Capítulo 26
Si Aarón era de los que brillaban por su excelencia, Vicente representaba exactamente lo contrario, un completo desastre andante. Al contrastar la imagen del caballero distinguido y elegante que había visto esa tarde, quien emanaba una fuerza serena y controlada, con el Vicente que tenía frente a ella, Aitana no pudo evitar una sacudida mental de incredulidad. Estos dos hermanos Lavalle eran tan opuestos como el día y la noche, como si la naturaleza hubiera decidido experimentar con los extremos dentro de una misma familia.
-Aarón estaba en el país, impecablemente vestido con un traje hecho a medida, evidentemente
preparándose para algún acontecimiento relevante. ¿Tendría intenciones de establecerse definitivamente aquí? Por la impresión que daba, Aarón parecía un hombre estrictamente apegado a las normas y protocolos sociales. Resultaba incomprensible cómo una familia tan rigurosa había podido criar a alguien como Vicente, quien desafiaba abiertamente cualquier convención social y vivía según sus propios e inexplicables designios.
¿Habría sido la presión familiar extrema lo que provocó su rebeldía? ¿O quizás lo habían educado deliberadamente para ser un holgazán privilegiado? Aitana descartó estos pensamientos tan rápido como surgieron. Tenía suficientes complicaciones propias como para detenerse a analizar la disfuncional dinámica de otra familia. Lo único que realmente deseaba era mantener a Vicente alejado de su camino.
Frotándose el brazo adolorido, Aitana habló con calculada serenidad:
-Solo quería decirte que ya estás demasiado grande, deberías comportarte como adulto, igual que tu hermano.
Después de pronunciar estas palabras, Aitana dejó de prestar la más mínima atención a Vicente y se encaminó hacia la salida del garaje con paso decidido.
Sabía perfectamente que Vicente no se atrevería a hacer nada mientras su hermano estuviera cerca. Aunque no había conocido personalmente al célebre primogénito de los Lavalle hasta ese día, había escuchado suficientes historias que circulaban en su círculo social. Vicente no solo respetaba a su hermano mayor; le temía profundamente. Mientras Aarón permaneciera en el país, Vicente se mantendría a raya, a menos que deseara terminar hospitalizado con alguna extremidad fracturada, como aquella legendaria ocasión durante sus años universitarios.
Además, Aitana había llegado al límite de su paciencia. Si Vicente insistía en provocar problemas, tendría que atenerse a las consecuencias. Ella no era alguien a quien pudieran manipular o intimidar fácilmente.
A sus espaldas, el rostro de Vicente se ensombreció por completo. Apretó los puños con fuerza mientras sus ojos oscuros perforaban la espalda de Aitana, quien se alejaba sin mirar atrás. Entre dientes, murmuró con rabia contenida:
-¡Aitana Silva! ¡Me las vas a pagar!
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Capitulo 26
Al abandonar el garaje, Aitana se negó a dejarse intimidar por las amenazas de Vicente.
Aunque Rodrigo y Guadalupe estuvieran compartiendo una comida en algún lugar, ella no tenía nada que ocultar ni motivo alguno para evitarlos.
Con absoluta tranquilidad, Aitana se dirigió al restaurante que había elegido previamente. Tras disfrutar de su comida en solitaria pero placentera calma, compró algunas frutas y se encaminó directamente hacia su estudio, dispuesta a pasar la noche trabajando en la preparación meticulosa de su portafolio profesional.
La prenda personalizada para su cliente ya estaba terminada, pero su tía abuela regresaría al país a finales de mes, y el tiempo para completar adecuadamente el portafolio se reducía con cada día que pasaba.
Necesitaba apresurarse.
Mientras tanto, Vicente finalmente llegó al reservado donde lo esperaban sus amigos. Apenas cruzó la puerta, fue recibido con una oleada de risas y bromas sobre su considerable tardanza, seguidas de la sentencia inmediata de que tendría que compensarlo bebiendo unos tragos adicionales.
Después de varias copas, la mirada de Vicente se desvió inevitablemente hacia un rincón apartado del amplio sofá. Allí estaban sentados Rodrigo y Guadalupe, una pareja cuya perfección parecía extraída de un cuadro renacentista, sumergidos en una conversación que provocaba sonrisas y risas espontáneas entre ambos.
Vicente apuró otro trago antes de acercarse con paso ligeramente vacilante y acomodarse junto a ellos.
Guadalupe giró para mirarlo, con un destello de genuina preocupación en sus expresivos ojos. Con un movimiento suave pero firme, le arrebató el vaso de las manos y dijo:
-Tomar tanto con el estómago vacío te va a hacer daño.
Vicente respondió con una risita traviesa:
-Solo quería que Guadalupe me cuidara un poco.
-¡Por Dios, Vicente! ¡Nomás das preocupaciones! -exclamó Guadalupe con un tono de falsa queja, mientras una sonrisa iluminaba su rostro haciéndola parecer etérea bajo la suave iluminación del lugar.
Vicente se quedó contemplándola embelesado hasta que se encontró con la mirada oscura y penetrante de Rodrigo. Regresó bruscamente a la realidad, desviando los ojos con evidente incomodidad:
-Qué tal, Rodrigo.
En su fuero interno, Vicente reconocía que Guadalupe y Rodrigo formaban la pareja ideal. Aquella mirada que acababa de dirigirle a Guadalupe había sido un error imperdonable, y era plenamente consciente de ello. Un sentimiento de culpabilidad lo invadió al percatarse de su
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Capitulo 26
desliz.
Guadalupe notó su turbación y cubrió su boca con una mano para disimular una risa divertida, mientras sus ojos brillaban con malicia traviesa.
Intervino entonces:
-Vicente, ¿no nos citaste hoy porque tenías algo importante que contarnos? No nos dejes así con la curiosidad.