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El CEO Se Novela 147

El CEO Se Novela 147

Capítulo 147 

Después de hablar, Ana entró en el estudio con sus tacones de cristal resonando sobre el suelo

Raquel se quedó sola, completamente inmóvil

Raquel, pobrecita, nadie te quiere

Esa frase seguía resonando en sus oídos, una y otra vez

Raquel sabía que Ana la despreciaba. A los ojos de Ana, ella no era más que una sombra en la esquina, una intrusa codiciosa que anhelaba lo que no le pertenecía: la madre de Ana, el amor de Alberto. Y, al final, no tenía nada. Nadie la quería

Ana la consideraba digna de lástima

Un dolor punzante le atravesó el pecho a Raquel, como si le clavaran agujas en el corazón. Era un dolor persistente, profundo. Le parecía irónico: la madre de Ana, el Alberto de Ana¡ originalmente habían sido suyos

Raquel fijó la vista en la puerta cerrada del estudio. Ana había entrado para hablar con él¿ Realmente lo convencería de liberar a Felipe

Ana le había dicho que esperara fuera y escuchara, pero en ese momento, Raquel perdió el valor

No se atrevía a oír la respuesta

El calor que había sentido en el pecho momentos antes se fue desvaneciendo poco a poco, hasta volverse completamente helado. Nunca debió haber puesto sus esperanzas en Alberto

Porque donde no hay esperanza, no hay decepción. Y sin decepción, tampoco hay más heridas

Una criada se acercó con una bolsa de hielo. -Señora, aplíquese esto en el rostro

-No hace falta. -respondió Raquel

… 

Dentro del estudio

Alberto estaba sentado en su escritorio, revisando documentos. Ana se acercó y, con un gesto afectuoso, comenzó a masajearle los hombros. -Alberto, escuché que mandaste capturar a Felipe

Alberto levantó la mirada de los documentos. -¿Aureliano te buscó

Su mirada era afilada. Con él, nada podía mantenerse en secreto

Capitulo 147 

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Ana lo admitió sin rodeos. -Sí. Alberto, déjalo ir. Sus familias han sido aliadas desde siempre, tienen negocios juntos. ¿De verdad quieres romper relaciones por culpa de Raquel? No vale la 

pena

No vale la pena por culpa de Raquel

Todos decían lo mismo

Alberto apartó sin contemplaciones las manos de Ana de sus hombros y la miró con frialdad. Ana, también eres mujer. No esperaba oír eso de ti

– 

Ana se quedó helada y, tras unos segundos, intentó justificarse. Pero Raquel ni siquiera ha salido herida, ¿o

El semblante de Alberto se oscureció aún más. Su voz, impregnada de dureza, fue contundente

-No lo voy a liberar. Vuelve a casa

Ana se quedó atónita. No podía creerlo. Ella había intervenido personalmente. Todos, incluida ella misma, pensaban que con solo pedírselo, él accedería

Pero Alberto la rechazó sin miramientos

-Alberto, el presidente Aureliano y la señora Valentina me han rogado que interceda. Ya les di mi palabra. Si ahora te niegas, ¿cómo se supone que voy a enfrentarlos

Alberto le lanzó una mirada gélida. -Ese es tu problema. Nadie te pidió que prometieras nada

El rostro de Ana palideció. Había llegado confiada, segura de que podía persuadirlo

Pero Alberto le cerró la puerta en la cara

-Francisco llamó de repente

El secretario entró al instante. -Presidente

Sin siquiera mirarlos, Alberto volvió la vista a los documentos y ordenó con voz indiferente: Acompaña a la señorita Ana a la salida

Francisco se giró hacia ella con gesto cortés. -Señorita Ana, por favor

– 

Ana temblaba de rabia. ¿Quién hubiera pensado que la tratarían igual que a Aureliano? ¡Ambos habían sido expulsados de su presencia como si no valieran nada

Dio unos pasos hacia la puerta, pero de pronto se detuvo y se giró bruscamente. —Alberto, ¿te niegas a liberarlo porque es una mujer o porque es Raquel

Alberto levantó la mirada y la observó con hastío. Dos palabras salieron de su garganta con impaciencia

¡Fuera

Capitulo 147 

¡Fuera

Aquello encendió la ira de Ana. En un arrebato, estiró la mano y empujó un jarrón sobre la 

mesa

¡Crash!El jarrón se estrelló contra el suelo, haciéndose añicos

Era la primera vez. La primera vez que discutían de esa manerapor Raquel

Al final, Ana se marchó. El aire en el estudio se tornó helado, opresivo. Nadie se atrevía a acercarse a Alberto.

Ya no podía concentrarse en los documentos. Se puso de pie y se dirigió al dormitorio principal.

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