Capítulo 34
Cristóbal, con su sexto sentido bien afinado, percibió que la atmósfera se tornaba densa y decidió escabullirse al segundo piso sin hacer ruido. El ambiente quedó congelado en el salón donde ahora solo permanecían tres personas: los Macías, padre e hijo, y Aitana. Ninguno de ellos exhibía un semblante que pudiera considerarse amigable; la tensión vibraba entre ellos como una cuerda a punto de romperse mientras intercambiaban miradas cargadas de significado.
Nicolás examinó con detenimiento a su hijo y a su nuera, y con voz grave que no admitía réplica rompió el denso silencio:
-Ya les dije antes que no traigan sus problemas de pareja aquí. En esta casa, sobre todo cuando está su madre, quiero que finjan amor y entendimiento aunque sea pura actuación, ¿quedó claro?
Rodrigo emitió un chasquido con la lengua, asintiendo superficialmente pero sin mostrar un ápice de respeto hacia las palabras de su padre.
Aitana permanecía callada, contemplando la interacción familiar con ojos distantes que reflejaban su posición perpetuamente externa en aquella dinámica.
Aunque no estaba profundamente involucrada en los asuntos del Grupo Macías, con el tiempo había captado lo esencial. Era consciente de que padre e hijo mantenían un conflicto perpetuo, dentro de la empresa debido a sus visiones empresariales diametralmente opuestas. La aparente armonía que sostenían en la residencia familiar existía únicamente por
consideración a la madre, cuya salud pendía de un frágil equilibrio.
Nicolás le lanzó una mirada indiferente a Aitana antes de dirigirse a su hijo:
-Ven conmigo al estudio.
Ambos hombres se encaminaron escaleras arriba, dejando a Aitana sola en el primer piso.
Ella sabía perfectamente que iban a discutir asuntos corporativos, un territorio del que siempre había sido explícitamente excluida. Desde el inicio de su matrimonio, Rodrigo había levantado barreras infranqueables alrededor de los asuntos del grupo empresarial; jamás le permitió acercarse profesionalmente al Grupo Macías, ni siquiera para trabajar en alguna de sus numerosas subsidiarias. Incluso le prohibía asistir a entrevistas relacionadas con la empresa familiar. Su relación conyugal se había convertido en una mera formalidad vacía de contenido
emocional.
Ya acostumbrada a la indiferencia característica de los Macías, Aitana se acomodó en el amplio sofá y comenzó a revisar en su tablet los videos de las semanas de la moda internacionales que estaban en pleno apogeo. Por ahora, solo podía contemplarlas desde la distancia, soñando con un futuro diferente.
En el estudio del segundo piso, la tensión entre Nicolás y Rodrigo resultaba casi palpable. El
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padre ocupaba su lugar tras el imponente escritorio de madera, mientras que el hijo permanecía sentado en una silla lateral, manteniendo una distancia física que reflejaba su distanciamiento ideológico.
-Rodrigo, parece que ahora te sientes muy independiente y ya ni me haces caso. No se te olvide que sigo siendo el director y accionista principal del grupo.
-Papá, cuando tomo una decisión, no la cambio -respondió Rodrigo con voz contenida pero firme, conservando una serenidad impenetrable frente al evidente enojo paterno-. Además, ya tengo a más de la mitad del consejo de mi lado. La expansión en IA va porque va. Si no estás de acuerdo, podemos votarlo en el consejo, pero el resultado será el mismo.
-¡Malagradecido!
Nicolás, dominado por la furia, arrojó una taza de té en dirección a su hijo.
Rodrigo apenas se movió para esquivar el proyectil que pasó rozándole y se estrelló contra el suelo detrás de él, fragmentándose en decenas de pedazos.
-Papá -continuó Rodrigo sin perder la compostura-, hace siete años te hice caso. Dejé mi sueño de desarrollar IA para hacerme cargo del grupo siguiendo tu visión. Ya pasaron siete años y ahora tengo el control del Grupo Macías. Ya es hora de que dejes esas ideas
anticuadas.
El Grupo Macías representaba un vasto conglomerado de industrias pesadas con ventas anuales que superaban los cientos de millones de pesos, operando en sectores estratégicos como extracción petrolera, generación eléctrica, comercialización de minerales y servicios financieros. A pesar de ser una de las corporaciones líderes a nivel global, siempre había evitado aventurarse en el campo de la inteligencia artificial debido a la mentalidad
conservadora de Nicolás.
Sin embargo, la IA constituía la pasión fundamental de Rodrigo y una tendencia irreversible del mercado contemporáneo. Siete años atrás, cuando su influencia dentro del grupo era significativamente menor, se vio obligado a ceder ante la autoridad paterna. Pero ahora, con las riendas del poder empresarial firmemente en sus manos, no estaba dispuesto a retroceder en ninguno de sus planes.
Nicolás, plenamente consciente del carácter determinado de su primogénito, comprendió que la decisión de inaugurar la nueva filial especializada en IA era inamovible. Dejó escapar una risa cargada de desdén.
-Ahora que tienes el poder, ya no puedo controlarte. Pero esa nueva directora de la filial, ¿no es la chica de los Calderón? ¿Qué estás tramando con eso?
Rodrigo bajó la mirada al suelo y respondió con tranquilidad deliberada:
-Ese es mi asunto, no te metas.
Nicolás lo miró fijamente, advirtiendo:
-Haz lo que quieras con tus asuntos personales, pero acuérdate que Aitana es la nuera que
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escogió tu madre. No hagas nada que pueda lastimarla, porque ella no lo aguantaría.
Rodrigo permaneció en absoluto silencio, con la mirada clavada en el piso como si encontrara en las vetas de la madera las respuestas que no estaba dispuesto a compartir.
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