Capítulo 31
Poco después, el carro atravesó el imponente portón de hierro forjado con motivos florales que daba entrada a la antigua casa de la familia Macías. A pesar del invierno, el jardín resplandecía en tonalidades verdes, mientras un pequeño riachuelo serpenteaba entre la vegetación, otorgándole al lugar un aire de elegancia atemporal. El vehículo avanzó por el sinuoso camino hasta detenerse frente a la casa principal, donde el invernadero daba la bienvenida a los
visitantes.
Apenas el carro se detuvo, Nicolás Macías emergió presuroso. Se dirigió primero hacia Paulina, rozando con suavidad el rostro de su esposa para asegurarse de que conservaba el calor suficiente. Solo entonces, con la inquietud apaciguada, posó su mirada en Aitana, quien acababa de descender del vehículo. Su expresión se transformó en una máscara fría y
distante.
En la familia Macías, únicamente su suegra profesaba genuino aprecio por Aitana. Tanto Rodrigo como su padre mantenían cierta reserva hacia ella, aunque por consideración a Paulina, la desaprobación de Nicolás se manifestaba con sutil discreción.
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-Papá saludó Aitana con voz serena.
Nicolás respondió con indiferencia y, tomando la mano de Paulina, se encaminó hacia la residencia mientras Aitana los seguía en silencio.
-Rodrigo llamó para decir que no viene esta noche, así que no lo esperen.
Al escuchar esto, el semblante de Paulina se transformó. Soltó la mano de su esposo y se acercó a Aitana con evidente preocupación e indignación.
-Aitana, no te enojes. Mañana que vuelva, te juro que lo regaño. ¡Qué poca, comportarse así como esposo, saliendo con el niño y dejando la casa sola!
-Mamá, no te preocupes, yo me quedo a cenar con ustedes.
Aitana no experimentaba enojo ni tristeza. No era la primera ocasión en que Rodrigo la dejaba plantada. Además, ya había renunciado a cualquier expectativa respecto a él.
Después de tranquilizar a Paulina, Aitana tomó asiento para cenar con sus suegros. La mesa rebosaba de platillos exquisitos, pero solo ellos tres ocupaban los lugares. Ni Rodrigo ni Cristóbal habían regresado, y tampoco estaba presente Fernando Macías, el hermano de Rodrigo.
Sin embargo, Aitana ya se había acostumbrado a estas ausencias. La relación de Fernando con la familia resultaba peculiar; exceptuando las grandes celebraciones, Aitana raramente lo veía en la casa ancestral. En cada cena familiar, Fernando brillaba por su ausencia.
Curiosamente, sus padres, Nicolás y Paulina, tampoco parecían inquietarse por la ausencia de su hijo menor, y casi nunca lo mencionaban. Incluso Rodrigo evitaba cualquier conversación
sobre su hermano,
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Capítulo 31
En la percepción de Aitana, Fernando parecía habitar en la periferia de la familia Macías, ocupando una posición aún más marginal que la suya propia como nuera. En ocasiones, Aitana captaba fragmentos de conversación entre las empleadas más antiguas:
Aparentemente, cuando Paulina dio a luz a su segundo hijo, su salud se deterioró gravemente. Sufrió una enfermedad severa acompañada de depresión posparto, y su cuerpo quedó tan debilitado que no soportaba la presencia del pequeño. Por ello, Fernando fue enviado a vivir lejos bajo el cuidado de una niñera desde sus primeros días.
Aunque Paulina había mejorado considerablemente, por razones misteriosas, Fernando continuaba manteniéndose alejado de la residencia familiar.
Pero aquello no era asunto que debiera preocupar a Aitana.
Concluida la cena, Aitana permaneció en la casa ancestral. Aunque deseaba declinar la invitación por inquietud hacia su colección de obras, Paulina la condujo al segundo piso, hacia un suntuoso vestidor.
En el centro de la habitación resplandecía un vestido de gala púrpura, deslumbrante en su magnificencia. El corsé negro de la parte superior se ajustaba perfectamente al cuerpo, mientras que desde la cintura, la tela púrpura descendía en ondulaciones adornadas con diminutas gemas que refulgían bajo la luz. La confección exhalaba esplendor y refinamiento.
Aitana contempló primero maravillada la prenda antes de preguntar con curiosidad:
-¿Y esto qué es…?
Paulina sonrió, sus ojos entrecerrados de felicidad.
Mandé hacer este vestido solo para ti con un diseñador de alta costura de la marca. ¿Te gusta?
El corazón de Aitana se enterneció, aunque también sintió una punzada de incertidumbre.
-¿Lo pediste hace poco? ¿Va a haber algún evento en la casa?
¿Por qué no estaba informada? ¿Por qué Rodrigo no le había mencionado nada?
-El mayor de los Lavalle ya regresó. Su mamá y yo somos amigas desde hace años.
Mandaron invitaciones a esta casa y también a Rodrigo. Yo no voy porque me siento mal, pero
tú vas con Rodrigo, por supuesto. Así que tomé las medidas de tus otros vestidos y mandé hacer éste para sorprenderte.
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