Capítulo 29
Ainhoa se quedó un poco rígida, pero al ver la carita adorable de Damián, su expresión se suavizó de inmediato: “¿Qué tonterías estás diciendo? Solo salí de compras con mi mejor amiga.”
“¿Tu mejor amiga? ¿Es mi madrina? En las novelas siempre dicen que la mejor amiga de la protagonista se convierte en la madrina de su hijo.”
Ainhoa no supo cómo responder. Antes había acordado con Nuria que serían las madrinas de los hijos de cada una, pero Damián no era su hijo. Sin embargo, no pudo decirle eso. Tenía miedo de que si lo decía, Damián lloraría.
Al darse cuenta de lo que estaba pensando, Ainhoa se sintió extraña. Cinco años en prisión la habían hecho endurecerse, pero no podía evitar sentir cariño por ese niño.
“Damián.”
En ese momento, una voz grave resonó.
Ainhoa giró la cabeza y vio a Marcelo siendo empujado por Oliver.
“Sr. Marcelo.” Lo saludó Ainhoa.
Marcelo asintió fríamente, dirigiendo su mirada a Damián y diciéndole: “Ven aquí.”
“No voy a ir. Quiero estar con mamá.” Damián se aferró a Ainhoa como un pulpo, con una expresión de alerta en su pequeño rostro, como si Marcelo no fuera su padre, sino un secuestrador. Él declaró con firmeza: “No creas que puedes separarme de mamá solo porque eres más grande que yo, ¡ni lo sueñes!”
Marcelo miró el rostro rebelde de su hijo, y su expresión se oscureció: “Te lo diré una vez más, ¡ven aquí!”
Damián lo ignoró, aferrándose al brazo de Ainhoa: “Mamá, todavía no he comido, tengo hambre.”
Ainhoa respondió de inmediato: “Voy a la cocina a prepararte algo de comer, pronto estará listo.”
“Yo te ayudaré, así no te cansarás tanto.”
Este niño realmente era considerado y sensato.
Ainhoa no pudo evitar acariciar el cabello de Damián y decirle: “Muy bien.”
Ainhoa preparó un plato de fideos con verduras y carne, ya que Damián tenía un estómago delicado y era de noche, necesitaba comer algo fácil de digerir. También hizo dos guarniciones, todas beneficiosas para el estómago.
Damián salió con los cubiertos: “Papá, ven a comer, la comida que hace mamá es deliciosa.”
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Dijo mostrando una expresión de pequeño glotón.
“No, gracias.” Marcelo mostró un poco de desdén en sus ojos.
La táctica de conquistar a un hombre a través de su estómago era demasiado tonta.
Damián asintió y volvió rápidamente al comedor, diciendo en voz alta: “Mamá, papá dijo que no comerá.”
Ese tono no podía ser más satisfecho.
“Está bien.” Respondió Ainhoa con calma, sirviéndole la comida a Damián.
“Guau, qué bien huele. Mamá, tus fideos son deliciosos, y el estofado de carne está riquísimo. Papá no sabe lo que se pierde.”
La voz de Damián era especialmente alta.
Marcelo era escéptico, ¿de verdad creían que era un niño que no podía resistirse a la comida?
En ese momento, Oliver no pudo evitar decir: “La señora cocina muy bien, estos platillos no tienen nada que envidiarle a los de un chef profesional.”
Marcelo lo miró de reojo preguntándole: “¿Te ha comprado esta mujer?”
Oliver bajó la cabeza de inmediato, pretendiendo ser invisible.
“Guau, este filete de pescado con tomate está delicioso, mamá, quiero comerlo de nuevo
mañana.”
“Claro.”
La mirada de Ainhoa era suave mientras cuidaba de Damián durante la cena.
Después de la cena, lo llevó a dar un paseo por el jardín.
Viendo a Ainhoa y Damián irse, Marcelo estaba incrédulo: “Oliver, ¿Ainhoa se fue con Damián?”
“Por lo que parece, sí.”
“Ja, ¡qué astuta! Que ella no crea que no sé está intentando llamar mi atención con este comportamiento inusual.”