Capítulo 12
Renata abrió los ojos con entusiasmo mientras una sonrisa iluminaba su rostro.
-¡Por fin lo captaste! El talento de Aitana en diseño artístico es increíble.
Incluso en computación, donde ella misma decía no tener tanto talento, había alcanzado un nivel extraordinario. ¿Qué no podría lograr como diseñadora prodigiosa que desde adolescente ya había dejado huella? Su mentor no era cualquiera, sino un renombrado diseñador de moda internacional, uno de los trece fundadores de las principales casas de alta costura del mundo, un hombre con vastos recursos y contactos de inmenso valor. Lamentablemente, por asuntos familiares y tras su matrimonio, para apoyar a Rodrigo, Aitana había profundizado en computación, desperdiciando así años valiosos. Pero con su talento innato, regresar al diseño sería como un pez volviendo al agua, lista para transformarse en un dragón con el viento a favor, con horizontes repletos de posibilidades infinitas.
Ambas tenían trabajo al día siguiente, así que después de conversar un rato, se despidieron y cada una regresó a su casa. Aitana apenas llegó a su apartamento cerca de la oficina cuando su teléfono vibró insistentemente. “¿Quién podrá ser a esta hora?” Al revisar la pantalla, quedó perpleja al descubrir un mensaje de su tía abuela. No se había atrevido a llamarla durante el día y había enviado un mensaje sin muchas esperanzas, pero se sorprendió genuinamente al ver que su tía abuela había respondido el mismo día. Se apresuró a leer el texto con
nerviosismo contenido.
[Me encuentro en el extranjero, en la Semana de la Moda de Milán. Después iré a París para la Semana de Alta Costura. Hablaremos de tu caso cuando vuelva a fin de mes. Prepara tus últimas creaciones para que las revise.].
Aunque habían transcurrido siete años sin verse, su tía abuela seguía siendo igual de directa y profesional. La simple respuesta le brindó a Aitana una chispa de esperanza sobre la posibilidad de reconciliar su relación. Por fin algo positivo había ocurrido en medio de tanto caos. Faltaban aproximadamente diez días para fin de mes, y además de completar sus compromisos laborales actuales, necesitaba prepararse meticulosamente. Su tía abuela siempre había sido inflexiblemente estricta y profesional; valoraba exclusivamente el talento, nunca las relaciones familiares.
Mientras reflexionaba sobre estos pensamientos, se duchó y aplicó ungüento en su hombro lastimado antes de acostarse. Antes de rendirse al sueño, sintió que olvidaba algo importante, pero estaba tan exhausta que el cansancio la venció irremediablemente.
En Villas del Quinto Sol, residencia de la familia Macías, todos los empleados dormían profundamente, excepto Cristóbal, quien seguía despierto jugando videojuegos en su habitación. Al llegar la madrugada, el aburrimiento lo invadió por completo.
No deseaba llamar a su mamá, pues siempre repetía lo mismo, regañándolo constantemente,
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lo cual resultaba irritante. Además, la soledad en casa lo fastidiaba enormemente. Anhelaba pasar tiempo con la señorita Guadalupe, con quien siempre se divertía genuinamente. Mamá era extremadamente aburrida. Y esa tarde, cuando había visitado la empresa de su padre y finalmente logró estar con la señorita Guadalupe, su papá lo mandó de regreso a casa con el chofer, argumentando que tenían pendientes laborales, pero prometiendo volver esa noche. ¡Mentiroso!
Cristóbal, visiblemente molesto, llamó a Rodrigo. Después de varios tonos, finalmente contestó.
-Papá, ¿cuándo vas a regresar a la casa?
-¿Tu mamá no acaba de llegar de su viaje de trabajo? Que ella te haga compañía -respondió Rodrigo con tono despreocupado.
-¡Eso no es cierto! ¡Papá, eres un mentiroso! -protestó Cristóbal cada vez más enojado.
-¿No regresó tu mamá? -preguntó Rodrigo sorprendido.
Se suponía que había terminado su viaje laboral. Incluso lo había estado siguiendo y espiando ese día, ¿y no había regresado a casa? ¿Acaso estaba enfadada por lo ocurrido esa noche? Pero si ella había estado vigilándolo, ¿no debería ser ella quien estuviera arrepentida? Rodrigo consideraba que Aitana actuaba irracionalmente. De cualquier forma, sabía perfectamente que en pocos días ella volvería, como siempre lo hacía, así que no le dio mayor importancia al
asunto.
-¡Claro que no ha vuelto! ¡Además, no quiero que mamá me acompañe, es súper aburrida, papá, ya vente!
Cristóbal estaba evidentemente enfadado cuando escuchó la voz de Guadalupe al otro lado de
la línea.
-Rodrigo, ¿quién te está llamando?
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