resoplido. Entonces, ahora veremos tu actuación. Baja.
Nahia salió corriendo apresuradamente.
-Mamá, ¿por qué dejaste ir a esa impostora, Nahia?
María sonrió de manera extraña. –Anita, el presidente Alberto aún no sabe que la mujer de esa noche era Raquel. Podemos aprovechar que él aún no ha descubierto la verdad y dejar que Nahia se encargue de Raquel. Lo único que tenemos que hacer es quedarnos quietas y esperar a que llegue la oportunidad.
Ana calmó su mente. Claro, Alberto aún no sabía que la mujer de esa noche era Raquel.
Aún había tiempo.
-Mamá, eres tan lista.
María abrazó a Ana con ternura. —Anita, haría cualquier cosa por tu felicidad. Si Raquel se interpone en tu camino, encontraré la manera de hacerla desaparecer.
En el corazón de Ana, María era como una madrastra, pero esta madrastra era realmente buena con ella, casi como una madre biológica.
-Mamá, ¿por qué eres tan buena conmigo?
María acarició su cabeza con cariño. -Porque eres mi hija.
Ana sintió una satisfacción profunda al pensar en su venganza. Raquel, tu madre ni siquiera te quiere. Ella me quiere a mí, me considera como su hija.
Ana sonrió dulcemente y se quejó, —Mamá…
Alberto regresó a la Villa Cielo Claro, y la sirvienta se acercó rápidamente. -Señor.
Alberto entró en la sala, miró el sofá del salón. Esa noche había sido en ese sofá, dos figuras entrelazadas con intensidad, una fría y dura, la otra suave, una combinación perfecta que trajo una pasión abrasadora entre un hombre y una mujer.
¿Quién fue la mujer de esa noche?
¿Fue Raquel?
No se atrevió a pensarlo, porque la mujer de esa noche había sido su primera vez.
¿Raquel también tendría una primera vez?
Capitulo 242
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En ese momento, Alberto se dio cuenta de que algo había quedado tirado debajo del sofá. Se agachó y lo recogió: era una aguja plateada.
La aguja plateada que Raquel siempre llevaba consigo.
¿Cómo llegó la aguja de Raquel hasta aquí?
La respuesta era clara: jaquella noche no fue un sueño!
¡Raquel estuvo allí!
Esa aguja era la prueba más clara.
La mujer de esa noche era Raquel.
Alberto sacó rápidamente su teléfono y marcó un número.
La llamada se conectó pronto y una voz familiar respondió, era Ramón. —Hola, Alberto.
Alberto apretó el teléfono con sus largos dedos. -Ramón, tengo una pregunta que quiero
hacerte.
-Di.
-¿Tuviste alguna vez algo con Raquel?
Ramón respiró profundamente, un poco molesto. -Alberto, ni siquiera he tomado de la mano a Raquelita, ¿cómo podría haber tenido algo con ella?
-Alberto, Raquelita es una buena chica, la respeto mucho, espero que tú también la trates bien.
No.
No había nada entre ella y Ramón.
Entonces, ¿aquella vez en que se desmayó en la enfermería después de tomar la píldora anticonceptiva, y las fresas en su cuerpo, no fueron de Ramón? ¿Fue él, en realidad?
Se había equivocado.
No había nadie más. Siempre había sido él.
No fue un sueño, sucedió de verdad: fue su primera vez con ella.
Alberto se puso las manos en las caderas, su pecho fuerte subiendo y bajando con rapidez. ¡ Alberto, mira lo que has hecho!