Capítulo 14 

Eran dos niños gemelos muy guapos, el hermano mayor tenía una marca de nacimiento en el lado izquierdo de la cintura, mientras que el menor la tenía en el lado derecho. 

“Papá, deberías contárselo a la hermana. Uno de sus hijos, nada más volver a la familia Sosa, murió, y el otro se perdió cuando tenía dos años. Probablemente ahora sea un mendigo en la calle, quién sabe en qué esquina estará pidiendo comida. Gisela decía con rencor, disfrutando de ver a Ainhoa molesta. 

“¡Parece que quieres morir!” Ainhoa no pudo contenerse más, agarró con fuerza a Gisela por los hombros y la empujó violentamente contra la pared, clavándole sin piedad una aguja de plata en el hombro. 

Gisela sintió que la mitad de su cuerpo se paralizaba y gritó aterrorizada: “¡Mamá, ayúdame! ¡Me duele mucho!” 

¡Ainhoa se había vuelto loca! La Sra. Sosa, con los ojos llenos de ira, agarró un jarrón cercano y se lo lanzó a Ainhoa. Esta reaccionó rápidamente y de una patada derribó a la Sra. Sosa. 

Héctor, viendo el caos a su alrededor, estalló de furia: “¡Esto es el colmo! ¿Ainhoa, es que ya no me ves como tu padre?” 

“¡Quiero ver a mis hijos!” 

“¡Esos dos bastardos, uno murió y el otro se perdió! ¡Nunca los volverás a ver!” Héctor dejó de fingir, mostrando su lado más oscuro: “Ainhoa, si sigues haciendo esto, no me importa que tu madre esté enterrada en una tumba que yo pagué. Si sigues así, la desenterraré y la tiraré a la 

calle.” 

Ainhoa se detuvo en seco, y lentamente giró la cabeza para mirarlo mientras le decía llena de ira: “Prometiste cuidar de mis hijos.” 

Las palabras de Ainhoa salieron lentamente, con un temblor en su voz, llenas de desesperación. 

Héctor, con aires de superioridad, respondió: “Esos bastardos no valían nada. ¿Qué podía hacer yo?” 

“Fui una tonta al pensar que cuidarías de ellos.” Murmuró Ainhoa, sintiendo una punzada de dolor agudo en el corazón, y un sabor metálico subió a su garganta. Abrió la boca y escupió un chorro de sangre. Se tambaleó, finalmente apoyándose en la pared para no caer y su mente completamente en blanco. Durante cinco años, había sobrevivido en la oscuridad de la prisión con la única esperanza de reunirse con sus hijos, pero en aquel momento todo se había desvanecido. 

Héctor, mirando el rostro pálido de Ainhoa, sintió un poco de culpa. Le dio una palmada en el hombro diciendo: “Ainhoa, todavía eres joven y puedes tener más hijos. Olvídate de esos dos.” 

Ainhoa apartó la mano de Héctor con un gesto firme, mirándolo con ojos oscuros y 

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Capitulo 14 

pronunciando cada palabra con determinación: “¡No son bastardos, son mis amados tesoros!” 

Ainhoa respiró hondo y dijo con resolución: “¡A partir de ahora, rompo oficialmente todos los lazos con la familia Sosa!” 

Dicho esto, salió tambaleándose de la casa de los Sosa. Después de dejar la casa, se dirigió al cementerio, donde ya comenzaba a lloviznar. 

Ainhoa se paró frente a la lápida, mirando tranquilamente la foto. En la foto, su madre sonreía radiante. Después de un largo rato, Ainhoa colocó dos molinillos de viento frente a la lápida, y una ráfaga de viento los hizo girar ruidosamente. 

Sin mirar atrás, Ainhoa comenzó a descender por la colina. Con cada paso que daba, su determinación se fortalecía. Sin importar dónde, tenía que encontrar a sus hijos. 

En el taxi. 

El conductor echaba miradas curiosas a través del espejo retrovisor mientras le preguntaba: “¿Por qué venir al cementerio con este tiempo?” 

“Extrañaba a mi familia.” Respondió Ainhoa, sacando su teléfono para enviar un mensaje. 

“¡Interrumpan inmediatamente todos los proyectos que el Grupo Sosa está negociando! ¡No importa el costo!” 

El conductor, lleno de compasión, dijo: “Jovencita, no importa lo que pase, cuídate, ¿sí?” 

Ainhoa respondió con dulzura. Iba a cuidar de sí misma, para ver cómo la familia Sosa recibía 

su merecido. 

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