Capítulo 40
Rodrigo observó con pánico momentáneo cómo Aitana perdía el equilibrio. Su mano se extendió instintivamente para socorrerla, pero el agudo grito de Guadalupe lo distrajo en ese preciso instante. Desvió su atención y retiró la mano que había ofrecido a Aitana para sostener a Guadalupe, quien trastabilló al pisar el borde de su vestido dorado.
La mano de Aitana quedó suspendida en el vacío mientras sentía su cuerpo precipitarse hacia las escaleras. No podía apartar la mirada de la pareja que permanecía abrazada en lo alto, grabando aquella escena en su memoria mientras apretaba los dientes anticipando el dolor de la caída. De pronto, un brazo firme rodeó su cintura y la elevó con un movimiento preciso.
-Cuidado con esas escaleras.
Una voz masculina, envolvente y profunda, susurró cerca de su oído. Su espalda se apoyó contra un pecho amplio que vibraba sutilmente con cada respiración.
-Gracias por salvarme.
Al girar para agradecer a su salvador, Aitana se sorprendió al encontrarse con Aarón, quien lucía un elegante traje púrpura oscuro. Le sonrió con su característica amabilidad y, una vez comprobó que ella había recuperado el equilibrio, la soltó cordialmente dando un paso atrás.
evidente sorpresa.
—¿ Aarón, el hermano mayor? -exclamó Vicente con e
Aarón examinó brevemente a su hermano menor sin pronunciar palabra, dirigiendo después su atención hacia Rodrigo, cuyo rostro reflejaba cierta incomodidad ante la situación.
-Cuánto tiempo sin vernos. ¿Cómo sigue la señora de salud?
Las familias Macías y Lavalle mantenían una amistad que abarcaba generaciones. La madre de Rodrigo, del Grupo Ferrer, y la madre de los hermanos Lavalle habían sido amigas cercanas durante décadas, por lo que resultaba natural el intercambio de cortesías entre los jóvenes.
-Está mejor -respondió Rodrigo escuetamente, sin apartar la mirada de Aitana.
Aitana sostuvo su mirada brevemente antes de curvar sus labios en una sonrisa artificial que no iluminó sus ojos. Apartó la vista sin deseos de prolongar aquel contacto visual.
Aarón percibió la evidente tensión entre ambos pero se abstuvo de comentarlo. Intercambió algunas palabras corteses con Rodrigo antes de intentar retirarse del incómodo encuentro.
-Aarón, perdón por causar este problema en tu fiesta… -intervino Guadalupe con fingida vergüenza mientras se sostenía del brazo de Rodrigo.
No logró terminar su disculpa cuando Aarón la interrumpió.
-Deberían sentirse muy apenados, sin duda.
La sonrisa de Guadalupe se congeló ante aquellas palabras directas.
Aitana no pudo contener una carcajada sorprendida, descubriendo cuán interesante resultaba
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el hermano mayor de los Lavalle.
Su risa provocó miradas de desaprobación entre los presentes. Vicente la fulminó con rabia contenida; Guadalupe le lanzó una mirada oblicua que la hizo estremecer involuntariamente; Rodrigo la observó con una intensidad casi palpable.
Aarón, desinteresado en los dramas personales ajenos, solo pretendía evitar que su evento se transformara en un espectáculo bochornoso.
-Vicente, ven aquí ahora mismo.
Sujetó firmemente a Vicente del brazo y luego se dirigió a Aitana con tono respetuoso:
-Le pido que nos acompañe también, señorita Aitana. Usted es invitada especial de nuestra familia y necesitamos resolver este incidente. De otro modo, parecería que no sabemos tratar adecuadamente a nuestros invitados.
Se refería claramente al empujón de Vicente, así que Aitana asintió y lo siguió sin protestar. Rodrigo consideró seguirlos, pero Guadalupe lo retuvo mostrando una expresión de dolor calculado.
-Rodrigo, creo que me lastimé el tobillo. ¿Me ayudas a llegar al salón?
Él observó la silueta de Aitana alejándose por el pasillo, pero finalmente decidió escoltar primero a Guadalupe hacia el interior del salón de eventos.