Capítulo 10
Después de ducharse, Ainhoa se puso un pijama de manga larga, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de salir. Ella tomó una almohada y la colocó en el sofá diciendo: “Dormiré aquí. Si te sientes mal durante la noche, llámame.”
Marcelo no tuvo tiempo de asentir antes de que Damián se lanzara, arrebatando la almohada de Ainhoa y tirando de ella con fuerza.
“Papi, mamá debe dormir con nosotros.”
“¡No!” Marcelo lo rechazó sin dudar.
Antes, estando en estado de coma, no podía elegir, pero en aquel momento que estaba consciente, no podía permitir que una mujer desconocida compartiera su cama.
“¡Claro que sí! Papá y mamá deben dormir juntos.” Dijo Damián, con los ojos enrojecidos: “¿Sabía que papá ya no me quiere, seguro que piensas que este personaje está arruinado y necesitas empezar uno nuevo! ¡Ya no tengo hogar! ¡Sabía que soy un niño al que su papá no lo
ama!”
Marcelo, con dolor de cabeza, miró a su hijo llorando a gritos y dijo con firmeza: “¡No llores!”
Entonces, el pequeño lloró aún más fuerte, casi levantando el techo.
Sin opciones, Marcelo tuvo que ceder. Miró a Ainhoa y le advirtió: “No duermas en medio, mantente alejada de mí.”
¿Era él tan especial? ¡No tenía ningún deseo de estar cerca de él! Ainhoa, sin ganas de discutir, se metió en la cama junto a Damián.
Mirando al pequeño que se acurrucaba en sus brazos, Ainhoa sintió una mezcla de emociones. “Duerme.” Dijo Ainhoa, acariciando la cabecita del niño.
Damián, con sus grandes ojos abiertos, no mostraba señales de sueño. Después de un rato, Ainhoa dudó y dijo: “¿Te hago un cuento? ¿Qué tal Blancanieves?”
Marcelo soltó una carcajada; Damián era un niño prodigio, y desde que tenía un año consideraba los cuentos de hadas infantiles. Sin embargo, Damián, con voz dulce, dijo: “Sí, mamá, también quiero escuchar El príncipe rana.”
Ainhoa accedió y comenzó a contar el cuento con una voz suave: “Había una vez un rey…
Ainhoa contó El príncipe rana y Blancanieves tres veces antes de que el pequeño finalmente sucumbiera al sueño.
Ella le dio unas palmaditas suaves en la espalda y su voz tan suave como una nube en el cielo: “Duerme.”
“Mamá…” Murmuró Damián mientras caía en un sueño profundo.
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Capítulo 10
Mirando el adorable rostro del niño, Ainhoa no pudo evitar recordar a sus dos hijos, a quienes no había visto en cinco años. Si estuvieran con ella, serían tan grandes como Damián, y seguramente igual de adorables. En ese momento, Ainhoa casi no pudo contener su añoranza y se inclinó para besar la frente del pequeño, pero de repente, una voz fría resonó: “Vamos, ¿cuál es tu propósito?”
Ainhoa levantó la mirada instintivamente y se encontró con los ojos fríos del hombre, disipando de inmediato cualquier rastro de sueño.
“¿Qué propósito?”
“Aprovecharte de mi estado inconsciente para convertirte en mi esposa, ganarte al viejo, engañar a Damián, Srta. Ainhoa, realmente tienes una gran habilidad. Pero te advierto, cualquiera que intente manipularme, sea hombre o mujer, no ha terminado con vida.”
Aunque sus palabras eran tan suaves como un susurro amoroso, en ese momento hacían que un frío aterrador recorriera todo su ser, llenando de miedo a quien las escuchara. Ainhoa respiró hondo y dijo: “No importa si me crees o no, ser elegida para casarme contigo fue algo que no deseé. Si hubiera podido elegir, nunca habría entrado en la familia Lomeli ni me habría convertido en tu esposa.”
“Mañana iremos a divorciarnos.”
“¡No me divorciaré!” Ainhoa lo rechazó rotundamente.