Capítulo 4 

“Así que tú eres la novia enviada por la familia Sosa para mejorar la situación.” 

Fermín Lomeli observó a Ainhoa frente a él. La ropa que llevaba ya no le quedaba bien, pero no podía ocultar su figura esbelta. Su piel era tan blanca como el mejor mármol, y su rostro, a pesar de no llevar maquillaje, seguía siendo increíblemente hermoso. En los ojos de Fermín brilló una chispa de admiración, y su corazón comenzó a agitarse mientras le preguntaba: “Cuñada, ¿no me invitas a pasar?“- 

“No es conveniente, si tienes algo que decir, dilo aquí.” 

“Como puedes ver, a mi primo no le queda mucho tiempo. Tú te casaste para traerle buena suerte, pero cuando él muera, no te espera un buen futuro. Eres joven y hermosa, deberías pensar en tu futuro.” 

“¿Qué sugieres?” Ainhoa bajó la mirada y su tono era tan sereno que no dejaba entrever emoción alguna. Para Fermín, eso significaba que ella tenía miedo. 

Con una mirada más descarada, Fermín habló directamente: “El patrimonio de la familia Lomeli siempre se pasa al mayor. Cuando Marcelo muera, yo seré el heredero. Si eres inteligente y terminas con el sufrimiento de mi primo, no te faltará nada. Eres una mujer, siempre necesitarás el amor de un hombre.” 

Fermín extendió la mano para tocar el hombro de Ainhoa, y en ese momento, su muñeca fue firmemente agarrada. De repente, una fuerza lo hizo girar, y en un instante, fue arrojado al suelo con tal fuerza que sintió como si sus órganos se hubieran movido de lugar. Fermín, retorciéndose de dolor, gritó furioso: “¡Ainhoa, cómo te atreves a ponerme la mano encima! Voy a hacer que el abuelo te eche de la familia Lomeli, ¡bruja!” 

Ainhoa, sin inmutarse, respondió con calma: “Claro, ve a hablar con tu abuelo y veremos si me echa a mí o a ti, Fermín, por intentar asesinar a tu primo y acosar a tu cuñada.” 

Fermín se rio con frialdad preguntándole: “¿De verdad crees que mi abuelo te va a creer a ti?” 

“No me importa si me cree o no. Lo importante es que tengo una grabación.” Dijo Ainhoa, sacando un teléfono. 

El rostro de Fermín cambió drásticamente, y sonriendo forzadamente, dijo: “Fue un malentendido, todo un malentendido. Solo quería probar si le eras leal a mi primo. Cuñada, lo has hecho muy bien, has pasado la prueba. Ja, ja… Ya es tarde, mejor descansan temprano.” 

Con esas palabras, Fermín se retiró apresuradamente. 

Ainhoa cerró la puerta sin expresión alguna. Después de semejante escena, ya no tenía ganas de bajar a cenar, así que se conformó con comer algunas frutas de la habitación. Después de todo un día de ajetreo, Ainhoa se sintió cansada y fue al baño a asearse. Aunque había sido una boda apresurada, los sirvientes de la familia Lomeli le habían preparado ropa limpia. 

Ainhoa entró al baño, sacó una foto de sus hijos y la besó con cariño, sintiendo que sus ojos se 

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Capitulo 4 

humedecían. Pronto su mamá los iría a buscar. 

Al salir del baño, Ainhoa se metió en la cama. Compartir la cama con un hombre desconocido la ponía nerviosa. Miró el rostro perfecto de Marcelo y, de repente, sintió compasión por él. Envenenado, con poco tiempo de vida, con un primo que codiciaba sus bienes, y hasta ella, la novia traída para la ocasión, intentaba ser seducida. Todo eso sonaba incluso más trágico que su propia situación. 

Ainhoa no pudo evitar reír y decir: “Parece que somos una pareja de infortunados.” 

Marcelo era realmente guapo, incluso en estado de inconsciencia, su belleza era cautivadora. Ainhoa dejó que sus dedos acariciaran el rostro de Marcelo, y no pudo evitar pellizcarlo. Era suave, liso y terso. En aquel momento también era una de esas mujeres que había coqueteado con Marcelo. Si los ancianos lo supieran, seguramente la felicitarían por su audacia. 

Satisfecha, Ainhoa se dispuso a dormir, cuando de repente sintió que alguien le sujetaba la muñeca y la arrastraba con fuerza. 

“¡Ah!” Ainhoa gritó asustada, y al levantar la vista, vio que el hombre en la cama grande estaba abriendo los ojos lentamente.