Capítulo 6
Karla frunció el ceño y ajustó su bufanda para cubrirse la boca y la nariz, luego murmuró: “Si no afecta el tratamiento de la herida, así estoy bien“.
Con las manos en los bolsillos y de pie en la sala de curas de emergencia, Santiago la miró con el ceño fruncido y dijo con una voz suave, pero firme y con una autoridad indiscutible: “Quitate la bufanda y el abrigo“.
Después de un momento de silencio, Karla lentamente desabrochó el cierre de su abrigo de plumas y se quitó la bufanda…
Justo cuando una enfermera intentaba cerrar la cortina, Alfredo y Rosario salieron de una habitación opuesta con sus heridas ya vendadas.
Fue sólo un segundo, pero Alfredo aun así alcanzó a ver los moretones alarmantes en la mandíbula y el cuello de Karla. ¿Cómo fue que su empujón le causó tanto daño a Karla?
La visión fue cortada por la cortina de color azul claro, y Alfredo, al volver en sí, miró hacia la figura alta y esbelta de Santiago y sintió un temor inexplicable en su corazón.
Al pensar en la relación entre Santiago y Karla y recordando la mirada que Santiago le dio a Karla al subirla al auto, Alfredo sabía que… tenia que darle una explicación a Santiago sobre lo ocurrido de ese día.
Aunque Santiago sólo era el hijo adoptivo de la familia López de Estrelladola, en ese momento era el líder visible del Grupo López, y muchos proyectos del Grupo Frausto dependían del Grupo López.
Llamó con voz baja: “Sr. López…“.
Al escucharlo, Santiago se giró con calma.
La brillante luz del hospital iluminaba el rostro atractivo y angular de Santiago, y cada movimiento de su imponente figura de 186 cm de altura desprendía la insondable autoridad de alguien en una posición de poder, incluso en silencio su presencia era abrumadora.
Alfredo frunció el ceño y explicó: “No esperaba que ella se golpeara con la decoración“.
La mirada profunda de Santiago era insondable: “¿A los 16 años entraste al hospital para proteger a Karla y a los 26 por una -pelea con ella y otra persona?“.
Rosario se tensó al escuchar esas palabras.
Alfredo apretó fuertemente la mano de Rosario y la atrajo hacia sí en un gesto protector: “Fue mi culpa, no tiene nada que ver con los demás“.
Rosario ya le había explicado todo en el camino, y en efecto, Karla no había dicho nada más.
“Fueron muchos años de ayuda al Grupo Frausto, parece que tus padres no te lo han contado“, dijo Santiago, su mirada se deslizó sobre Rosario para luego clavarse en Alfredo con una expresión de superioridad, se quitó las gafas para limpiarlas, “¿Quién te dio el valor para tocarla?“.
Alfredo mordió su muela trasera con un sentimiento de humillación.
Cuando Abel, quien había comprado ropa y zapatos limpios para Karla y Alfredo, regresó, Santiago no dijo más y simplemente se puso las gafas de nuevo.
Rosario fue intimidada por la fría presencia de Santiago, así que no se atrevió a quedarse más tiempo y les dijo a Abel y Alfredo: “Tengo que tomar un vuelo y tengo que irme, por favor dile a Karla que lo siento“.
“Te acompaño“, dijo Alfredo, no quería soltar la mano de Rosario.
“Tú también vuelve“, dijo Santiago al ver a Abel indeciso y reacio a irse, “No hagas que tu hermana se preocupe, Karla estará aquí conmigo“.
Al pensar en su hermana embarazada, Abel finalmente asintió y entregó la bolsa de compras al asistente de Santiago.
Karla tuvo que recibir seis puntos de sutura en su herida y, al igual que Alfredo, tendría que quedarse en observación en el hospital esa noche.
Cuando salió del baño de la habitación individual ya vestida con la ropa del hospital, Santiago aún estaba allí sofá mientras se quitaba el traje para hacer una llamada.
Capitulo 6
Tal vez por el calor de la calefacción de la habitación, se desabrochó un botón de su camisa grís y arremangó las mangas de manera casual, dejó ver su antebrazo y una pulsera de cuero marrón oscuro en su muñeca.
Al percibir que Karla, con una venda en la cabeza, había salido, Santiago terminó la llamada y dijo: “Regresaré el próximo lunes“, y colgó.
Su penetrante mirada se posó en los moretones en la mandíbula de Karla: “Ven y siéntate aquí“.