Capítulo 150
Anoche, ella se fue sin despedirse y ni siquiera le dio las gracias en persona.
¿Habría visto la nota que dejó sobre la mesita de noche?
-Raquelita, ¿en qué estás pensando? ¡Rápido, llama al presidente Alberto! Esta vez, el presidente Alberto realmente te defendió -instó Camila.
Raquel marcó el número.
El tono de llamada sonó una vez antes de que él contestara, sin prisa.
Él respondió, pero no dijo nada.
Al otro lado, todo estaba en silencio.
Raquel apretó el teléfono con sus delgados y blancos dedos. No sabía qué decir.
Entonces, la profunda y magnética voz del hombre rompió el silencio: -Si no vas a hablar, cuelgo.
Estaba a punto de cortar la llamada.
Tan dominante y autoritario como siempre.
-¡Presidente Alberto, espere! -Raquel intervino rápidamente-. Hace un momento, el presidente Aureliano y la señora Valentina vinieron a la escuela a buscarme, por favor, suéltelo.
-De acuerdo respondió él con una sola palabra.
–
Las largas pestañas de Raquel temblaron levemente. Con voz suave, dijo: -Presidente Alberto, gracias.
Su agradecimiento era sincero.
—
Pero solo obtuvo a cambio una risa burlona. Raquel, ¿el único modo que tienes de agradecer es decir “gracias“?
Raquel, molesta, guardó silencio.
Raquel se quedó en silencio por un momento. En ese instante, Camila comentó con una sonrisa: -Raquelita, esta vez el presidente Alberto te ayudó. Deberías agradecerle como es
debido.
Camila hablaba con inocencia; para ella, “agradecer” no tenía dobles intenciones.
Pero esa palabra resonó de otra manera en los oídos de Raquel, y su rostro se encendió de inmediato. Ella tenía su propio modo de “agradecer” a Alberto.
Capítulo 150
2/2
La vez con Mario, él la salvó y ella lo “retribuyó“.
Ahora, él la había salvado otra vez… ¿iba a “pagarle” de nuevo?
Raquel no quería pensar en por qué él había rechazado a Ana. No quería engañarse a sí misma. Prefería ver su ayuda como una transacción: sin deudas, sin compromisos.
Mordió suavemente su labio inferior y, en voz baja, le preguntó: -Presidente Alberto, gracias por ayudarme. Quiero retribuírselo… ¿lo aceptaría?
Alberto dejó escapar un suspiro profundo y, tras dos pitidos, colgó el teléfono de inmediato.
Lo único que le respondió fue una serie de tonos de ocupado.
Raquel se quedó sin palabras.
Sostenía el celular en la mano, completamente aturdida.
Le había preguntado a Alberto si quería su “agradecimiento“, y él, sin dudarlo, simplemente le colgó.
Su pequeño y hermoso rostro, del tamaño de una palma, se sonrojó de golpe, ardiendo entre la vergüenza y la humillación. ¡No lo quería!
¡Pues que no lo quiera! ¡Qué presuntuoso!
¡Qué vergüenza tan grande!
Justo en ese momento, se desató un alboroto al frente. Rosa había llegado.
Muchos estudiantes la rodearon con admiración en sus ojos. —Rosa, ¿me das un autógrafo?
Rosa, queremos ser tan excelentes como tú en el futuro.
Camila se apresuró a contarle a Raquel: -Raquelita, ayer Felipe te llevó, así que no sabes lo que pasó después de la conferencia. El Invencible no asistió y, cuando todos empezaban a inquietarse, su asistente, nuestra brillante Rosa de la Universidad del Futuro, subió al escenario y completó la conferencia en su lugar. Al finalizar, el auditorio estalló en aplausos.
Rosa se hizo famosa en un solo día.
-Pero eso no es todo. Me enteré de que una de sus tesis fue seleccionada por el Museo de Medicina. Mañana se exhibirá en su vitrina para el público. Es un honor inmenso. Ahora, Rosa es el centro de atención.
Raquel miró a Rosa. No era de extrañar que la viera tan radiante y altiva hoy.
Al final, cuando el tigre no está en la montaña, el mono se convierte en rey.